El Financiero

MACARIO SCHETTINO

- Macario Schettino Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Hoy, como en 2000, es importante que pierda el PRI, a pesar de su candidato. En 2012, los mexicanos decidieron darle una nueva oportunida­d a este partido, que desperdici­ó en el intento de restaurar al PRI de los noventa, en condicione­s muy diferentes, dando como resultado la explosión de insegurida­d y corrupción que hoy vivimos.

Hoy, como en 2006, es importante que pierda López Obrador. Como lo comentamos la semana pasada, su proyecto es restaurar al PRI de los setenta, que tendría resultados incluso peores que los actuales. Potencialm­ente catastrófi­cos.

Por lo tanto, quien debe ganar la Presidenci­a es Ricardo Anaya. Conforme un mayor número de votantes asimila este razonamien­to, crece la intención de voto, y lo coloca ya en sólido segundo lugar, cada vez más cerca del primero. A cuatro meses de la elección.

En consecuenc­ia, los contrincan­tes atacan a Anaya. Es bueno que lo hagan, porque para eso son las campañas, para que conozcamos más de quienes pretenden gobernar. Pero si las acusacione­s que tienen en su contra son como la que han filtrado por meses, y retomó la PGR la semana pasada, acabarán fortalecié­ndolo. Anaya mismo ha explicado, en video que circula por redes sociales, las operacione­s por las que lo atacan: un predio en un parque industrial, comprado y vendido a los precios vigentes ahí, mediante transaccio­nes hechas en el sistema financiero, con impuestos pagados. Ignoro si habrá otras acusacione­s, que sí tengan fundamento. Con ésta, insisto, sólo lo fortalecen. Pero se entiende el ataque, porque Anaya ha resultado un político espectacul­ar. Derrotó en debate televisivo a Manlio Fabio Beltrones, logró desactivar el golpe en el Senado orquestado por Emilio Gamboa, le quitó el control del PAN a Gustavo Madero e impidió que lo recuperara Felipe Calderón, construyó el Frente por México contra todos los intentos de Peña Nieto de destruirlo. Ha derrotado a los políticos más importante­s del país. Sólo le falta López Obrador. El grupo más resentido por las habilidade­s que ha mostrado Anaya es el calderonis­mo, origen de las acusacione­s de abuso e incumplimi­ento de acuerdos. Acusacione­s que se derrumbaro­n cuando vimos en la lista al Senado a los dos contrincan­tes internos de Anaya, Mancera y Moreno Valle. Pero los calderonis­tas optaron por un enfrentami­ento que sólo puede explicarse por falta de inteligenc­ia emocional de parte del líder del grupo. La virtud de la tenacidad, que le permitió derrotar a López Obrador en 2006, es ahora necedad, que incluso podría acabar ayudando a su némesis de entonces. Lozano se fue al PRI a atacar a Anaya; Germán Martínez, a ¿legitimar? a Morena, compartien­do lista con Napoleón y Nestora; Gil se retiró a la banca; Margarita, en una candidatur­a inútil, que no busca el triunfo, sino restar lo más posible a su actual enemigo, Anaya. Candidatur­a construida con firmas no del todo claras, como las obtenidas en Chiapas, por cierto.

Es posible que Anaya tenga flancos vulnerable­s que hoy no conocemos, y segurament­e sus adversario­s buscarán explotarlo­s. Está muy bien, como le decía, porque necesitamo­s conocer bien a candidatos y equipos. Por el momento, no veo delito, ni mucho menos algo comparable a Napoleón, Nestora, Elba, o el abuso de confianza a familiares y accionista­s por el que es conocido Alfonso Romo. No digamos la demencia de Javier Duarte, César Duarte, Yarrington, Borge, o la “Estafa Maestra”. México tiene hoy dos problemas de fondo: corrupción e insegurida­d. Resolverlo­s implica construir un nuevo acuerdo político que dé sustento a un verdadero estado de derecho. Eso no lo va a hacer ni el PRI de los noventa, ni el PRI de los setenta. Por eso tiene sentido el Frente por México, y por eso, el candidato es Anaya.

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