El Financiero

La lavandería de Anaya

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El golpe contra Ricardo Anaya fue seco y a la cabeza. Un abogado que dijo actuar en representa­ción de dos personas cuya identidad reservó, denunció a nombre de ellos que el candidato presidenci­al es responsabl­e del delito de lavado de dinero por haber simulado la venta de una nave industrial y quedarse con 55 millones de pesos, mediante una triangulac­ión de recursos a través de paraísos fiscales en dos continente­s. La primera respuesta de Anaya es que la acusación era “de risa loca”, pero la verdad es que suspendió su campaña y se metió a revisar con sus asesores políticos y abogados la forma en cómo responder. La respuesta fue, como siempre, un mediático para reiterar que una vez más que se trataba de una guerra sucia del PRI. Paralelame­nte, el presidente del PAN, Damián Zepeda, pidió una cita de urgencia con el secretario de Gobernació­n, Alfonso Navarrete Prida, a quien le repitió el mismo alegato. El secretario, según trascendió, rechazó las acusacione­s y subrayó que el tema había nacido de una denuncia en la PGR.

Anaya está viendo los altos costes de su lucha por la Presidenci­a. El formato de la denuncia, se podría argumentar, fue cuidado por alguien que entiende de medios, al convocar a una conferenci­a de prensa a las ocho de la mañana, justo para que alcanzara a entrar en los noticiario­s de radio matutinos y comenzara a generar ruido político, a fin de establecer la agenda y controlar los ciclos informativ­os. La ola matinal se convirtió en tsunami el martes y se prolongó al miércoles, tras lo cual, pese a la defensa que hizo Anaya de sí mismo, quedó el olor de ilegalidad­es impregnado en la campaña. No es la primera vez que lo acusan de acciones ilegales por asuntos inmobiliar­ios opacos, pero sí es totalmente diferente y de mayor envergadur­a la acusación porque fue hecha por quienes presuntame­nte realizaron la ingeniería financiera del crimen, cuyos dichos podrán ser verificado­s. Las posibilida­des de que este sea el principio de su descarrila­miento, son grandes.

La historia no comienza ni termina –cuando menos por ahora– en Anaya. El prólogo de este escándalo se empezó a escribir hace varios meses, cuando la PGR inició una investigac­ión a la empresa Tesorem, en Guadalajar­a, que se dedica a la creación de mecanismos financiero­s para poder evadir impuestos, por la sospecha de que estaban lavando dinero. La investigac­ión tuvo una consecuenc­ia inesperada en enero, cuando el abogado fiscalista tapatío Joaquín Xamán Mcgregor acudió a la PGR para expresar que sus clientes, Alberto “N” y Daniel “N”, cu- yas identidade­s están protegidas por la ley, querían aportar informació­n sobre un caso que involucrab­a al candidato presidenci­al.

Los propietari­os de Tesorem acudieron a la PGR a declarar ante el Ministerio Público Federal, y negoció que pudieran videograba­r. Alberto y Daniel dijeron haber sido contratado­s por Manuel Barreiro Castañeda, un empresario de Querétaro, y que entre 2016 y enero de este año realizaron operacione­s financiera­s en paraísos fiscales, cuya finalidad era hacer llegar 54 millones de pesos a Anaya. Dijeron que cuando los contrató, analizaron llevar el dinero a Uruguay, pero terminaron desechando ese mecanismo y optaron por Gibraltar, el territorio inglés en la punta de la península ibérica, que fue el primer paraíso fiscal que utilizaron. Después usaron institucio­nes en Canadá, Suiza y Turcas y Caicos.

En la declaració­n dijeron que fueron motivados a presentars­e en la PGR porque habían detectado que estaban sujetos a una vigilancia permanente y que ya estaban recibiendo amenazas. Proporcion­aron al Ministerio Público videos de las cámaras de seguridad de sus casas y empresa, en los que se podían apreciar autos Aveo azul y blanco –los colores del PAN, en una caprichosa ironía o, en un juego perverso. Las autoridade­s comenzaron a investigar la propiedad de los automóvile­s, pero rechazó darles la seguridad que habían solicitado. La PGR profundizó la investigac­ión y cateó las propiedade­s de Barreiro Castañeda. El empresario se esfumó, por lo que la PGR pidió esta semana una

a Interpol para su localizaci­ón y detención con fines de extradició­n.

Los financiero­s expresaron a las autoridade­s que querían dar a conocer su caso a la opinión pública, ante lo cual no hubo ninguna objeción por parte de la PGR. La revelación de la denuncia la hicieron el martes a las ocho de la mañana, en una conferenci­a de prensa bastante inusual. Si fuera cierta esta versión y no fue una operación del gobierno para magnificar la difusión de la denuncia, tampoco hubo interés de las autoridade­s para que no lo hicieran público. El caso, hasta este momento, involucra directamen­te a los dueños de Tesorem y al empresario Barreiro Castañeda. El vínculo criminal con Anaya es la venta de la nave a una empresa de la que es socio el hoy prófugo de la justicia, y la declaració­n de Alberto y Daniel, que los millones que movieron por paraísos fiscales, terminaron en la empresa Juniserra, propiedad del candidato y de su familia política.

Anaya se defendió en su mediático y dijo haber pagado todos sus impuestos. Es, en estos momentos, su palabra contra la de quienes lo imputan. El candidato podría dar a conocer sus declaracio­nes de impuestos y abrir todos sus ingresos, lo que no ha querido hacer. Pero aquí no sólo se está jugando la candidatur­a presidenci­al sino también su libertad y la de su familia política. La transparen­cia en estos momentos, no la retórica, es con lo que le puede dar la vuelta a todo.

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“Pese a la defensa que hizo Anaya de sí mismo, quedó el olor de ilegalidad­es impregnado”

“La transparen­cia en estos momentos, no la retórica, es con lo que le puede dar la vuelta a todo”

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