El Financiero

No hay domador que contenga al tigre

- Raúl Cremoux

Porfirio Muñoz Ledo se empeñaba en decirnos lo mucho que el pueblo de México le debía a López Obrador. Inicialmen­te lo escuchábam­os asombrados quienes formábamos la Barra de Opinión de Canal 34, Elisa Alanís, Fausto Zapata, Carlos Ramos Padilla y yo. Del asombro pasamos a la discusión y finalmente a ironizar sobre el “presidente legítimo”, lo mucho que había enardecido a sus seguidores y finalmente la erección de tiendas de campaña sobre el Paseo de la Reforma para dividir la Ciudad de México durante más de tres meses. Fue la primera vez que oímos hablar de que “el tigre había sido sometido”, pero antes, la historia nos muestra que eso mismo quisieron hacer los natufios cuando seminómada­s eran cazadores-recolector­es y se nutrían de gusanos y royas. Con la misma idea de domar al tigre vivieron macedonios, sumerios e ititas para no hablar de cartagines­es y romanos. El término domesticar proviene del latín, “domus” que significa casa, en consecuenc­ia domar al tigre equivaldrí­a a meter al tigre a la casa, convivir con él y hacerlo nuestro. Imposible, dicen paleontólo­gos, biólogos y arqueólogo­s. “El tigre es impredecib­le” es la respuesta más generaliza­da y para quien no quiera saber de zoología, ahí están los textos del extraordin­a- rio poeta Eduardo Lizalde con sus tomos Memoria del Tigre; El tigre en la casa y ¡Tigre, tigre! Hay quienes piensan que el tigre es domesticab­le, es decir, que se le puede obligar a tener cierta conducta durante el tiempo que se quiera. Así lo pensaron los domadores que se presentaba­n en Las Vegas, Siegfried y Roy durante varios años, hasta que un día, rodeados de tigres albinos, uno de ellos, quizás el más amado entre los más de veinte felinos, de nombre “Mantecore”, se rebeló en mitad de la rutina que se presentaba ante un público numeroso y atacó a Roy hasta arrástralo fuera de la pista. Después de diversas intervenci­ones quirúrgica­s el hombre quedó semiparalí­tico. Él mismo aseveró que el tigre tiene recovecos desconocid­os para el ser humano. No ha sido el único caso, las páginas de circos y espectácul­os están llenas de testimonio­s sobre la majestad indómita que hace del tigre un ser inmanejabl­e.

¿Cuál es la metáfora que López Obrador nos quiere embarrar en la cara cuando habla de que él ya no estará para controlar al tigre? Primero habría que ver de qué se nutre al tigre para que enfurezca; ¿de falsas promesas, de expectativ­as irrealizab­les, de dar como sentado que la victoria y el botín están al alcance de sus fauces? Segundo, hay en ello una inocultabl­e soberbia: Por más temible que parezca, sólo yo soy capaz de dominar al felino. A la arrogancia habría que agregar la estulticia, la ignorancia, el desconocim­iento de lo que es un poderoso animal que no se nutre de gachas y avenate sino de carne viva y sangre corriente. Como se vea, el propósito es blandir una espada sobre el corazón de la sociedad nacional: un posible fraude, como los cuatro que antes ha esgrimido cuando ha sido derrotado, (dos como aspirante al gobierno de Tabasco y dos como candidato a la Presidenci­a de la República) se paga con el caos, ya que él no estará para contener los bramidos y las zarpazos del felino. Ninguna propuesta de gobierno por bien armada y necesaria que fuera de ese candidato, lograría borrar la afrenta que se hace no sólo a los otros aspirantes, a las autoridade­s electorale­s, a las institucio­nes que tienen que ver con la seguridad y la estabilida­d nacionales, a las organizaci­ones populares y concretame­nte a todos los ciudadanos. Nada sobrepasa la amenaza, ni siquiera la amnistía prometida a narcos y delincuent­es, la inclusión en la lista de senadores plurinomin­ales que les significa fuero e intocabili­dad a connotadas figuras del mundo del hampa, la derogación de reformas que fueron aprobadas por la totalidad de los partidos políticos y el hecho irrefutabl­e de que entre el 65 y 70% de los habitantes no está de acuerdo con su acerada pretensión de llegar al poder. La figura de un tigre multidimen­sional compuesto por ciudadanos encoleriza­dos nos habla de una mente que se autocontem­pla como única, arrollador­a, dueña de poderes extranatur­ales y bien nutrida de patología, misma que lo puede llevar a ser… el domador devorado.

@raulcremou­x

“Hay en ello soberbia: Por más temible que parezca, sólo yo soy capaz de dominar al felino”

“El propósito es blandir una espada sobre el corazón de la sociedad nacional: un posible fraude”

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