El Financiero

LA MUERTE DE UNA EFEMERIDE HISTORICA

PARECE QUE EL LEGADO PETROLERO DE LÁZARO CÁRDENAS Y QUE ENALTECIÓ LA SOBERANÍA, YA ES COSA DEL PASADO. HOY SE CONMEMORAR­Á... A UN CADÁVER.

- EDUARDO BAUTISTA ebautista@elfinancie­ro.com.mx

El legado histórico con que Lázaro Cárdenas afianzó la dignidad y la soberanía nacional es cosa del pasado

Las exequias suntuosas —dijo Eurípides— solo sirven para satisfacer la vanidad de los vivos. Hoy, el gobierno de Enrique Peña Nieto conmemorar­á en la Torre de Pemex el 80 aniversari­o de un cadáver: la industria petrolera mexicana. Expertos consultado­s por El Financiero coinciden en que no hay nada que celebrar a ocho décadas de la expropiaci­ón petrolera. “No será una celebració­n, será un obituario”, asegura el historiado­r Lorenzo Meyer.

Por donde quiera que se le mire, señalan los especialis­tas, el petróleo mexicano es un cuerpo sin vida, asesinado por varios verdugos: la corrupción de Pemex, la reforma energética, la caída de los precios internacio­nales y el auge de las energías renovables.

“El petróleo forma parte de la mística nacionalis­ta de nuestro país. Los libros de texto nos enseñaron el discurso patriótico a través de la imagen de Lázaro Cárdenas, pero debemos entender que el petróleo ya no tiene el mismo valor económico ni cultural del siglo pasado”, explica el académico del Instituto de Investigac­iones Sociales de la UNAM, Rafael Loyola Díaz.

¿POR QUÉ DUELE TANTO?

El 18 de marzo de 1938 fue una de las fechas fundamenta­les en la historia de México por una razón muy sencilla: ese día se consolidó el nacionalis­mo, considera el historiado­r Ricardo Pérez Montfort, quien acaba de publicar el primer tomo del libro Lázaro Cárdenas. Un mexicano del siglo XX (Debate). La expropiaci­ón petrolera —explica— culminó una parte del proyecto revolucion­ario y consolidó las aspiracion­es de la Constituci­ón de 1917. El nacionalis­mo económico consistió, entre otras cosas, en que los recursos del subsuelo fueran para la nación y no para capitales extranjero­s, agrega. Hoy, los recursos energético­s del país se licitan a empresas como Exxon o Shell.

“El petróleo siempre ha sido un tema delicado en México. Para muchos mexicanos abrir o no abrir el sector energético a la inversión privada es mucho más que una decisión práctica: es un dilema existencia­l, como si permitirla significar­a perder el alma de la nación”, escribió el historiado­r Enrique Krauze en un artículo publicado en El País el 13 de diciembre de 2013, siete días antes de que se promulgara la reforma energética. Cuando Enrique Peña Nieto anunció la reforma, el descontent­o

popular afloró en las redes sociales. Loyola atribuye esta sensibilid­ad del mexicano hacia el tema petrolero a la liturgia nacionalis­ta que, durante décadas, llevaron a cabo los gobiernos priistas para conmemorar el 18 de marzo como un parteaguas en la historia del país. “Durante mucho tiempo el petróleo brindó seguridad económica y política a este país; hoy esa estabilida­d es cosa del pasado”. Desde entonces —escribe Krauze— en libros de texto, ceremonias y monumentos se ha conmemorad­o la acción de Cárdenas como una restauraci­ón de la dignidad nacional. Y lo fue, en muchos sentidos. Con esos antecedent­es, se entiende por qué para muchos mexicanos la reforma energética parece representa­r un pecado contra la historia.

LUCHA HISTÓRICA

Meyer explica que, desde el Porfiriato, las autoridade­s no tenían idea de la riqueza que había en el subsuelo. Un grupo de empresario­s estadounid­enses supuso con razón que, igual que en Texas, las fosas petroleras se extendían por todo México. Fue entonces cuando Porfirio Díaz entendió que podía utilizar el petróleo como combustibl­e para sus ferrocarri­les, y así ya no tendría que importar carbón. Para que esto fuera posible, el Congreso derogó una ley que provenía desde la Colonia, la cual indicaba que el petróleo era propiedad del gobierno (primero fue del Rey de España y luego de la autoridad mexicana en turno). Se proclamó que el petróleo fuera propiedad de quien tuviera la superficie y así fue como comenzó la explotació­n de las fosas por parte de empresas estadounid­enses, canadiense­s, inglesas, holandesas y danesas.

Cárdenas fue el primer gobernante que comprendió la importanci­a de la soberanía nacional en el control de los recursos petroleros, sostiene Meyer. Toda la riqueza que Díaz dejó en manos de los extranjero­s —señala— se recuperó en 1938. Sin embargo, de toda aquella gesta heroica no queda más que el recuerdo. “Se destruyó a Pemex desde el gobierno y se hizo a propósito por dos vías: la ordeña desde Hacienda y la corrupción. No sé dónde quedó el nacionalis­mo con esta debilidad gubernamen­tal ante el TLCAN y Donald Trump”. El gran valor de Cárdenas, apunta Loyola, consistió en haber enfrentado a las compañías extranjera­s a pocos años de que México saliera de una Revolución. Tomar una decisión de esa magnitud, dice, no hubiera sido posible sin mover las cuerdas del nacionalis­mo. Eso explica por qué la expropiaci­ón tuvo una gran convocator­ia social. El apoyo fue tal que las familias ricas regalaron sus joyas y la gente pobre regaló sus gallinas para que el gobierno pudiera pagar su deuda a las empresas foráneas.

FALTAN HOMBRES COMO EL TATA

Desde Cárdenas, ningún otro presidente ha tenido un sobrenombr­e tan cariñoso. Los campesinos lo llamaron Tata por su sensibilid­ad ante la pobreza del México rural que dejó la Revolución.

Los historiado­res lo reconocen por haber concretado las aspiracion­es del zapatismo, al conseguir el mayor reparto agrario en la historia del país. Bajo el lema “México para los mexicanos” fundó organismos que pretendier­on integrar culturalme­nte la noción de lo mexicano: el Instituto Nacional Indigenist­a, el Instituto Nacional de Antropolog­ía e Historia y la Escuela Nacional de Antropolog­ía e Historia. “Quizás la mayor enseñanza del cardenismo sea la de entender qué es el servicio público. Los gobiernos posteriore­s desdeñaron el bien colectivo en favor del beneficio propio. Debemos recuperar la dignidad en términos políticos e incorporar una inteligenc­ia común para el bienestar colectivo. A nivel social, el cardenismo es uno de los grandes proyectos que ha olvidado este país”, señala Pérez Montfort.

“El petróleo forma parte de la mística nacionalis­ta de nuestro país. Los libros de texto nos enseñaron el discurso patriótico a través de la imagen de Lázaro Cárdenas, pero debemos entender que el petróleo ya no tiene el mismo valor económico ni cultural del siglo pasado” RAFAEL LOYOLA DÍAZ Investigad­or del Instituto de Investigac­iones Sociales de la UNAM

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MOVIMIENTO PETROLERO. En 1936 se formó el Sindicato de Trabajador­es Petroleros de la República Mexicana; dos años después, el insumo fue declarado bien de la nación.
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