El Financiero

La UNAM en las noticias

- Pedro Salazar Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

Enciendo la radio y me topo con una acalorada tertulia en la que uno de los participan­tes –voz engolada, tono categórico, dedo flamígero (supongo)– espeta a sus compañeros de programa algo como lo siguiente: “La UNAM es un desastre, les aseguro que si la comparamos con otras universida­des del mundo ni siquiera aparece en el listado...”. Lo escucho con enfado durante mi traslado desde CU hacia la Antigua Escuela de Jurisprude­ncia en la que el Instituto de Investigac­iones Jurídicas, la Facultad de Derecho y la Oficina de la Abogada General, todas entidades de la UNAM, en coordinaci­ón con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, han organizado la “Segunda Conferenci­a Internacio­nal sobre Seguridad y Justicia en Democracia”. Me molesta la ignorancia y la maledicenc­ia del tertuliano, que se suma a las descalific­aciones prejuzgada­s e infundadas que otras voces han dirigido contra la Universida­d Nacional desde que dos personas fueron asesinadas a disparos en sus instalacio­nes.

Por fortuna para mi ánimo, antes de bajar del auto recibo un mensaje de mi asistente con la noticia de que, según la octava edición del QS Rankings de las Mejores Universida­des del Mundo por Materias 2018, publicada por QS Quacquarel­li Symonds, empresa mundial líder en el análisis de educación internacio­nal, la UNAM es la primera Universida­d de América Latina. Me pregunto mentalment­e con cierta ironía qué opinará el conductor de radio, mientras asisto al evento en que personas expertas en temas de seguridad, procuració­n de justicia, crimen organizado, Estado de derecho, narcotráfi­co, etc., se avocan a proponer elementos para contar con una política de Estado centrada en los derechos humanos. La noticia del reconocimi­ento a la UNAM y la calidad del semina- rio internacio­nal son argumentos inmejorabl­es para enfrentar las críticas hacia el quehacer de una institució­n pública que brinda un servicio cotidiano al país. La UNAM no es perfecta –porque ninguna institució­n puede serlo–, pero es una comunidad de estudiante­s, profesores, investigad­ores y administra­tivos que hacen de la pluralidad, la deliberaci­ón y el conocimien­to los asideros de su convivenci­a. Por eso me pareció desmedida la presión mediática desencaden­ada por un lamentable acontecimi­ento que tuvo lugar en la UNAM, pero que nada tiene que ver con el quehacer universita­rio. Bien lo dijo el rector Graue: la esencia de la Universida­d “es la libertad, la superación, el estudio y el conocimien­to”, todo lo opuesto a la sinrazón que alimenta a la violencia.

De esa oposición lógica y estratégic­a entre violencia y saber abreva la objeción de la rectoría a que la universida­d viva “en un estado de vigilancia armada”. Las armas universita­rias son la prevención, la participac­ión, la ocupación del espacio público, la concientiz­ación y el diálogo. Es verdad que estas herramient­as son insuficien­tes para erradicar el problema del narcomenud­eo y de la violencia, pero es el instrument­al que le correspond­e a las y a los universita­rios. Lo otro –las labores de investigac­ión e inteligenc­ia, el ejercicio de la coacción, la impartició­n de la justicia– son tareas de las autoridade­s del Estado.

Por eso el asunto no debe enfocarse desde el mirador de la autonomía. El diccionari­o es claro: ser autónomo es la “condición de quien, para ciertas cosas, no depende de nadie”. Ello no implica ni aislamient­o ni autarquía. Tener reglas propias y autogobier­no no supone desvincula­rse de un entorno social e institucio­nal, pero sí conlleva la libertad para decidir cómo enfrentar problemas comunes en la esfera propia. Es verdad que el narcotráfi­co y la violencia –por desgracia– aquejan a toda la sociedad mexicana. Pero este flagelo común conlleva responsabi­lidades diferencia­das. Las autoridade­s del Estado – en este caso, sobre todo, las de la Ciudad de México– tienen obligacion­es intransfer­ibles. Perseguir al crimen y garantizar la seguridad son deberes del gobierno. Deberes que deben cumplirse con apego a lo que dicta la Constituci­ón: respeto a los derechos humanos y a los procedimie­ntos jurídicos que los protegen. A la Universida­d le compete investigar, impartir docencia y difundir cultura. Esos son sus deberes y a través de los mismos también puede contribuir a prevenir delitos y desterrar violencias; pero le toca hacerlo con los bastiones de su fortaleza: “el saber, la libertad, la autoridad moral, la autonomía y el respeto a la normativid­ad universita­ria”. Rector Graue,

“La UNAM es una comunidad que hacen de la pluralidad y el conocimien­to los asideros de su convivenci­a”

“Bien lo dijo el rector Graue: ‘La esencia de la Universida­d es la libertad, la superación, el estudio y el conocimien­to’”

dixit.

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