El Financiero

DIPLOMACIA OLÍMPICA COREANA

- R. FERNÁNDEZ DE CASTRO

La historia de la diplomacia de Corea del Sur para albergar la pasada olimpiada de invierno y lograr que su archienemi­go, Corea del Norte, mandara una delegación deportiva, es una hazaña diplomátic­a que merece ser contada. El foco rojo número uno del mundo en los últimos meses ha sido la dupla de inmaduros que gobiernan Corea del Norte y Estados Unidos, Kim Jong-un y Donald Trump. Y justo cuando su rijosidad verbal estaba en su apogeo, surgió la diplomacia olímpica que abrió una ventana a la paz.

El presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, un abogado defensor de derechos humanos, realizó una campaña electoral insistiend­o en mejorar la relación entre ambas coreas. Su triunfo a medidos del año pasado, acabó con 10 años de líderes conservado­res que exacerbaro­n el conflicto con el país hermano del norte.

Desde que asumió el poder, Moon consideró que la olimpiada de invierno podría ser un excelente instrument­o para aliviar la tensión con sus vecinos del norte. Su apuesta representa­ba un giro de 180 grados con las posturas tradiciona­les y que prevalecen en Seúl desde los juegos olímpicos que se realizaron en el verano de 1988. Bajo el mandato del abuelo de Un, Kim Il-Sung (19721994), Corea del Norte no sólo no participó, sino que hay suficiente evidencia para afirmar que hizo todo lo posible por boicotear los juegos de Seúl. En noviembre de 1987, 10 meses antes de la olimpiada, agentes de Corea del Norte detonaron una bomba en un avión de Korean Airlines, vuelo 858, en que perecieron 115 personas. Su objetivo de sembrar miedo y desconfian­za estuvo a punto de acabar con la celebració­n de los juegos.

Convencer a Corea del Norte de participar en Pyeongchan­g este invierno fue una tarea arnuclear, dua. A semanas del arranque de la olimpiada de invierno, se les invitó formalment­e ofreciendo incluso pagar todos los gastos de sus atletas. Kim Jong-un no sólo rechazó la invitación, sino que incluso realizó otra más de sus pruebas nucleares. De manera que, otra explosión, ahora pondría de nuevo en a jaque a los juegos olímpicos. Muchas delegacion­es extranjera­s expresaron dudas sobre la seguridad en Pyeongchan­g, en especial por su cercanía (340 kilómetros) del territorio norcoreano.

En su intentona frenética por salvar los juegos, el mandatario surcoreano llamó a Trump. Le solicitó dos cosas. Anunciar públicamen­te que Estados Unidos mandaría una importante delegación de atletas. La segunda petición era más osada –posponer los ejercicios militares que, como represalia a pruebas nucleares, realizaría el Pentágono en las inmediacio­nes de la península coreana. Renuenteme­nte, la administra­ción Trump aceptó. Esta concesión de Washington abriría un pequeño espacio que fue aprovechad­o a cabalidad por la diplomacia surcoreana. Un actor destacado fue el gobernador Choi Moon-soon, de la provincia de Gangwon-do, donde se ubica Pyeongchan­g. Voló a China en diciembre pasado para asistir a un torneo de futbol en el que participab­a un equipo norcoreano y expuso su caso a los funcionari­os que acompañaba­n al equipo. A la postre, el viaje del gobernador Moon dio altos dividendos. El presidente Moon también viajaría a China, pero a Beijing, donde se reunió con el presidente Xi Jinping. Aunque no logró que éste asistiera a la inauguraci­ón, China sí mandó una importante delegación a la olimpiada e incluso a un miembro de la Junta Permanente del Partido Comunista como representa­nte personal de Xi.

Las imágenes de la inauguraci­ón de los juegos de Pyeongchan­g fueron un premio a los esfuerzos diplomátic­os surcoreano­s. Junto al presidente Moon estaban sentados el vicepresid­ente Mike Pence de Estados Unidos y Kim Yo Jong, la hermana del líder norcoreano. Esta es la primera vez que un miembro de la familia gobernante de Corea del Norte visita al vecino del sur. Más importante aún, las delegacion­es de ambos coreas desfilaron juntas bajo una sola bandera.

Más allá de que se aproveche este espacio para avanzar las negociones entre Washington y Pyongyang, la diplomacia olímpica logró los acercamien­tos públicos más importante­s desde que terminó la guerra de Corea en 1953.

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