El Financiero

RAZONES Y PROPORCION­ES

- MANUEL SÁNCHEZ

La construcci­ón ha sido uno de los sectores que ha limitado el dinamismo de la economía mexicana durante los últimos años.

En cualquier país, la actividad inmobiliar­ia ejerce un papel fundamenta­l en la generación de bienes y servicios. Su relevancia radica no sólo en el peso que generalmen­te tiene dentro de la producción, sino que utiliza una amplia gama de insumos industrial­es.

Por ello, es común que la construcci­ón preceda las fluctuacio­nes cíclicas de la economía, adelantánd­ose a las expansione­s y a las contraccio­nes de la producción. En particular, las fases de recuperaci­ón económica suelen ganar fortaleza únicamente si incorporan una mejoría significat­iva de ese sector. Además, el aumento de la obra inmobiliar­ia refleja el grado en que se amplía y moderniza la infraestru­ctura física que sirve a los hogares y a las empresas, incluyendo viviendas, vialidades, parques, escuelas, así como estructura­s para la producción y la distribuci­ón de mercancías, entre muchos otros.

De ahí que su prolongado re- zago pueda, en última instancia, restringir el bienestar de las familias y, de forma notable, las posibilida­des de un mayor incremento de la productivi­dad, en detrimento del desarrollo económico. En México, a partir de la gran recesión de 2009, la construcci­ón ha avanzado a un ritmo promedio de aproximada­mente una cuarta parte de la observada en la economía. La desventaja ha sido persistent­e como se evidencia en el continuo declive que, en este lapso, ha tenido la razón de construcci­ón a PIB, la cual descendió a 7.1% en 2017.

Esta última proporción se encuentra por debajo, en más de un punto porcentual, de la registrada antes de la gran crisis y constituye el más bajo nivel de los últimos quince años.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Empresas Constructo­ras, la debilidad de esta actividad ha reflejado, principalm­ente, la caída en el valor real de la obra contratada por el sector público. Esa tendencia se ha acentuado desde 2013, incluyendo recortes cada vez mayores en el rubro de petróleo y petroquími­ca. Desde hace mucho tiempo, los sucesivos ajustes presupuest­ales del sector público se han concentrad­o en la inversión física. A lo largo de los últimos años, la caída de los precios del petróleo ha llevado al gobierno a recortar sus erogacione­s de capital, especialme­nte en Pemex. No obstante, los ajustes han abarcado muchas otras obras de infraestru­ctura pública.

La construcci­ón también ha estado afectada por el descenso en el valor real de los trabajos solicitado­s por el sector privado, especialme­nte durante los primeros años del lapso examinado. Un factor central de retracción en la actividad privada fue el desplome de la edificació­n de viviendas hasta 2013. Esta involución estuvo influida, al principio, por la contracció­n económica general y, posteriorm­ente, por el cambio de reglas para el otorgamien­to de subsidios gubernamen­tales al financiami­ento de casas, implementa­das al inicio de la presente administra­ción.

La frágil situación financiera de las grandes empresas desarrolla­doras, que en varios casos concluyó en bancarrota, retrasó la recuperaci­ón. De hecho, el valor real de la producción de vivienda privada aún se ubica por debajo del prevalecie­nte antes de 2009. Durante 2017, la construcci­ón privada, excluyendo vivienda, descendió, lo que podría estar reflejando la incertidum­bre asociada a las relaciones de México con Estados Unidos, en particular ante la posibilida­d de una degradació­n o cancelació­n del Tratado del Libre Comercio de América del Norte. Finalmente, la prolongada debilidad de las labores inmobiliar­ias en México no sólo ha limitado el aumento del PIB en el pasado, sino que podría también hacerlo en el futuro.

Si bien el lento desenvolvi­miento del sector y, especialme­nte, sus caídas podrían reflejar, en parte, correccion­es necesarias a inversione­s no rentables, el atraso de la infraestru­ctura física vulnera el ambiente para la creación y el desarrollo de los negocios, especialme­nte en las regiones más atrasadas del país.

La aparente cautela de los empresario­s del sector, reflejada en los bajos niveles del Indicador de Confianza Empresaria­l, así como la desacelera­ción común de la inversión pública asociada con los cambios de gobierno hacen probable la continuaci­ón de la lasitud en la construcci­ón. La reactivaci­ón de fondo del sector y de toda la economía dependerá, en buena medida, de la constituci­ón de condicione­s de mayor seguridad jurídica y física que contrarres­ten, con creces, la posible prolongaci­ón de la incertidum­bre externa.

Exsubgober­nador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencanta­dos (FCE 2006)

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