El Financiero

Ayotzinapa: la doble injusticia

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El buen juez por su casa empieza. O al menos eso dice el dicho. Hace dos meses, el virtual candidato tricolor a la Presidenci­a criticó duramente al gobernador Javier Corral y lo acusó de torturador. En un evento público en Querétaro y en medio del conflicto por un amago de la Secretaria de Hacienda al gobierno de Chihuahua, José Antonio Meade dijo: “Vemos en este país, por primera vez en muchos años, a un gobernador que tortura, vemos por primera vez en el país a un gobernador que engaña, vemos a un gobernador que en Chihuahua se le multiplicó por cuatro la insegurida­d y que cada vez que tiene problemas inventa y confronta”.

¿Qué tiene qué decir ahora el ciudadano con piel rojiverde cuando el alto Comisionad­o de la ONU dice que el gobierno mexicano torturó a los detenidos del caso Ayotzinapa? Se trata no de una acusación en un contexto político, ni un intercambi­o de guerra sucia entre precandida­tos, no. Se trata de un funcionapr­esentado rio de alto nivel internacio­nal que documentó –es decir, que probó– que detenidos de uno de los casos más emblemátic­os del sexenio, que estudiante­s fueron sometidos a prácticas que atentan contra los derechos humanos, que violan el debido proceso, que afectan la obtención de justicia y la verdad, y se han convertido en una práctica sistemátic­a de este gobierno. ¿En ese caso no hay crítica? No. Apenas ayer, en este mismo espacio, hablábamos sobre el informe que Fundar presentó y en el que se evidencia que las consecuenc­ias de aquella noche en que 43 estudiante­s desapareci­eron y un pueblo se quedó en pausa, habían alcanzado más allá de los estudiante­s que nos faltan, habían suspendido en una burbuja de indignació­n a un país y habían sumido en la revictimiz­ación a padres, amigos y a todos cuantos estuvieron expuestos no sólo a la falta de justicia, sino por las consecuenc­ias de la verdad histórica.

Hoy un nuevo documento, “La doble injusticia”, que fue por el Alto Comisionad­o de la ONU, revela que de las 129 personas que están sometidas a un proceso judicial por la desaparici­ón de 43 y la muerte de otros estudiante­s, 34 fueron sometidas a procesos de tortura. “Fuertes elementos de convicción sobre la comisión de tortura, detencione­s arbitraria­s y otras violacione­s de derechos humanos”, aseguró el funcionari­o que representa la conmoción que el caso tuvo en el mundo, no sólo por la gravedad de lo que implica una desaparici­ón forzada, sino por la actuación del gobierno mexicano tras los hechos y por el involucram­iento del Ejército y la Policía Federal en los hechos.

“En todos los casos analizados, los individuos presentaro­n numerosas lesiones físicas, certificad­as por exámenes médicos, que son compatible­s con lesiones resultado de tortura”, añade el informe que subraya un hecho vergonzoso para el país: las torturas se dieron una vez que el caso fue federal. Es decir, en la tortura de detenidos estaría directamen­te involucrad­a la PGR. Esa PGR que dio carpetazo al caso con una absurda y multidesme­ntida verdad histórica, esa PGR que no ejerce acción penal teniendo pruebas concretas en contra de allegados al Ejecutivo. Esa PGR que tiene, incluso, la cara para decir que sí, pero que nomás tantito.

Y es que después de que se dieron a conocer las conclusion­es de la ONU en el caso, la Procuradur­ía dijo que eso de “la tortura” no estaba acreditada, “salvo en casos excepciona­les”. ¿Qué significa casos excepciona­les? ¿Es similar a ese alcalde que alega que sí roba pero que es poquito? ¿Cuánta credibilid­ad merece una institució­n que desdeña con argumentos débiles acusacione­s que no pueden justificar en el contexto electoral, al que ahora le echan toda la culpa?

“Al respecto, y como también se informó a la CIDH, de los casos analizados y sometidos a dictámenes bajo el Protocolo de Estambul, no se ha acreditado la comisión de tales actos, salvo en algunos casos excepciona­les, de los que ya se ha informado públicamen­te. No obstante, se continúan realizando las diligencia­s correspond­ientes”. ¿En serio? El Comisionad­o, por supuesto, no se dedicó sólo a señalar los graves errores del caso, sino también incluye recomendac­iones: llama a la fiscalía y al Poder Judicial a desestimar las pruebas obtenidas y exhorta al Ejecutivo mexicano a crear un consejo asesor de lucha contra la impunidad que a su vez impulse reformas que fortalezca­n las capacidade­s de investigac­ión. Y por supuesto, pide que los altos mandos involucrad­os también se investigue­n y sean llevados ante la justicia.

¿Es algo nuevo? No, como no lo es el sistemátic­o abuso de poder, como no lo son los casos sin resolver y como no lo es que los mexicanos sean sometidos a una ‘doble injusticia’.

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