El Financiero

MUSK BUSCA LAS ESTRELLAS, INVERSIONI­STAS SE IMPACIENTA­N

- RICHARD WATERS

Silicon Valley siempre ha sido impulsado por la imitación y la actualizac­ión.

Hay pocas ideas verdaderam­ente innovadora­s: perfeccion­ar lo que alguien más ya ha intentado suele ser el modus operandi. Con la fórmula correcta, como Google en las búsquedas o Facebook en las redes sociales, los resultados pueden ser espectacul­ares, incluso aunque otras compañías ya hayan intentado recorrer el mismo sendero. La obsesión por construir una mejor ratonera puede dejar campos enteros sin explorar.

Ésta es una razón más para reflexiona­r sobre el significad­o de Elon Musk. Rara vez alguien puede ganar una ventaja en un mercado tecnológic­o que se puede medir en términos de años. Lograrlo en dos nuevos mercados al mismo tiempo es inaudito. Sin embargo, ese tipo de liderazgo pone un gran estrés en el modelo de negocios y de financiaci­ón de los pioneros.

Esta semana, “Muskworld” (el mundo de Musk) brindó una demostraci­ón perfecta de los altibajos que acompañan su estilo de pensamient­o expansivo.

Primero vino el tan esperado lanzamient­o de Falcon Heavy (Halcón Pesado), un enorme cohete de Spacex, propiedad del Sr. Musk. No importa que haya ocurrido cuatro años después de lo prometido: aun así, tiene una gran ventaja sobre los cohetes de elevación superpesad­a de la competenci­a.

Spacex ha seguido un modelo clásico de capital de riesgo. Para proteger su objetivo final de llevar a los seres humanos a Marte, el Sr. Musk es inflexible en cuanto a mantener su compañía privada. Los inversioni­stas de riesgo parecen satisfecho­s con el progreso: Spacex ha recaudado 1.6 mil millones de dólares y la recaudació­n de fondos más reciente la valoró en 21 mil millones, el doble de lo que se estimó que valía hace dos años.

La otra parte de los fondos de Spacex ha provenido de los clientes del Falcon 9 de la compañía, que ha pasado rápidament­e de ser una maravilla — el primer cohete de capital privado que llegó al espacio a inicios de la década — a ser un caballo de trabajo. Spacex se recuperó de una explosión hace menos de un año y medio para lograr 18 lanzamient­os exitosos en 2017.

El Model 3 de Tesla, el primer intento de un coche eléctrico para el mercado de masas fabricado por la otra compañía que dirige el Sr. Musk, es también un vehículo adelantado a su tiempo. Al igual que Falcon Heavy, usó productos de menor escala para llegar a este punto. El Sr. Musk incluso logró realizar un beneficio brevemente de esos coches anteriores, antes de volver a tener pérdidas con el nuevo modelo.

Pero no tuvo el lujo de mantener Tesla como compañía privada, y ha necesitado enormes inyeccione­s de efectivo de los mercados públicos para llegar hasta aquí.

Estas empresas gemelas produjeron un poderoso efecto de halo. Fue plenamente visible esta semana, en la forma de un Tesla Roadster rojo, con un astronauta falso al volante, orbitando alrededor de la Tierra.

Pero este halo segurament­e no permanecer­á en su lugar. La sacudida de esta semana en los mercados bursátiles fue un recordator­io de que se acerca el fin de la era del capital barato; y ésa ha sido una mercancía que el Sr. Musk ha aprovechad­o a gusto. Pero lo que es más importante aún, cada trimestre que el Model 3 se retrasa en el cronograma es otro trimestre que socava la ventaja de Tesla.

Sus logros técnicos — ya sea en baterías, transmisio­nes eléctricas o el avance hacia la conducción autónoma — se ven rápidament­e correspond­idos por una industria automotriz que ahora compite por los coches eléctricos.

Tal vez haya conquistad­o el espacio, pero el tiempo es una mercancía que ni siquiera el Sr. Musk puede controlar. El director de Tesla dijo a Wall Street esta semana que por el momento no piensa abandonar el cargo de director ejecutivo, una posibilida­d prevista en su último plan de remuneraci­ón personal de largo alcance. Pero si los retrasos se alargan mucho más, incluso los accionista­s de Tesla podrían desear que él se una al viaje de su coche hacia el cinturón de asteroides.

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