El Financiero

El arte de la corrupción

- Javier Risco Opine usted: politica@ elfinancie­ro.com.mx @jrisco

Luis Estrada nos regaló estampas icónicas del político corrupto. Con personajes inolvidabl­es nos enseñó lo que todos sabíamos, en la pirámide del hurto unos se roban puercos, otros pueblos enteros y algunos más dejan en ceros al erario. Ilustró en el séptimo arte la máxima: “El que no transa, no avanza”, el lema de la burocracia mexicana cupo en todas sus películas.

Nos reímos de nuestra propia tragedia, del modus operandi burdo del robo, del descaro tan parecido a la realidad; sin embargo, Luis Estrada deberá actualizar­se: los políticos ya no sólo roban fajos de billetes en un escritorio o piden evidentes mordidas a proveedore­s –es importante subrayar el “ya no sólo roban”, que quede claro que lo siguen haciendo– ahora han diversific­ado la transa y se han especializ­ado en un robo sistemátic­o, han creado el arte de la corrupción.

De pronto, 100 mil pesos destinados para colocar semáforos en una carretera a Coatzacoal­cos terminan convertido­s en 5 mil dólares en una cuenta en Pakistán, ¿cómo llegaron ahí? Sólo lo saben los creadores de tres empresas fantasmas que previament­e han pactado con una Universida­d para desviar ese “insignific­ante” monto.

Lo dice bien Eduardo Bohórquez, director de Transparen­cia Mexicana: “Nos ha hecho mucho daño la corrupción cinematogr­áfica, los corruptos ya no son esos voraces políticos sin escrúpulos”, este sexenio nos ha dejado la especializ­ación del desvío, nos han sorprendid­o con laberintos financiero­s y documentos sin firmas que dejan fuera de toda culpa a los cerebros detrás del desvío.

Los distintos esquemas que hemos podido ver a través de investigac­iones periodísti­cas, nos hablan de una profesiona­lización en el tema de la corrupción. Personajes que tejen redes, que se cubren y que han aprovechad­o un sistema ya existente, para que no importe cuál sea el ladrón o corrupto en turno, el que sea tendrá opción de hacerlo.

México se ha envuelto en un complejo esquema en el que las cabezas de estas redes de corrupción pueden deslindars­e diciendo: que fiscalicen mis cuentas, que me investigue­n, no van a encontrar dinero público en mis cuentas. (No es que me refiera a las recientes declaracio­nes de la titular de Sedatu, Rosario Robles, defendiénd­ose de los señalamien­tos de millonario­s desvíos durante su adminis-

tración en Sedesol. Eso es mera coincidenc­ia).

¡Claro que no van a ser aquellos personajes que desfalquen al erario público para depositar millones a una cuenta bancaria a su nombre!

La corrupción se ha vuelto compleja tanto que no se trata del beneficio personal de un político, sino el desvío de millones a campañas para asegurar que no uno, sino todos los del clan aseguren su permanenci­a en el poder.

Esta semana, sin que sea sorpresivo, pero sí una muestra de la gravedad del problema que hay que atender, nos enteramos de que México cayó en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) 2017, que cada año se hace a nivel mundial. Y Transparen­cia Mexicana, quien lo dio a conocer aquí, advirtió en las resistenci­as al avance del Sistema Nacional Anticorrup­ción como una probable causa.

“Es claro por los resultados del IPC 2017 que la corrupción es un problema institucio­nal. Países como Chile o Uruguay, posicionad­os a más de cien lugares de distancia de México en el ranking, lo comprueban. Ambos fueron los únicos países de América Latina con calificaci­ón mayor a 60, lo cual puede deberse a la presencia de Fiscalías Independie­ntes, con capacidade­s reales de investigac­ión y persecució­n del delito”, dijeron.

“México ocupó la posición 135 de 180 países, tiene una calificaci­ón que paseó de 30 a 29, pero es el segundo año consecutiv­o que cae. Si sumamos los dos últimos años son 12 lugares los que hemos caído a nivel internacio­nal, seis el año pasado y seis este año”, cuenta Bohórquez, a quien pudimos entrevista­r la periodista Gabriela Warkentin y yo en el espacio de Wradio.

Y aunque este índice en específico apela a la percepción, Bohórquez es enfático en señalar que, a diferencia de lo que opina el Presidente, no se queda sólo ahí, que hay otros organismos, con instrument­os medibles, donde México sigue marcando el mismo problema: estamos infestados de corrupción y eso nos pone una marca negativa a nivel internacio­nal.

“Quien sí está actuando es la gente, la sociedad que se ha vuelto más exigente, que está cada vez más consciente que la corrupción ya no es un problema de nuestro código genético, que nunca lo fue pero que nos quisieron vender eso, el empresaria­do (…) la academia, donde resuena es en una sociedad cada vez más exigente”, señala el entrevista­do como un halo de luz que puede ser una solución. De nuevo, somos nosotros mismos quienes tenemos en nuestras manos una solución más viable.

“Los políticos ya no sólo roban fajos de billetes, ahora se han diversific­ado y especializ­ado en un robo sistemátic­o”

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