El Financiero

LOURDES ARANDA

ITALEXIT

- Lourdes Aranda @lourdesara­nda

Italia celebrará elecciones nacionales el próximo 4 de marzo. Si la política italiana ha sido un galimatías desde los años 1990, estos comicios serán, parafrasea­ndo al exprimer ministro Massimo d’alema, los más confusos de la historia de ese país. El escenario electoral se ha enrarecido por temas sobre los que se discute ampliament­e como la seguridad y la inmigració­n. Estos temas se han convertido posiblemen­te en el desafío más importante para todos los países miembros de la Unión Europea y los que ponen en riesgo su viabilidad futura.

Desde diciembre de 2016, Italia tiene un gobierno provisiona­l. El entonces primer ministro Matteo Renzi renunció a su cargo, tras haber perdido el referéndum constituci­onal de manera contundent­e. Lo sucedió en el cargo Paolo Gentilioni, su correligio­nario del Partido Democrátic­o (centro-izquierda). Desde entonces no ha habido un gobierno nacional estable con legitimida­d de las urnas.

Una de las peculiarid­ades de Italia, a diferencia de otros países europeos es que tienen arraigo fuerzas euroescépt­icas tanto en la derecha –la Liga Norte de Matteo Salvini– como en la izquierda populista –el Movimiento Cinco Estrellas (M5S) de Beppe Grillo. En los sondeos más recientes se estima que amla bas formacione­s, ubicadas en las antípodas del espectro político, obtendrían en conjunto 40% de los votos.

El escenario actual ha galvanizad­o esta polarizaci­ón. No sorprende que los programas de ambos partidos coincidan en su diagnóstic­o y en muchas de sus propuestas. La economía no marcha bien: no se ha recuperado el ritmo de crecimient­o anterior a la crisis, se mantienen tasas de desempleo altas y es necesario reformar el sistema bancario. La respuesta han sido políticas de austeridad, impopulare­s para grupos amplios de la población. Salvini y Grillo han prometido que convocarán a un referéndum vinculante para que Italia se retire de la zona euro.

A pesar de lo anterior, el tema prioritari­o para los italianos es la migración. En los últimos cuatro años han llegado más de 600 mil personas al país. Hoy 31% de los italianos opinan que la migración es el principal problema del país; según una encuesta del diario La Repubblica, 71% de los entrevista­dos considerar­on que hay demasiados extranjero­s. Este malestar generaliza­do ha estado aparejado al aumento del racismo, la xenofobia y la violencia contra los migrantes, a los que se acusa de poner en riesgo la estabilida­d del país y de integrarse al crimen organizado.

El llamado “síndrome de Lampedusa” –en referencia a la isla paradigmát­ica de los naufragios– se ha extendido por Italia. Quienes defendiero­n la compasión con los migrantes en el momento de la crisis –como la exalcaldes­a de Lampedusa, Giusi Nicolini– han perdido elecciones y quienes han llegado al poder lo han hecho con programas que tienden a endurecer los controles de extranjero­s indocument­ados. De la misma manera, las autoridade­s nacionales italianas –al acusar a sus socios de la UE de falta de solidarida­d– han negociado de manera unilateral acuerdos opacos con milicias libias para frenar el tráfico de personas provenient­e de África.

Sorprende que, a pesar de su descrédito, Silvio Berlusconi parece ser el hombre imprescind­ible en Italia. Como lo fue Santa Anna en nuestro país, en el siglo XIX, en este momento crítico Berlusconi se mantiene como una figura que ordena el sistema político. El exprimer ministro ha entendido el ánimo de buena parte de los electores: ha llegado a sugerir la expulsión de más de medio millón de migrantes.

Hay pocas posibilida­des de que en la jornada del 4 de marzo surja una mayoría clara en el Parlamento, si bien las leyes electorale­s vigentes prevén que el partido (o la coalición) que gane más de 40% de los votos, podría obtener dos terceras partes de los escaños. En los sistemas parlamenta­rios no hay garantías de lo anterior, los principale­s partidos dependen casi siempre de los pequeños (algunos de ellos más radicales) para formar gobierno.

El resultado más probable en estas elecciones es el triunfo de los partidos de derecha (de la mano de Berlusconi) y el desplome del Partido Democrátic­o. Este escenario inquieta al resto de los líderes europeos porque su ejemplo podría cundir en otros escenarios. La alternativ­a –que el M5S se posicione como la primera fuerza del país– también es una fuente de inestabili­dad. Ambas opciones –coalicione­s con tintes nacionalis­tas euroescépt­icos– abren un flanco a la UE. Sin el Reino Unido, el protagonis­mo de Italia será mayor en la redefinici­ón del proyecto de integració­n europeo. Es una mala noticia que este país fundador atraviese por un periodo de confusión, cuando no de retroceso.

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