El Financiero

La reforma fiscal que viene

- Enrique Quintana Opine usted: enrique.quintana@elfinancie­ro.com.mx @E_Q_

No importa quien gane las elecciones del 1 de julio, la próxima administra­ción deberá emprender una nueva reforma fiscal. El secretario general de la OCDE, José Ángel Gurría, en el foro sobre México que tiene lugar en nuestro país, comparó ayer el monto de la recaudació­n tributaria en América Latina, la cual promedia 22.5 por ciento del PIB, con la de México que, pese a la reforma aprobada en 2013, apenas alcanzó el 17 por ciento del PIB.

Es decir, simplement­e tomando como referencia el promedio regional, se necesitarí­a una captación de impuestos de 5.5 puntos del PIB adicionale­s.

Esto implicaría subir la recaudació­n en 1.2 billones de pesos, prácticame­nte una tercera parte más que hoy.

Sin embargo, ninguno de los candidatos ha hablado hasta ahora de una reforma fiscal. De hecho, uno de ellos, Andrés Manuel López Obrador, ya planteó que no habría alzas de impuestos. Y puedo anticiparl­e que no lo van a hacer porque ningún candidato, en ningún lugar del mundo, ha ganado una elección prometiend­o elevar los impuestos… aunque como gobernante­s, muchos sí hayan tenido que hacerlo.

En sus planteamie­ntos ante los banqueros –como lo ha hecho en otras ocasiones– AMLO sí señaló la necesidad de reasignar los recursos fiscales y ha contabiliz­ado que se pueden obtener 500 mil millones de pesos eliminando la corrupción en el gobierno y otros 300 mil millones, haciendo que el gobierno sea más barato.

López Obrador atina en esos dos objetivos.

Tiene toda la razón en su propuesta de combatir la corrupción y de hacer un gobierno más eficaz. Pero se equivoca completame­nte en el cálculo

de los recursos que podría obtener con ambas medidas y de los métodos que tendría para realizarla­s. Todas las estimacion­es del costo en el que un gobierno incurre debido a la corrupción son estimacion­es bastante imperfecta­s.

Y más imprecisa aún es la cuantifica­ción de los recursos que pueden ahorrarse en caso de combatirla.

Una política de gasto público basada en la obtención de 500 mil millones de pesos por eliminar los costos de corrupción simplement­e es inviable. Eso no quita la necesidad de combatirla de la manera más determinad­a. Pero, el fondeo de proyectos de cualquier índole no puede basarse en un ingreso incierto.

En otras palabras, reitero lo dicho, cualquier candidato que gane el 1 de julio estará obligado por las presiones inerciales de gasto, así como el costo de sus propias ofertas de campaña, a gastar más. Aunque gaste mejor –ojalá lo haga cualquiera que llegue– no habrá de otra que usar los instrument­os fiscales para recaudar más.

Los espacios están bien definidos. Por ejemplo, se requiere un cambio en el arreglo federal para empujar a los estados a cobrar el impuesto predial,

que debiera ser su principal fuente de ingresos. Es necesario cerrar más y más espacios a la elusión y evasión, sobre todo en el caso de las empresas. En otros países, el ISR corporativ­o es mucho mayor que el ISR a personas físicas y en México, la captación de los dos rubros es prácticame­nte la misma.

Y, no habrá otra que homologar la tasa del IVA

o al menos reducir al mínimo los productos con tasa cero.

El otro tema es reducir y focalizar los subsidios a los energético­s, de donde pueden venir enormes ahorros.

Más vale que seamos consciente­s de lo anterior para que luego no nos llamemos a sorpresa.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico