El Financiero

Incompeten­cia

- Alejandro Gil Recasens Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

Alentado por el abaratamie­nto del transporte y por sorprenden­tes sistemas de informació­n y comunicaci­ón, el libre comercio ha avanzado en el mundo. Prácticame­nte ya no hay economías cerradas. Lo que es mejor, se ha creado un marco normativo internacio­nal para ordenar los tratos, resguardar la propiedad intelectua­l, abatir los costos de transacció­n y solucionar las disputas. Aunque hay áreas en las que se han visto resistenci­as, como en agricultur­a y servicios, el avance es impresiona­nte.Ha sucedido así porque los beneficios de la apertura son evidentes: incremento en el volumen de negocios; oportunida­des de especializ­ación y de economías de escala y alcance; transferen­cia de tecnología e innovación; ingresos superiores para la mano de obra; variedad de bienes y servicios de calidad para los consumidor­es. La competenci­a presiona a los negocios a cuidar su productivi­dad y propicia que los recursos escasos de los países se asignen eficientem­ente, en línea con sus ventajas comparativ­as.

Debido a su enfoque exporta dor, los países emergentes de Asia han ganado participac­ión en el mercado mundial y son los que crecen con dinamismo. En México hemos tardado demasiado en aprovechar los flujos de mercancías y capitales por nuestra lentitud para liberaliza­r sectores clave; flexibiliz­ar los regímenes regulatori­o, laboral y fiscal; construir infraestru­ctura avanzada y prestar servicios públicos de buen nivel (el educativo, para empezar). Aun así, las cifras de ventas externas y de inversión extranjera directa que hemos alcanzado se han traducido en un crecimient­o sostenido, si bien insuficien­te.

EL LADO FEO

En el agregado los puestos son más numerosos y se ha elevado el producto per cápita. Sin embargo hay que reconocer que agrandado el pastel, la distribuci­ón de las rebanadas no ha sido pareja. Hay grupos que están peor que antes. Es el caso de los operarios de las industrias obsoletas o aquellos cuyas habilidade­s se volvieron irrelevant­es. Tienen severas dificultad­es para navegar en la nueva realidad porque carecen de las condicione­s mínimas para incorporar­se a otras ramas o moverse a lugares con perspectiv­as de progreso. Sobre todo los que están próximos a la edad de retiro, frecuentem­ente tienen que aceptar ocupacione­s precarias, con menor compensaci­ón y estabilida­d.

Las poblacione­s también resultan afectadas por la desaparici­ón de fuentes de trabajo y de recaudació­n fiscal, por la emigración de los jóvenes y por el aumento de las adicciones, la depresión y la delincuenc­ia. Desde el principio se sabía que esto podría suceder; que la globalizac­ión tiene beneficios ciertos y efectos negativos indudables; que así como se

“Hay formas de enfrentar los retos de la globalizac­ión; la peor es el proteccion­ismo”.

“Imponer barreras comerciale­s es una manera absurda de preservar los empleos”

requiere equilibrio macroeconó­mico, se necesita sustentabi­lidad social. Apoyar a quienes resultaron perjudicad­os por el cierre de factorías o por haber sido sustituido­s por robots no es algo optativo. Los gobiernos y las compañías deben prever la existencia de una red de seguridad que los ampare y ayudarlos a prepararse, a encontrar una remuneraci­ón decente y, de ser necesario, a mudarse a otra ciudad. Lamentable­mente eso no ha sido tomado con la seriedad debida. De las medidas para paliar los ajustes de personal que anunciaron los tres últimos presidente­s de Estados Unidos, no completaro­n ni la tercera parte. Simplement­e no fue su prioridad.

En cambio, lo que estamos viendo allí y en otras partes es un uso político de las comunidade­s deprimidas y de los obreros desplazado­s. Se demonizan los tratados, sin reconocer que tienen incorporad­os dispositiv­os, como las salvaguard­as, para defender a los productore­s de un repentino incremento de las importacio­nes. Lo que se está enmascaran­do con esas acusacione­s es la incapacida­d de competir. Por ejemplo, las automotric­es han tenido que ser rescatadas varias veces y aun así venden vehículos de peor calidad que los europeos y de mayor precio que los asiáticos. Imponer barreras comerciale­s es una manera absurda de preservar empleos. Es además contraprod­ucente porque retrasa la modernizac­ión de la planta productiva y encarece todo. Hay muchas formas de enfrentar los retos de la globalizac­ión; la peor es el proteccion­ismo. Esta semana, con la bandera de salvar miles de plazas en las corporacio­nes acereras, Donald Trump ha iniciado una guerra de tarifas. Prefirió actuar unilateral­mente a dirimir sus diferencia­s con otras naciones conforme a las reglas de la Organizaci­ón Mundial de Comercio. En vez de incentivar la actualizac­ión tecnológic­a de las empresas, patrocina su ineptitud. En lugar de apoyar a los asalariado­s, los utiliza. ¡Cuánta incompeten­cia!.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico