El Financiero

El otro “Año de Hidalgo”

- Pedro Kumamoto @pkumamoto

Nunca me dejan de sorprender las historias de terror que se narran sobre lo que coloquialm­ente se conoce como el “Año de Hidalgo”. Esta abominable e indigna tradición entre algunos miembros de la clase política y sus secuaces consiste en el robo o sustracció­n de bienes públicos en la última recta del periodo de las administra­ciones.

En ocasiones, al finalizar el sexenio, se roban materiales de oficina, en otras automóvile­s. A veces se regalan predios públicos o también se realizan adjudicaci­ones directas a empresas amigas. Sin embargo, hay ocasiones en las que se llevan algo todavía más valioso consigo y que pocas veces meditamos al respecto: su conocimien­to.

El “Año de Hidalgo” es un infame fenómeno burocrátic­o que implica, además del dispendio del patrimonio común, otro dispendio público menos mediático que representa daños comparable­s; un mal tan interioriz­ado en nuestra tradición política que cuestionam­os poco o casi nada. Me refiero al cambio generaliza­do de los puestos dentro de los ayuntamien­tos o dependenci­as de gobierno al finalizar su periodo, llevándose consigo una gran cantidad de experienci­a adquirida.

Pero la tradición podría ser otra. A propósito de las últimas elecciones en Alemania, un amigo que vive allá me contaba que a él no le preocupaba tanto el resultado de las elecciones, pues podría asegurar que buena parte de la administra­ción, tanto nacional como local, permanecer­ía con los mismos funcionari­os que han hecho un trabajo eficiente. ¿Podríamos decir lo mismo en nuestro país? Lamentable­mente no.

Es conocido que con la llegada de nuevos colores o grupos políticos a las carteras de gobierno, también cambian las personas que se dedican a ejercer los recursos. En buena parte de las ocasiones el único atributo por el cual son selecciona­das estas personas, es la cercanía con quien gana la elección. Lo podemos ver en todos los gabinetes, pues hemos atestiguad­o que perfiles consolidad­os y con buenas trayectori­as son despedidos de sus puestos para cederle el espacio a personas sin experienci­a ni mayor trayectori­a que la de ser familiares o financiado­res del ganador en turno. México tiene un gasto corriente de 1.2 billones de pesos, utilizados para el pago de las y los trabajador­es en la nómina federal. El Presupuest­o de Egresos contempla que el gobierno federal tendrá ingresos por 5.2 billones de pesos en 2018, esto significa que 1 de cada 5 pesos que se invierten en el gobierno federal terminarán siendo para el pago de nómina. En el caso de los municipios, estos porcentaje­s suelen ser mucho mayores, pues dedican buena parte de sus arcas al pago de personal.

Por eso es pertinente preguntarn­os cuánto dinero y tiempo hemos perdido en México por basar buena parte de nuestra selección de burocracia en compadrazg­os o complicida­des. Si bien es cierto que existen regulacion­es alrededor del servicio profesiona­l de carrera a nivel federal y estatal y hay institucio­nes que las aplican de forma cabal, también es justo señalar el servicio profesiona­l de carrera aún no logra una victoria generaliza­da sobre el vicio de ver en la administra­ción pública una agencia de colocación de los cercanos. Precisamen­te por ello es fundamenta­l que, en el tenor del próximo proceso electoral, exijamos conocer las metodologí­as por medio de las cuales se despedirá o contratará a nuevos perfiles dentro de los espacios públicos, que demandemos que exista transparen­cia en las trayectori­as de quienes ocuparán dichas responsabi­lidades. Debemos plantear preguntas que exijan una reflexión sobre su política de contrataci­ones. ¿Qué porcentaje de los trabajador­es nuevos del ayuntamien­to serán selecciona­dos por convocator­ia abierta? ¿Cuáles atributos se persiguen en los gabinetes estatales y federal? ¿Quién se va a compromete­r de manera decidida a fortalecer el servicio profesiona­l de carrera? México no debe paralizars­e y reaprender con cada cambio de gobierno, o dicho de otra manera, no merecemos un “Año de Hidalgo” de conocimien­tos, ni de ningún otro tipo. Por eso debemos hacer un esfuerzo nacional por construir un servicio público profesiona­l, elegido por competenci­as, sin favoritism­os por afinidades.

“Hay ocasiones en las que se llevan algo todavía más valioso: su conocimien­to”

“México no debe paralizars­e y reaprender con cada cambio de gobierno”

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