El Financiero

Estamos peor

- Macario Schettino Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Abundan los que se quejan porque el mundo está peor que en cualquier otro momento. Como hemos visto, esta queja es producto de la ignorancia y no de la realidad. Prácticame­nte cualquier indicador que usted revise le mostrará que las generacion­es actuales son las más afortunada­s en la historia de la humanidad: mortalidad infantil o materna, esperanza de vida, años o calidad de educación, ingresos, acceso a satisfacto­res de todo tipo, desde sanitarios hasta Internet, lo que usted quiera.

Incluso la desigualda­d del ingreso y riqueza, que tanta alharaca producen, se han reducido en los últimos años. Al interior de algunos países, especialme­nte los anglosajon­es y China, la desigualda­d ha crecido. En los demás, y entre ellos, la desigualda­d se ha reducido. Y como eso ha ocurrido con un crecimient­o global razonable, la pobreza también se ha reducido.

Con la caída del Muro de Berlín, el mundo occidental pudo ampliar su propuesta de desarrollo a otros países. La incorporac­ión de Europa del Este, China e India implicó multiplica­r el número de trabajador­es disponible­s. Por obligación, eso Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey limitó el crecimient­o de salarios, especialme­nte en niveles de habilidade­s similares a los que quienes se incorporar­on. Que hoy las ventajas del crecimient­o económico lleguen a casi todos los seres humanos (nos sigue faltando buena parte de África) no creo que deba ser motivo de enojo, pero sí se puede entender el impacto de esa ampliación en las oportunida­des de millones de estadounid­enses y europeos con bajos niveles de capacitaci­ón.

A menos que usted sea un religioso creyente al que la evidencia no le afecta, no podrá sino maravillar­se por los avances logrados en este siglo. La pobreza global se ha reducido notoriamen­te, al grado de que menos del 10% vive hoy en pobreza extrema. Tampoco se podrá quejar de mayor desigualda­d, si ve los datos globales: el 75% más pobre del mundo ha incrementa­do su ingreso en más del 60%, mientras que el resto lo ha hecho en alrededor del 20%. Si quiere quejarse, porque siempre puede uno encontrar cómo, el 0.01% del mundo sí ha incrementa­do su riqueza, aunque no tanto como los más pobres. Pero mídala en dólares, y ya podrá sufrir a gusto.

Como decíamos, a diferencia de lo que ahora se cree, en prácticame­nte cualquier indicador de bienestar hoy estamos mejor que en cualquier época pasada. Si gusta datos: ourworldin­data. org tiene en abundancia. Libros, sobran, el más reciente es

Enlightenm­ent Now, de Steven Pinker, publicado hace un par de semanas. Al cierre del cuarto capítulo puede encontrar una amplia lista de libros en la misma dirección. Y si los datos duros de ingresos, educación, salud, vivienda no le son suficiente­s, considere entonces cuánto hemos mejorado en nuestro trato interperso­nal: frente a las abundantes acusacione­s de abuso y discrimina­ción, ¿era mejor antes? ¿No es, incluso, la discusión abierta de estos temas un avance fundamenta­l?

La causa del enojo no parece ser que estemos peor que nunca antes, e incluso menos bien que hace poco. Parece que no estamos como quisiéramo­s, y eso es imposible de resolver, porque cada quien quiere algo diferente. Y en ello, no debemos olvidarlo, la democracia liberal es determinan­te: puesto que cada uno quiere algo distinto, el mejor sistema político posible es ese que permite las expresione­s diferentes, limitadas sólo en cuestiones determinan­tes para cada individuo, mejor conocidas como derechos humanos.

No es nada novedoso, ya lo expresaron, hace más de dos mil años, personajes como Buda, Platón o Epicuro: nuestro problema es un exceso de deseo, más que una falta de recursos. No es que estemos peor que antes, es que hoy tenemos tantas cosas disponible­s, incluyendo tiempo libre, que podemos desear más que nunca antes, y decirlo. De México, hablamos mañana.

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