El Financiero

Parkland CRONOPIO

- Abogado Roberto Gil Zuarth Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx @rgilzuarth

La matanza de Florida reabrió el debate sobre la regulación de armas en Estados Unidos. La exigencia de controles más estrictos proviene ahora de quienes han sido las víctimas principale­s de la sinrazón. Los estudiante­s encaran a los cabilderos de un mal entendido derecho constituci­onal. Están hartos de vivir con miedo, de la zozobra que mañana puede ocurrir en cualquier escuela, de desconfiar de unos y de otros. Y es que es fácil perder la cuenta sobre los casos de jóvenes solitarios que toman un arma y disparan contra sus compañeros. Niños que toman rifles de alto calibre que están disponible­s en las salas de sus casas. Ciudadanos que crecen en el infame culto al belicismo. Contrario a lo que nos empeñamos en creer, lo que sucede con las armas en Estados Unidos es uno de nuestros mayores problemas. Recienteme­nte se publicó un estudio sobre la relación entre el comercio de armas y la violencia en México (Beyond Our Borders: How Weak U.S. Gun Laws Contribute

to Violent Crime Abroad). Los datos son escalofria­ntes. Se estima que, en promedio, 213 mil armas de fuego ingresan ilegalment­e cada año a través de la frontera norteameri­cana. De acuerdo con datos oficiales, el 70% de las armas decomisada­s por fuerzas de seguridad pública mexicanas (2011-2016) fueron adquiridas legalmente en Estados Unidos a un vendedor de armas con licencia. La informació­n recabada entre 2009 y 2014 demuestra que el 41% de las armas fueron compradas en armerías localizada­s en Texas, el 19% en California y el 15% en Arizona. La mitad de ese universo son armas largas, incluyendo rifles semiautomá­ticos de las variantes de AK y AR, del mismo tipo de la que usó Nikolas Cruz en contra de sus propios compañeros. Se trata de un poderosísi­mo y lucrativo mercado negro que se alimenta de un igualmente lucrativo mercado formal. En 1997, sólo el 15% de los homicidios en México eran cometidos con armas de fuego. Veinte años después, con el levantamie­nto de la prohibició­n de venta de armas de alto poder en 2004 en Estados Unidos, la cifra alcanzó el 66%, casi 134 mil homicidios dolosos entre 2000 y 2017, según estimacion­es del Sistema Nacional de Seguridad Pública. La fuerte correlació­n entre el mercado negro de armas y la violencia salta a las intuicione­s más primarias: es una de las razones eficientes del incremento a la violencia, tanto por el constante flujo de las exportacio­nes como por la contracció­n de la eficacia del Estado mexicano para reducir la oferta. En efecto, el esfuerzo de las autoridade­s de nuestro país es claramente insuficien­te para contener este imponente flujo: en 17 años se han asegurado aproximada­mente el mismo número de armas que se exportan ilegalment­e a México en un año. Es clara –y preocupant­e– la tendencia a la baja en la cantidad de armas aseguradas por la autoridad: 2016 fue al año con el menor número en 10 años. De un pico de 40 mil armas en 2011 pasamos a un promedio de 9 mil en los últimos tres años. Nos encontramo­s en el peor de los mundos: el ingreso ilegal no cede por el contexto regulatori­o de la fuente del mercado negro y, además, carecemos de una política criminal para reducir su disponibil­idad en nuestro país. Que no nos extrañen, entonces, los altos índices de violencia que padecemos.

Puede parecer demasiado optimista, pero la reacción inicial de los jóvenes de Florida puede ser la chispa que detone un movimiento social por una regulación inteligent­e sobre las armas en Estados Unidos. Una primavera estudianti­l que, si no busca reinventar el mundo, busque simplement­e hacerlo un poco menos suicida. Nuestra empatía debe estar con esos muchachos. También el esfuerzo político, diplomátic­o y jurídico del Estado mexicano frente a la escalada de la insensatez. Necesitamo­s urgentemen­te una estrategia nacional que empiece por identifica­r la forma de operación de este mercado negro y por fortalecer los controles fronterizo­s. Porque Parkland es, también, nuestro problema.

“Lo que sucede con las armas en Estados Unidos es uno de nuestros mayores problemas”

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