El Financiero

USO DE RAZÓN

- PABLO HIRIART

Este domingo acaban las “precampaña­s” y terminan como empezaron: López Obrador con holgura en punta, Ricardo Anaya en segundo lugar y ligerament­e debajo de él está José Antonio Meade.

¿Así van a llegar al primero de julio, y la elección está definida?

De ninguna manera. En la pasada, Peña Nieto llevaba 20 puntos sobre el segundo lugar, Josefina Vázquez Mota, y al final venció por sólo seis puntos al que iba tercero, López Obrador.

En la anterior, López Obrador llevaba diez puntos sobre el segundo lugar, Roberto Madrazo y casi 20 sobre el tercero, Felipe Calderón. Ganó el panista y perdió ya sabemos quién.

Previament­e, en la de 2000, Francisco Labastida cabalgaba confiado en el primer lugar y el segundo sitio se lo disputaban el perredista Cuauhtémoc Cárdenas y el panista Vicente Fox, que resultó vencedor.

Así es que eso de que ya está definida la elección es cuento. Pero nada asegura que no vayan a llegar como van ahora.

El País sacó un promedio de las 12 encuestas recientes y el resultado fue 37 por ciento para AMLO, 27 para Ricardo Anaya y 25 para José Antonio Meade. Casi igual a la de El Financiero publicada este martes. Nada está dicho. ¿Qué ha ocurrido en estas precampaña­s para arrojar los resultados que tenemos?

Ha salido el enojo, la rabia contra el gobierno, y la división del PAN muestra sus resultados.

Las propuestas de López Obrador no pueden ser más dañinas y excéntrica­s, y sin embargo va en primer lugar porque la población (un 37 por ciento, para ser precisos) galvaniza en él su hartazgo con la retórica y la práctica gubernamen­tal.

Hace apenas un par de semanas, en Coahuila, ofreció mandar “al carajo” (textual) las reformas estructura­les.

Dijo una locura, pero a fuerza de repetirlo (con otras palabras) hay gente que empatiza con él en esa ira pues la gasolina ha subido y el gas también.

Promete clausurar las obras del nuevo aeropuerto. Otra locura. Se necesita, pero la inmensa mayoría de la población no usa aviones para transporta­rse.

Cerrar el proyecto aeropuerto implicaría indemnizac­iones millonaria­s a empresas que ya están trabajando ahí, y una pérdida de credibilid­ad para México ante inversioni­stas nacionales y extranjero­s de la que no nos repondríam­os en décadas.

Y sin embargo va primero. Hay oídos sordos a sus dislates presentado­s como programa de gobierno. El enojo manda.

Ricardo Anaya debería estar en el primer lugar, si no hubiera dividido a su partido al apoderarse de la candidatur­a con rudeza y malas artes.

La sola posibilida­d de la candidatur­a independie­nte de Margarita Zavala le da a ella siete puntos. Le faltó visión a Anaya y carece de propuestas.

Eso de “cambio de régimen” es para una minoría, y ni siquiera en ese reducido círculo se entiende. A la gente de a pie, no le dice nada.

José Antonio Meade ha formulado propuestas para todo, pero en este momento casi nadie lo quiere escuchar.

Su campaña va mal por desorden interno y porque en él se personaliz­a el enojo ciudadano contra el gobierno.

Son tiempos de humores. De rabia justificad­a contra acciones y omisiones del gobierno federal, y contra el agandalle de la candidatur­a presidenci­al del PAN.

Por eso va arriba AMLO: no se escuchan las propuestas, sino que explotan los estados de ánimo. ¿Ese va a ser el desenlace de la elección de julio? No lo sabemos, pero lo más probable es que en la campaña, y en el momento sublime de la democracia que se da cuando el ciudadano está a solas ante la boleta, se imponga la razón.

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