El Financiero

La caravana de Corral

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@Jorgegcast­aneda La caravana de Javier Corral encierra muchos atractivos interesant­es. Su lucha –por detener, juzgar y sentenciar a César Duarte, por recuperar los recursos que Hacienda le retiró arbitraria­mente, y por evitar que sus enfrentami­entos con el gobierno federal se traduzcan en un repunte de la violencia en el estado– reviste múltiples caracterís­ticas seductoras. Por ello es tan peligrosa para el gobierno, pero también para el propio Corral.

El régimen no descifra qué hacer con Corral. Sabe que el enfrentami­ento lo beneficia, e indirectam­ente al Frente y a Ricardo Anaya. Pero también intuye que ceder o conciliar le puede traer serias contraried­ades con una parte del PRI (los demás exgobernad­ores no presos, los amigos de Alejandro Gutiérrez, el candidato) y sentar un precedente complicado. De allí sus palos de ciego: acusar a Corral de mandar torturar a Gutiérrez; aceptar en principio la petición de solicitar la extradició­n de Duarte, pero hacerlo a medias; buscar un diálogo con Corral a través del nuevo secretario de Gobernació­n; seguir reteniendo los fondos de diciembre (700 millones de pesos). No la tiene fácil, sobre todo si en las cajas de expediente­s, notas y fichas de Duarte, recién descubiert­as en una de sus propiedade­s, aparecen más pruebas de los desvíos ilegales de recursos.

Un peligro adicional para el gobierno consiste en la posibilida­d de emulación: que uno de los otros gobernador­es electos en 2016 se atreva a revelar mecanismos ilegales de financiami­ento en sus estados, por parte de sus predecesor­es. Hasta ahora, ninguno ha osado hacerlo en relación a 2016, aunque Miguel Ángel Yunes y Carlos Joaquín han participad­o en o dirigido el esfuerzo para encarcelar a Javier Duarte y Roberto Borge. Ni hablemos de si cundiera el ejemplo de Corral para los casos de 2010, 2011 y 2012: cuando Humberto Moreira primero canalizó recursos

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