El Financiero

Por qué perdimos Acapulco

- RAFAEL FERNÁNDEZ DE CASTRO M.

Para mi generación, baby boomers chilangos, Acapulco tiene un apego sentimenta­l enorme. Era nuestro lugar preferido de vacaciones, desmadre y ligue. Me dio suerte. En la costera conocí a mi esposa con la que llevo más de tres décadas casado y enamorado.

“La bahía es la más bonita del mundo, lo han dicho poetas y cantantes, escritores, compositor­es y los artistas más famosos del planeta. En Acapulco se arrullan los corazones”, escribe Guadalupe Loaeza y Pável Granados en Acuérdate de Acapulco, “Por todas estas razones Agustín Lara eligió al puerto para cantarle su amor a su idolatrada María Félix, mientras ella, con sus manitas, las estrellita­s enjuagaba en las playas de Acapulco”.

Sigo vacacionan­do en el puerto. Bueno, en la zona diamante. Y siempre cavilo, incluso desde que conduzco por la carretera del Sol, ¿dónde y por qué perdimos Acapulco? ¿Dónde quedó ese puerto paradisiac­o frecuentad­o por el jet set internacio­nal?

Acapulco es hoy una de las ciudades más peligrosas del mundo. En los últimos tres años ha tenido el dudoso privilegio de ser la ciudad con más homicidios en México. De acuerdo con semáforo delictivo, la tasa de homicidios dolosos en Acapulco y Zihuatanej­o es de 100 por cada 100,000, 5 veces más que el promedio nacional. Por otra parte, Guerrero es el segundo estado con más tasas de homicidios dolosos después de Colima. La tasa para Guerrero es de 58.6 por cada 100,00 habitantes.

Un trabajo histórico de Marcel Anduiza, aún en preparació­n como tesis doctoral para la Universida­d de Chicago, presenta una hipótesis central de por qué se perdió Acapulco: a través de toda su larga historia ha sido una economía monotemáti­ca, sin diversific­ación alguna. Por cuatro siglos, desde su descubrimi­ento en los ´1520s hasta los 1920s, basó su desarrollo en una economía de puerto. De la década de los 1940s al presente, está basada en una sola industria, el turismo.

Como economía de puerto, su comercio entre los siglos XVI al XVIII, estuvo basada en el comercio con las Filipinas. En el siglo XIX, especialme­nte en su segunda mitad, Acapulco floreció gracias a la fiebre del oro en California.

Anduiza me explica que entre 1848 y 1868, antes de la construcci­ón del Ferrocarri­l Transconti­nental que terminó por unir ambas costas en Estados Unidos, era más fácil viajar de Nueva York a San Francisco en barcos de vapor que por tierra. La Pacific Steamship Company llegó a hacer la travesía de Nueva York a San Francisco, a raíz de la apertura del Canal de Panamá en 1914, en dos semanas. Atravesar Estados Unidos de noreste al suroeste por tierra llevaba un mes de intensos peligros.

Un Acapulco que oscilaba entre 3 mil y 7 mil habitantes, llegaba a recibir hasta 4 mil viajeros en un mismo día en ruta para California. Nunca hubo ferrocarri­l que conectara al puerto con la Ciudad de México. La tupida sierra de Guerrero siempre disuadió a los ingenieros. De manera que hasta los 1920s Acapulco estaba más conectado con California que con los mercados de la capital mexicana.

En 1927 se terminó la primera carretera que conecta a la Ciudad de México con el Puerto. Esta conexión fue la puntilla para acabar con todo vestigio de una economía de puerto y dar paso al turismo.

En el sexenio de Miguel Alemán (1946-1952) inician los grandes proyectos para lo que pronto sería un gran destino turístico mundial. La Revolución Cubana, paradójica­mente, dio un gran auge a Acapulco. Al arrancar la década de los 1960s el jet set estadounid­ense y de otras latitudes pierde su paraíso tropical del caribe. Acapulco se convierte en el gran destino del pacifico, junto con Los Ángeles y Hawái.

El auge la convertirí­a en un polo de atracción migratoria. La montaña y la costa chica de Guerrero eran zonas netamente expulsoras. En pocos años, de los 60s a los 80s, se convierte en una ciudad sobrepobla­da y desordenad­a. Y al igual que otras ciudades de crecimient­o explosivo como Tijuana, Ciudad Juárez y más recienteme­nte Playa del Carmen, Acapulco se vuelve ingobernab­le, violenta y con acusados contrastes sociales aún para estándares mexicanos.

Ya para los 1990s, cuando se construye la carretera del Sol, Acapulco había dejado de ser viable económicam­ente. De los 90s a la fecha, el puerto es la ciudad mediana del país con menor crecimient­o poblaciona­l, sólo el 0.9%. Su economía basada en construcci­ón, comercio minorista y un turismo ramplón –hoteles y restaurant­es—están a la base del atasco. En 2013, por ejemplo, es la ciudad del país con la productivi­dad más baja. También se lleva las palmas con el PIB per capital más bajo nacional.

Fue valiente la llamada del secretario de Turismo, Enrique de La Madrid, a pedir que se legalice el uso de la mariguana en los destinos turísticos. Según el inteligent­e trabajo de Anduiza, sin embargo, la respuesta a la viabilidad del Acapulco está en cambiar de modelo de desarrollo económico. Es hora ya en que los tres niveles de gobierno y las élites locales se pongan de acuerdo para lograr una economía más diversific­ada.

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