Candidatura perdedora
La posibilidad de que exista el relevo del candidato presidencial de la coalición PAN-PRD-MC es remota, ya que luego de librar todos los obstáculos, por la buena o por la mala, Ricardo Anaya no soltará la candidatura, a pesar de que ello signifique la derrota electoral.
Y ese revés no sólo lo afectará a él, sino, en efecto en cascada, a todos los candidatos que representan al Frente por México. Los muertitos guardados en el clóset pueden llenar un cementerio; sin embargo, no serían razón suficiente para sacarlo de la jugada, aunque los delitos por los que se le acusa están debidamente soportados y, por ende, se está conformando la carpeta de investigación. El delito de lavado de dinero y defraudación fiscal está penalizado con la privación de la libertad.
Ricardo Anaya podría ser el primer candidato presidencial que vaya a la cárcel y con ello alterar todo el escenario nacional rumbo al 1 de julio.
Más allá de las consideraciones jurídicas y penales, resulta increíble que a pesar que el exdirigente del PAN tenía desde hace años defina su aspiración presidencial, haya tomado decisiones que pusieran en riesgo su proyecto político y, lo más grave, es llevarse entre las patas al PRD y a MC, quienes segados por la ambición le vendieron su alma al diablo.
Más dedicado en su defensa que en su campaña, Ricardo está dejando pasar una oportunidad dorada para ser un candidato competitivo y no sólo se aleja del puntero, Andrés Manuel López Obrador, sino que está al alcance de José Antonio Meade. Especular sobre quienes pudieran suplirlo, efectivamente puede sonar ocioso, lo que hay que ponderar es sobre el desplome de una opción que pudo haber gobernado al país. En poco tiempo, un lapso no mayor de siete meses, Anaya subió a la cúspide y se desplomó al abismo, y es en este punto en donde sus simpatizantes y aliados deberían detenerse para recomponer el rumbo.
No basta acusar a la mafia del poder de todos sus males, sino de emprender diversas acciones en varios frentes que le permitan al joven maravilla volverse a posicionar en el ánimo de los electores.
Debería reflexionar Anaya en todas las traiciones que hizo en su vertiginosa carrera y ver cuántos enemigos le dejó esa forma de actuar. Ahora que está en aprietos, no tiene verdaderos amigos, todos sus cercanos están movidos por la codicia y la avaricia por posiciones políticas.
O a poco Jesús Zambrano, la Barrales, o Dante Delgado están con él, movidos por la solidaridad en lugar de la ambición. Y los pocos panistas que están a su lado, valdría la pena medirlos para ver que tanto están dispuestos a acompañar a su amigo en lo que parece su inexorable destino.
Así las cosas, en plena intercampaña, en donde se supone que los candidatos deben replegarse para prepararse para la campaña, que sólo dura tres meses, Ricardo Anaya se la pasa entre abogados y diversos recursos legales para defender su causa. Decir que Miguel Ángel Mancera o Santiago Creel pueden ocupar su lugar, podría sonar ocioso. Pero sigo insistiendo en que, a pesar del negro horizonte que se vislumbra, no va dejar la candidatura, aunque represente Anaya una opción perdedora.
“Decir que Mancera o Santiago Creel pueden ocupar su lugar, podría sonar ocioso”