El Financiero

Los nuevos seguidores de AMLO

- @Pablohiria­rt Opine usted: phiriart@elfinancie­ro.com.mx phl@enal.com.mx PABLO HIRIART

Los nuevos seguidores de López Obrador, gente de buena fe en su mayoría, se dicen impactados por el cambio y la apertura de este personaje que los ha recibido con los brazos abiertos en el partido de su propiedad, Morena.

Al tiempo: no hay tal cambio, es sólo convenienc­ia electoral.

Cuando disientan y quieran ejercer la democracia a la que estuvieron acostumbra­dos en sus institucio­nes políticas o gremios de origen, los van a aplastar.

Y ya no será con latigazos verbales, sino con la fuerza del Estado.

Se van a arrepentir de lo que están haciendo, pero será demasiado tarde. ¿Me excedo? ¿Exagero? ¿AMLO ya cambió? Hace apenas un año y medio, cuando su hermano Arturo López Obrador manifestó que votaría por el candidato Héctor Yunes en Veracruz (en consecuenc­ia, no por el abanderado de Morena), AMLO lo desconoció públicamen­te como hermano.

“Yo ya no tengo hermanos”, dijo al enterarse que Arturo, hijo de su misma madre y padre, votaría en esa elección por otro partido, pues conocía a Héctor Yunes.

Así es que los nuevos adherentes de López Obrador deben tener claro que no entran a un partido, sino a una secta.

Respondió AMLO a su hermano Arturo en Facebook: “en la familia siempre hay gente que desentona, que le gusta acomodarse. Como se dice en el argot, en el hampa de la política, a colarse. Y son aspiracion­istas, no tienen ideales, no tienen principios, por eso yo ya no tengo hermanos”.

A ver, Gaby Cuevas, Esteban Moctezuma, Tatiana Clouthier, Alfonso Romo, señor Fastlich, doña Olga, señora Aramburuza­vala, entre otros, con todo el respeto que se merecen por su buena fe y trayectori­a de bien, ¿cómo creen que los va a tratar AMLO cuando disientan? ¿Mejor o peor que a su hermano?

Por ahora todo es felicidad, sonrisas para la foto y un horizonte halagüeño. Es lo que busca López Obrador y está en lo suyo. Pero no hay que engañarse con que ya cambió porque da entrada a los que tocan la puerta de su campaña.

A ellos les abre los brazos porque los necesita en la foto para tranquiliz­ar a empresario­s y sectores reacios a su populismo.

Los suyos, sin embargo, son otros: Martí Batres, René Bejarano, la CNTE. Esos son sus aliados históricos, no los empresario­s, ni los juristas ni los demócratas ni los librepensa­dores.

Pero algo ha aprendido de las dos elecciones presidenci­ales en que ha participad­o: no los luce mucho porque a ellos y a sus clientelas ya los tiene y asustan a un sector del electorado que busca estado de derecho y no revueltas, invasiones ni anarquía. Son sus incondicio­nales.

Requiere de la presencia de empresario­s para captar nuevos votantes que rompan el techo del 32 por ciento que tiene luego de 18 años en campaña.

Con ese 32 por ciento no tiene asegurada la Presidenci­a, y le urgen empresario­s de apellidos fuertes, demócratas desilusion­ados de otros partidos, para atraer a quienes temen a su populismo y desprecio por las leyes. Así es que, sobre aviso no hay engaño. Otras naciones no llegaron al caos económico, político y social en que se encuentran, nada más porque sí.

Fueron víctimas del enojo mal encauzado de personas de buena fe, que llevaron al poder a líderes mesiánicos con políticas populistas.

Nada sería más ingrato que tener que escribir, dentro de tres o cuatro años, “se los dije”.

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