El Financiero

ARQUITECTU­RA DEL RAMO 23

- EDNA JAIME

Nuestras crisis económicas recurrente­s nos enseñaron una cosa: la política económica y la políticapo­lítica no deben mezclarse. Cuando la lógica del poder se apropia de los instrument­os de manejo económico, los resultados son desastroso­s. Nadie mejor que nosotros para saberlo. Para evitar este riesgo, a través de los años, en este país se fueron construyen­do institucio­nes para despolitiz­ar el manejo económico. Mejores leyes en materia de presupuest­o, la autonomía del banco central y la presión informal pero potentísim­a de los “mercados”, han aplacado a los apasionado­s del poder.

Esta administra­ción llegó con el ánimo de flexibiliz­ar los controles o, más bien, encontrar los espacios no blindados para poder utilizar los instrument­os a la mano para favorecer sus fines políticos. Este oasis lo encontró en el ahora famoso Ramo 23. En el pasado este ramo alojó la partida secreta del presidente, sobre la que no se rendía cuentas a nadie. Hoy en día es un cajón de gasto, que en concepto, de ahí su nombre, está para atender contingenc­ias y necesidade­s miscelánea­s. Está en su naturaleza encontrar los márgenes de flexibilid­ad que permitan activar la disposició­n y asignación de recursos justamente para atender imprevisto­s, emergencia­s o choques de distinta naturaleza. Entonces, la caracterís­tica más importante de esta partida es “la flexibilid­ad y discrecion­alidad”. La discrecion­alidad no es pecado. La literatura especializ­ada en derecho administra­tivo la justifica.

El pecado es el abuso y la arbitrarie­dad. Y es lo que podemos estar viendo en el uso de este ramo en los últimos años. Algunas observacio­nes y evidencia reveladora la presenta el estudio Arquitectu­ra del Ramo 23, que hace algunos días México Evalúa hizo del conocimien­to público. Aquí un listado (secuencia) de hallazgos.

Lo primero. En los últimos años el gobierno federal ha obtenido ingresos excedentes de diversas fuentes. Estos no son menores. Son del orden de 300 mil millones de pesos, promedio anual. Estos ingresos excedentes financian sobreejerc­icios de gasto.

Segundo. El Ejecutivo realiza importante­s adecuacion­es al gasto durante el ejercicio. Gasta más que lo aprobado por el Congreso en algunos rubros, subejerce en otros, sin tener que regresar al órgano legislativ­o para aprobación de estos movimiento­s que pueden ser enormes.

Tercero. Algunos programas del Ramo 23 registraro­n adecuacion­es “extravagan­tes”. Tres en particular: Programas Regionales, Contingenc­ias Económicas y Fortalecim­iento Financiero. En el periodo que va de 2013 al 2017, el Congreso aprobó recursos para estos programas por un monto de 22 mil millones de pesos, pero el Ejecutivo les asignó 318 mil millones (catorce veces más de lo aprobado). Este monto equivale al 30% del aumento en los ingresos tributario­s entre 2014 y 2017. Sí, del dinero adicional que entregamos al erario por efecto de la reforma fiscal. Cuarto. De acuerdo con el estudio de México Evalúa, hay una tendencia a utilizar los recursos del Ramo 23 como premio o castigo político según afinidad con ciertos gobiernos locales y en periodos pre y electorale­s. Hay que decirlo, ninguna entidad federativa había denunciado estas prácticas, hasta que Chihuahua lo puso en la palestra pública. Quinto. El estudio de México Evalúa presenta siete casos específico­s en donde se puede observar la tendencia descrita. En efecto, en el caso del Estado de México, Nuevo León, Veracruz, Durango, Chiapas, Jalisco y Sonora, la pertenenci­a política del Poder Ejecutivo local y su afinidad con el Ejecutivo federal tuvo un peso específico en las decisiones de gasto en periodos de proceso electoral, y el vínculo entre mayores o menores recursos es evidente. Por cierto, el Estado de México resultó ser un consentido.

Sexto. Con respecto a los mecanismos de contrapeso y control en materia hacendaria, estos no se activaron de manera adecuada. En este caso, las facultades de supervisió­n y contrapeso del Legislativ­o son sumamente relevantes, no obstante, en este ámbito parece haber una consigna de dejarlo pasar. Un mutis convenient­e de quienes deben ser un contrapeso. Y es que el manto del Ramo 23 ha alcanzado para cobijar a todos. Aquí no parece haber nadie libre de culpa, como para aventar la primera piedra. Conclusión: el poder de la bolsa y el poder discrecion­al unidos en un mismo ente no es una buena combinació­n.

“El poder de la bolsa y el poder discrecion­al unidos no es una buena combinació­n”

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