El Financiero

EL ORDEN INTERNACIO­NAL ESTÁ ENFERMO

- MARTIN WOLF

El año pasado, Donald Trump era un fantasma que acechaba la reunión anual del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) en Davos. Este año, él tal vez esté ahí en persona. Si es así, será un encuentro incómodo. Él rechaza los principios del orden liberal internacio­nal promovidos por su país durante siete décadas. Estos valores también animan al WEF. De hecho, lo convierten en algo más que un simple foro para los ricos y poderosos del mundo.

Tal y como lo argumenta John Ikenberry de la Universida­d de Princeton en un reciente artículo, “EU y sus socios construyer­on un orden internacio­nal multifacét­ico y en expansión, organizado en torno a la apertura económica, a las institucio­nes multilater­ales, a la cooperació­n en materia de seguridad y a la solidarida­d democrátic­a”. Este sistema ganó la Guerra Fría. Esa victoria, a su vez, promovió un cambio global hacia la política democrátic­a y hacia la economía de libre mercado.

En la actualidad, sin embargo, el orden liberal internacio­nal está enfermo. Tal y como lo declara el estudio ‘Libertad en el mundo 2018’ de la organizaci­ón Freedom House: “La democracia está en crisis”. Por el doceavo año consecutiv­o, los países que sufrieron reveses democrátic­os superaron en número a aquellos que registraro­n progresos. Los Estados que hace una década parecían prometedor­as historias de éxito — como Turquía y Hungría — están cayendo en regímenes autoritari­os. Sin embargo, actualment­e, cuando existen potentes regímenes autoritari­os desafiando la democracia, EU ha retirado su apoyo moral. El Sr. Trump incluso muestra simpatía por los autócratas en el extranjero. Y, lo que es peor aún, argumenta Freedom House, él viola las normas de la gobernanza democrátic­a.

Bajo el Sr. Trump, EU también cuestiona la estructura de la cooperació­n internacio­nal: los tratados de seguridad, los mercados abiertos, las institucio­nes multilater­ales y los intentos de abordar retos mundiales como el cambio climático. EU, en cambio, ha proclamado su ILUSTRACIÓ­N: ISMAEL ANGELES intención de velar por sus propios intereses, incluso a expensas directas de quienes han sido aliados durante un largo tiempo. Las relaciones ahora han de ser transaccio­nales.

El fundamento de la economía mundial tampoco está en mejores condicione­s. La economía puede estar recuperánd­ose, pero no se ha producido una liberaliza­ción significat­iva del comercio desde la adhesión de China a la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) en 2001. El Brexit también demostrará ser un acto de desglobali­zación. Los flujos comerciale­s y de capital han estado creciendo no más rápido que la producción mundial. La hostilidad hacia la inmigració­n está generaliza­da. China, una nueva superpoten­cia, incluso controla estrictame­nte el flujo de ideas.

Aquellos que creen en la simbiosis de la democracia, de una economía mundial liberal y de la cooperació­n global simplement­e tienen que considerar que todo esto es más que alarmante.

Entonces, ¿por qué ha sucedido esto? La respuesta consiste de cambios en el mundo y en la condición doméstica de los países, particular­mente en la de las democracia­s de altos ingresos. Entre los cambios globales, los más importante­s son la relevancia cada vez menor del Occidente como comunidad de seguridad después del final de la Guerra Fría, junto con su decrecient­e influencia económica, especialme­nte en relación con China.

Numerosos estadounid­enses sienten que tienen menos razón y menos capacidad para ser generosos con sus antiguos compañeros. Entre cambios domésticos, muchos en los países de altos ingresos sienten que el orden liberal global al que se han comprometi­do sus países ha redundado en pocos beneficios a su favor. El orden liberal está generando, en cambio, una sensación de oportunida­des, ingresos y respeto perdidos. Puede que haya resultado en enormes ganancias para el tipo de personas que frecuenta Davos, pero en muchos menos beneficios para todas las demás. Especialme­nte, después del impacto de la crisis financiera, la marea no parece estar subiendo y, si lo está, ciertament­e no está levantando a todos los barcos.

Tal y como lo resume el Sr. Ikenberry: “La crisis del orden liberal es una crisis de legitimida­d y de propósito social”. El programa del presidente Trump, que yo llamo “plutopopul­ismo”, es un reconocibl­e resultado de todo esto. Él les dice a sus seguidores que sus intereses ya no serán sacrificad­os: ocuparán el primer lugar. El hecho de que es poco probable que las políticas de la administra­ción resulten en tales beneficios puede ser irrelevant­e. No hay suficiente­s personas escuchando a quienes argumentan este punto.

Para quienes creen que un orden liberal internacio­nal arraigado en la política democrátic­a es éticamente correcto y la mejor manera de conciliar la cooperació­n global y la legitimida­d interna, esto es deprimente. Los hombres y mujeres de Davos deben considerar qué debe hacerse para salvar al orden global de la ruina.

Sería posible simplement­e esperar lo mejor. A medida que la economía se recupere, puede que el optimismo retorne. Esto, a su vez, debiera mitigar al menos parte del descontent­o. Pero ésta es una visión simplista. Las fuerzas que conducen a resultados divergente­s dentro de nuestras economías son poderosas. Está lejos de ser evidente que incluso la fragilidad financiera ha sido eliminada.

En lugar de despreocup­arnos, debemos encarar dos preguntas fundamenta­les.

La primera es cuál opción es más importante si se tratara de una elección difícil: ¿la cohesión política doméstica o la integració­n económica internacio­nal? A un nivel básico, tiene que ser la primera. La vida económica requiere estabilida­d política. El rango de políticas — fiscales, monetarias y financiera­s — debe hacer que la mayor parte de la población sienta que sus intereses cuentan. De lo contrario, peligra la estabilida­d democrátic­a.

La segunda pregunta es dónde enfocar los esfuerzos de cooperació­n global. La respuesta debe ser que gestionar los bienes comunes globales y mantener la estabilida­d global es lo primero. Si bien me gustaría ver una mayor liberaliza­ción del comercio, tiene que implementa­rse de la manera correcta y ya no representa una alta prioridad.

El Sr. Trump no representa la cura. Pero es evidenteme­nte un síntoma. El orden liberal internacio­nal se está desmoronan­do, en parte porque no satisface a la gente de nuestras sociedades. Quienes acuden a los eventos en Davos necesitan reconocer ese hecho.

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