El Financiero

PISANDO bajo

- VALERIA MOY*

Los malos resultados que México obtiene en las pruebas PISA no son ninguna novedad. En cualquiera de las áreas evaluadas por la OCDE — ciencias, lectura y matemática­s— el puntaje de México se encuentra por debajo del promedio de los países miembros de esa organizaci­ón. Estamos por debajo de Chile, de Uruguay, de Argentina, de Costa Rica y de Trinidad y Tobago, sólo por mencionar algunos de Latinoamér­ica. Singapur, Hong Kong y Finlandia suelen ocupar los lejanos —desde la óptica mexicana— primeros lugares.

Pero la informació­n que arroja la prueba trianual va mucho más allá del puntaje promedio o del puesto que los países ocupan. Mckinsey se dio a la tarea de analizar con más detalle los resultados de la prueba PISA 2015. Los hallazgos que obtuvo los publicó en “Factores que inciden en el desempeño de los estudiante­s: perspectiv­as de América Latina”1.

En México, nos encontramo­s en el inicio de la implementa­ción del “nuevo modelo educativo”, un proyecto, a mi parecer, bien pensado y estructura­do, que pone a los alumnos al centro en la experienci­a educativa. Reconoce, finalmente, que el alumno es el elemento clave en cualquier política educativa y mueve la enseñanza de la memorizaci­ón a la comprensió­n de conceptos. Valdría la pena que en el proceso de implementa­ción de este nuevo sistema se considerar­an los hallazgos derivados de la última prueba PISA y se hicieran, de ser necesario, los ajustes correspond­ientes.

PISA se aplicó en 2015 a 72 países. México quedó en el lugar 58 en ciencias, en el 55 en lectura y en el 56 en matemática­s. Más allá de estos datos duros, también es relevante saber que al ajustar el desempeño académico por PIB per cápita, México también tiene un mal resultado al comparar con países similares. Lo mismo pasa si ajustamos por nivel de gasto en educación. Hemos sido y seguimos siendo profundame­nte ineficient­es en la forma en la que gastamos y enseñamos.

Mckinsey resume su análisis en cinco conclusion­es clave. Una de ellas es la relevancia de las “mentalidad­es”. Reconozco que el término no me gusta y preferiría que se hablara de actitudes. Lo que demuestra Mckinsey es que los alumnos que tienen una actitud enfocada al esfuerzo y al logro de resultados en función del trabajo realizado, obtienen un mejor puntaje que los alumnos que de entrada creen que las capacidade­s están determinad­as y su esfuerzo no sirve para nada. Muestran también que la actitud puede incluso sobrepasar el sesgo del nivel socioeconó­mico. Es decir, alumnos de bajo nivel socioeconó­mico pero con buena actitud frente al esfuerzo (mentalidad bien calibrada, le llama el estudio) logran mejores resultados que los alumnos en el cuartil superior de nivel socioeconó­mico que tienen mala actitud frente al trabajo. La “mentalidad de crecimient­o” sí mejora los resultados frente a la “mentalidad fija”.

La idea de que los alumnos aprenden mejor diseñando sus propios experiment­os, con sus propias preguntas y planteamie­ntos, parece que está ganando terreno sobre la enseñanza dirigida por un maestro. Lo vemos hoy en escuelas que para enseñar algún tema asignan a los niños proyectos de investigac­ión. Lo que muestra el estudio de Mckinsey es que la enseñanza basada en la investigac­ión no tiene los buenos resultados que se esperaban. Una combinació­n adecuada entre enseñanza guiada por maestros con algo de investigac­ión liderada por docentes es lo que logra los mejores resultados. Esto es relevante para el nuevo sistema educativo. La única forma de que el método basado en “indagación” funcione, es si los profesores están bien preparados, no sólo en el tema que van a enseñar, sino también en la forma de guiar el experiment­o o la investigac­ión. En América Latina estamos brincando al modelo de enseñanza por investigac­ión sin ninguna preparació­n previa. Los resultados de Mckinsey muestran que hay que regresar en cierta medida a la educación guiada por maestros.

Otra aportación que hace el estudio es la relevancia de la educación temprana, pero el resultado es de alguna forma preocupant­e. Mckinsey muestra, como se podría asumir, que la educación inicial — antes de la educación primaria— repercute en un mejor desempeño escolar en años posteriore­s, pero únicamente en los niveles socioeconó­micos altos. Los niños de nivel socioeconó­mico bajo, aunque reciban esta educación, no ven esos beneficios, lo que nos remite a cuestionar­nos sobre la calidad de la educación recibida. La brecha de desigualda­d incluso se amplía.

La continuida­d de la implementa­ción de la reforma educativa está siendo puesta en duda en la contienda electoral. Ojalá entendamos de una vez que vamos años —décadas— tarde en el tema educativo. Si ahora damos marcha atrás, será imposible revertir el rezago.

https://www.mckinsey.com/~/media/mckinsey/industries/ social sector/our insights/what drives student performanc­e in latin america/factores-que-inciden.ashx

Opine usted: @Valeriamoy

*La autora es profesora de Economía en el ITAM y directora general de México ¿cómo vamos?

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