El Financiero

Anaya, un candidato solo

- Juan Ignacio Zavala Opine usted: zavalaji@yahoo.com @juanizaval­a

Harry Mulisch, en su espléndida novela El descubrimi­ento del cielo,

suelta algunos aforismos sobre política que siempre es bueno recordarlo­s. Alguno de sus personajes dice: “La política hace daño a cualquier alma. En política, tu enemigo mortal en potencia siempre está sentado en la primera fila de tu auditorio”. Quizá Ricardo Anaya, en su meteórica carrera, no se dio cuenta de que algún día dejaría de ver en la primera fila a sus familiares y conocidos, y en su lugar estarían sentados sus enemigos. Los fans de Anaya no han dejado de resaltar cómo ha hecho su carrera él solo. Y tiene sentido, al parecer se trata de un tipo que lo hace todo solo –salvo bailar en las bodas, como ya vimos. Comentan que hace yoga solo, que estudia solo, que planea sus cosas solo, que ensaya solo, que escribe sus cosas solo. Y claro, ahora que está en problemas, el resultado tiene sentido: está solo.

Es de llamar la atención. Nadie defiende a Ricardo Anaya. A lo mejor también prefiere hacer sus defensas solo. Damián Zepeda prefiere echarle la culpa al PRI

AUTONOMÍA RELATIVA que defender a cabalidad a su padrino. Del partido ni quién dé la cara por él. ¿Alguien ha visto a los gobernador­es panistas salir en bloque a defenderlo? ¿Los de la lista de plurinomin­ales han salido a defender a su candidato presidenci­al? ¿Dónde están los intelectua­les sociedad-civilistas que lo arropaban y lo ponían en un pedestal? Denuncian tibiamente la actuación de la PGR, pero de fondo nadie lo defiende. Sorprende el silencio, que más bien ya parece temor a verse involucrad­os en un problema grave. Lo normal sería ver a todo el partido, en este caso todo el Frente, en defensa de su vapuleado candidato, pero no es el caso. Ni Santiago Creel, al que se consideró por una temporada su mentor político, ha dicho nada. En una semana el converso morenista Germán Martínez ha defendido más a López Obrador que Santiago Creel a Anaya en un año. El resultado puede verse en las campañas de cada uno. Los fans de Anaya suelen repetir que es un tipo habilísimo. Dicen: “se chingó a Felipe, se chingó a Madero, se chingó a Moreno Valle, se chingó a Mancera, se chingó a Margarita, se chingó a Cordero, se chingó a Gil, se chingó a Manlio, se chingó a Peña”. Podemos estar de acuerdo en que “se chingó” a todos esos. Pero lo que sorprende de este tipo tan hábil –como dicen que es–, es que no se diera cuenta que al tiempo que “se los chingaba”, generaba un bloque considerab­le de enemigos y que la política de aplastar no es una buena idea; que agandallar­se todo no es la mejor de las estrategia­s; que no dejar más salidas que la revancha, no es políticame­nte productivo. Entonces tenemos que sí tuvo una carrera vertiginos­a en la que pasó por encima de los demás, pero que nunca se dio cuenta que esos demás esperarían el tiempo para ajustar cuentas y que las campañas son el momento para sacar todo, pues los candidatos están obligados a sacar lo bueno que tienen y sus adversario­s lo malo que les saben. De tanto que le festejan su habilidad para pasar por encima de los demás, son incapaces de reconocer su enorme talento para generar resentimie­nto. Y como dice uno de los personajes de Mulisch en la novela: “La política es un oficio en el que las cuentas se ajustan hasta el último centavo”.

Ricardo Anaya es un candidato solo por estrategia o por definición, pero es lo que se ve; es Anaya y su yoga, Anaya y su guitarrita, Anaya y sus millones de pesos.

“La política es un oficio en el que las cuentas se ajustan hasta el último centavo”

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