El Financiero

Desesperac­ión

- Luis Wertman

Desde la óptica del ciudadano, que es la de la mayoría de nosotros, no es ninguna noticia que presenciam­os un serio caos institucio­nal enmarcado en la competenci­a electoral por la Presidenci­a de la República. Desde los llamados a no desatar la furia popular, hasta las maromas que deben hacer algunos candidatos para explicar los casos semanales de corrupción e impunidad de sus partidos, la sensación social que queda es la de una acelerada descomposi­ción.

Y no hablo de la guerra sucia electoral que no conoce de periodos pre, inter o post campaña, ni tampoco de las estrategia­s palaciegas de este sistema político que no engañan a nadie (que no quiera engañarse primero, claro), sino de lo que podría quedar del Estado mexicano, gane quien gane. Primero, una vez más, tendremos un entorno de absoluta desconfian­za en las autoridade­s y de división entre nosotros. Aun en el escenario de una elección con un vencedor claro e inobjetabl­e, habrá una parte de la sociedad mexicana que no creerá en la legitimida­d del proceso.

Le seguirá la pugna por un poder fragmentad­o entre el Legislativ­o y el Ejecutivo, en medio de la incertidum­bre económica por la cancelació­n del TLCAN y una política abiertamen­te antimexica­na del gobierno actual de Estados Unidos. Quien busque nuevas reformas, modificaci­ones o reglas actualizad­as, se encontrará con muchos obstáculos, producto del cálculo político de sus adversario­s.

Serán seis años complejos, resultado de un voto de castigo o de uno por la permanenci­a del estatus quo para una estructura que sólo conoce el capitalism­o para los cuates. Mientras tanto, los problemas de seguridad, impunidad y corrupción –en el mejor de los escenarios– seguirán igual, aunque pueden ponerse peor.

Más allá de la molestia progresiva con nuestra deficiente clase política, el sentimient­o que podría apoderarse de nuestra vida cotidiana en los próximos años puede ser el de la total desesperac­ión. Evitarlo está en nosotros, en nadie más. Por lo visto esta semana, en que la acéfala Procuradur­ía General de la República persigue a unos y perdona a otros; un exfiscal denuncia chantajes, amenazas y ofertas de dinero para no hacer su trabajo; y una afore invierte las pensiones en una constructo­ra quebrada (por mencionar los recientes), lo que nos queda es organizarn­os en paz para darle una sacudida a este sistema desesperan­te que no tiene intención de cambiar.

Estar bien informados, no propagar ni compartir mentiras, escuchar a quienes no piensan como nosotros y construir redes elementale­s de confianza con nuestros vecinos, pueden ser algunos pasos útiles para transitar a la elección más competida de la historia.

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