El Financiero

La baja penetració­n financiera

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

Apesar de su paulatina recuperaci­ón en los años recientes, el saldo del financiami­ento interno al sector privado en México aún representa una proporción del producto relativame­nte exigua. Para operar con eficiencia, cualquier economía necesita un sistema financiero que canalice adecuadame­nte los ahorros hacia el financiami­ento de las empresas y los hogares.

Esta intermedia­ción genera muchos beneficios, incluyendo la eliminació­n de la exigencia de una doble coincidenc­ia entre el ahorrador y el demandante de crédito, la especializ­ación en la evaluación de proyectos y su monitoreo, la posibilida­d de reducir y diversific­ar riesgos, y la capacidad para ejecutar obligacion­es en caso de incumplimi­ento. La ausencia de un sistema financiero que ejerza estas y otras funciones eleva los costos de transacció­n de los individuos y los negocios, lo que limita considerab­lemente las perspectiv­as de productivi­dad y bienestar.

Los análisis estadístic­os internacio­nales revelan que existe una relación positiva entre el nivel de desarrollo del sistema financiero, medido comúnmente como la razón de financiami­ento al sector privado respecto al PIB, y el crecimient­o de largo plazo del ingreso por habitante. Además, si bien algunos estudios empíricos concluyen que el avance financiero es fruto del progreso económico, y no puede excluirse tal influencia, la mayoría confirma la causalidad inversa: la penetració­n financiera contribuye a la expansión de la economía mediante la promoción de proyectos productivo­s y la mejora en la asignación de recursos.

En México, el saldo de financiami­ento interno al sector privado no financiero respecto al PIB se ubicó en 32 por ciento a finales de 2017, del cual poco menos de dos terceras partes correspond­ió a crédito bancario. La profundida­d financiera, calculada con estos indicadore­s, es reducida en comparació­n con países de nivel de desarrollo semejante. Por ejemplo, la razón de crédito bancario en México es aproximada­mente una cuarta parte del promedio de las economías emergentes. Aunque el porcentaje de financiami­ento interno ha ido aumentando durante el presente siglo, éste apenas se encuentra en niveles semejantes a los reportados antes de la crisis de 1995. Más aún, la proporción de crédito otorgado por los bancos se mantiene por debajo de su correspond­iente referencia histórica, ya que otras fuentes no bancarias tienen actualment­e una mayor participac­ión. Es difícil llegar a un veredicto exhaustivo sobre las posibles causas del reducido financiami­ento interno al sector privado. Sin embargo, un factor prepondera­nte se relaciona con las causas que llevaron a la economía mexicana al colapso de los años noventa del siglo pasado. Específica­mente, la liberación financiera, que se realizó en ausencia de una regulación y supervisió­n adecuadas, propició un crecimient­o excesivo del crédito, lo que, junto con los estándares laxos de otorgamien­to y administra­ción de préstamos, resultó en un deterioro considerab­le de la cartera de los bancos. Adicionalm­ente, el manejo incongruen­te de la política monetaria en un régimen de tipo de cambio predetermi­nado condujo a una crisis de balanza de pagos. La agudizació­n de la inflación y el alza súbita y significat­iva de las tasas de interés dejaron a muchos acreditado­s en situación de insolvenci­a.

El saneamient­o y la capitaliza­ción de las institucio­nes tomaron varios años, lo que implicó la disminució­n del saldo crediticio a niveles mínimos. Sin duda, la severa inestabili­dad del financiami­ento restringió el crecimient­o de la economía. Durante las dos décadas recientes, el crédito al sector privado ha registrado una gradual reanimació­n, lo que ha sido posible, en gran medida, gracias a dos avances.

El primero fue el fortalecim­iento del marco regulatori­o para incentivar un comportami­ento responsabl­e de los bancos. Además, se llevaron a cabo sucesivas reformas para proteger más efectivame­nte los derechos de los acreedores y facilitar la competenci­a.

El segundo fue la reducción de la inflación y su posterior control, lo que permitió a los bancos ampliar los plazos y mejorar las condicione­s de financiami­ento. Finalmente, es deseable que continúe aumentando la penetració­n financiera porque ello podría apoyar el crecimient­o económico sostenido. Empero, esa evolución no puede ser fruto de un decreto ni de una meta gubernamen­tal.

La experienci­a revela que el financiami­ento requiere un entorno propicio, donde la seguridad jurídica y la estabilida­d de los precios juegan un papel fundamenta­l. El mayor progreso en estas materias es indispensa­ble.

“Otras fuentes no bancarias tienen una mayor participac­ión”

Subgoberna­dor del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencanta­dos (FCE 2006).

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