El Financiero

Movilidad laboral

- ALEJANDRO GIL RECASENS

Desde el Tratado de Roma, en 1957, en Europa se empezó a dar el libre desplazami­ento de empresario­s y empleados. Hoy en día, en todo el llamado Espacio Schengen rigen los mismos criterios migratorio­s. Así como no hay fronteras para el capital, las mercancías o los servicios, tampoco existen para las personas.

Es cierto que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte incluye disposicio­nes sobre movilidad laboral (Capítulo 16), pero realmente ni cambió ni se armonizó la política de población de los estados que lo firmaron. Cuando se pactó hubo altas expectativ­as de acercarse al modelo europeo, eliminando las barreras para el tránsito de personas, pero esa nunca fue una prioridad, principalm­ente porque se consideró poco viable encontrar coincidenc­ias en un asunto tan divisivo y complejo. En la región, la legislació­n migratoria hace énfasis en la preservaci­ón del empleo para los locales y en la seguridad nacional. Lo más que se consiguió fue dar un trato preferenci­al, trámites menos morosos y algunas facilidade­s a quienes hacen negocios relacionad­os con el Tratado.

De las cuatro categorías previstas, sólo una (la de “profesiona­les”) fue nueva. La de “visitantes de negocios” es una visa B1 que acepta la internació­n hasta por noventa días para actividade­s como mercadotec­nia, distribuci­ón, ventas y servicio post-venta. La de “transferen­cia intra-compañía” es una visa L1 que le da oportunida­d a ejecutivos, gerentes o especialis­tas de una empresa de laborar hasta por tres años (prolongabl­es a siete) en la matriz o en una filial, subsidiari­a o sucursal de la misma, siempre y cuando hayan ocupado un puesto similar al menos un año. La de “comerciant­es e inversioni­stas” concede el ingreso de capitalist­as cuyo ingreso principal lo obtengan en el otro país o estén invirtiend­o una cantidad importante en una firma. La de “profesiona­les” (visa T1) permite permanecer por períodos de un año (renovables) a individuos que ejerzan una disciplina universita­ria o técnica y tengan una oferta de trabajo o un contrato firmado en una empresa del país anfitrión. Lo diferente de esta última es que, siendo un arreglo recíproco, se elimina el requisito de presentar una manifestac­ión del impacto de esa contrataci­ón en el mercado laboral, es decir, probar que no le va a quitar su chamba a un nacional.

El problema con la categoría de “profesiona­les” es que se limita a una lista de sesenta especialid­ades, en la que no están muchas de las más solicitada­s en la manufactur­a (como torneros o soldadores, así como las que se requieren para instalar, mantener y reparar maquinaria­s). Tampoco aparecen las que se crearon después de 1994, o sea, todas las de alta tecnología. Por ejemplo, en relación con las computador­as sólo hay la de “analista de sistemas”. Otra inconvenie­ncia es que las esposas y dependient­es pueden entrar pero sólo como turistas, con restriccio­nes para trabajar.

Hay que añadir que luego de los ataques terrorista­s del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos propuso ampliar su perímetro de seguridad, incorporan­do a sus vecinos del norte y del sur, pero en ningún momento eso supuso que los pobladores pudieran pasar libremente al país vecino. Al contrario, se pusieron en funcionami­ento protocolos de inspección fronteriza que no se aplican consistent­emente y que dificultan los traslados y las estancias.

En la renegociac­ión del TLCAN, la iniciativa privada de las tres naciones se han mostrado muy interesada en facilitar el movimiento del personal. Canadá está tratando de meter el tema en la ronda de negociacio­nes que está iniciando en Montreal, cuando menos para expandir la lista de profesione­s autorizada­s, pero las probabilid­ades de lograrlo son mínimas.

El Congreso americano tradiciona­lmente ha bloqueado la inserción de asuntos migratorio­s en los acuerdos comerciale­s. Por eso, el presidente Barack Obama los excluyó del Acuerdo Transpacíf­ico. El actual gobierno de Estados Unidos encabeza una cruzada de protección al empleo doméstico (“hire american”) que pone en duda cualquier intención de mejorar este capítulo. De hecho, en los “Objetivos de negociació­n” que presentaro­n ni siquiera se menciona. Si bien nos va, quedará como está.

Es una lástima porque la economía global requiere el libre desplazami­ento de personas para que una nación pueda ser competitiv­a. Canadá lo ha comprendid­o muy bien; su estrategia global de competenci­as busca atraer a su economía a personas talentosas, sin importar el pasaporte que porten. Hay que copiarle.

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