Por qué los inversionistas extranjeros están confiados pese a todo
El próximo 31 de enero va a realizarse la licitación de la Ronda 2.4 del sector petrolero mexicano.
Se licitarán 29 áreas que corresponden a aguas profundas en el Golfo de México. Las reservas estimadas en estos lugares se estiman en 44 mil millones de barriles
equivalentes (porque puede haber gas) de petróleo.
Si llegaran a asignarse todas las áreas, se tiene un estimado de inversión del orden de 130 mil millones de dólares en los proyectos a desarrollar.
Este monto es equivalente aproximadamente a 4 años de inversión extranjera directa en todos los sectores.
Estimaciones de la Sener señalan que la expectativa es colocar entre el 25 y el 30 por ciento de las áreas, lo que implicaría probablemente inversiones comprometidas del orden de 31 mil 500 a 38 mil 500 millones de dólares.
El periodo que abarcarán los contratos que deriven de la licitación es de 35 años
con prórrogas de 5 y 10 años, lo que implica que podrían extenderse por 50 años.
Existen 29 empresas interesadas. Hay 16 operadoras (que realizan la tarea operativa) de 12 naciones y otras 13 no operadoras de 10 naciones.
Algunas naciones se repiten en los dos grupos, pero hay empresas de 19 naciones diferentes, que van desde EU o Gran Bretaña, hasta Catar, Colombia o Tailandia.
¿Qué es lo que puede llevar a empresas de países tan diferentes a comprometer miles de millones de dólares en un país en el que existen incertidumbres como el resultado de las elecciones de este año o el destino incierto del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica?
Varias de las empresas que participan en esta ronda tienen operaciones en diversos países, en los que hay regímenes políticos diversos y una estructura institucional también diferente.
Sin embargo, los peores escenarios que visualizan para México no los llevan a dejar de apostar por el país.
A veces, en el país, tendemos –explicablemente– a magnificar los problemas y los defectos de nuestra economía, de nuestro sistema político y del Estado de derecho, y por lo mismo, opacamos las ventajas que existen y los méritos que tenemos.
Quienes tienen el privilegio de tener una perspectiva más amplia ven menos los detalles y las coyunturas, y más el fondo.
Los análisis hechos por diversos grupos financieros y expertos muestran que echar atrás los contratos derivados de la reforma energética es legalmente muy complejo por no decir imposible.
La no retroactividad de las leyes protege a quienes firmen contratos hoy, independientemente de lo que pase en el futuro.
Este hecho tiene dos lecturas contradictorias en términos electorales. Por un lado, reivindica al régimen que se lanzó a la realización de las reformas, pero, por otro, da tranquilidad a los empresarios, independientemente de que AMLO fuera el ganador de la elección.
Si no hubiera esa tranquilidad por parte de los inversionistas, la licitación del 31 de enero probablemente estaría destinada a ser un desastre.
Ni el país es una ruina, pese a la corrupción o la inseguridad. Ni será un desastre en el futuro, independientemente del resultado electoral.