Los ojos de la CIA
El martes en Washington no fue un buen día para el gobierno mexicano. Muy temprano, el presidente Donald Trump anunció el cese del secretario de Estado, Rex Tillerson, un aliado natural de Los Pinos, y cuya salida de Foggy Bottom provocó dos nombramientos en cascada. Mike Pompeo, el director de la CIA, fue nominado como el siguiente jefe de la diplomacia estadounidense, mientras que la directora adjunta de la Agencia, Gina Cheri Haspel, fue ascendida al mayor cargo en la inteligencia civil. Haspel, la primera mujer en ser directora de la CIA –de ser ratificada por el Senado–, tiene un palmarés distinguido, y está vinculada a una historia oscura donde estuvo cerca de ir a la cárcel junto con su superior, el exjefe de Estación de la CIA en México, José Rodríguez, a quienes sólo salvó que el trabajo clandestino que realizaron dio como resultado la ubicación y eliminación de Osama bin Laden.
Haspel llegó a la CIA en 1985, donde fue escalando posiciones rápidamente, desde jefa de Estación en Addis Abeba, en 1988, a 20 años después, jefa de Estación en Londres, una de las oficinas de la Agencia más importantes en el mundo. Tras un efímero periodo, regresó a Langley, el cuartel general del servicio de inteligencia en Virginia, en los suburbios de Washington, a donde acababa de llamar
“El martes en Washington no fue un buen día para el gobierno mexicano”
“(Haspel), en el caso de México, es una persona que parece hecha a la medida de Trump”