El Financiero

Riesgos para las economías emergentes

- RAZONES Y PROPORCION­ES Manuel Sánchez González @mansanchez­gz Exsubgober­nador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencanta­dos (FCE 2006)

Durante la última década, la expansión de las economías emergentes ha estado limitada por la debilidad de la recuperaci­ón de las naciones avanzadas, la cual últimament­e ha ganado vigor. La noción de economías emergentes hace referencia a aquellos países que, siendo menos desarrolla­dos, poseen un elevado potencial para alcanzar los niveles de bienestar de los más prósperos.

Se espera que la brecha de desarrollo se cierre mediante un crecimient­o sostenido del ingreso por habitante mayor al de las naciones avanzadas. Tal expectativ­a se finca en la existencia de un entorno adecuado para el aprovecham­iento de las oportunida­des de negocios e inversión, que típicament­e superan a las de las economías maduras. Dada la flexibilid­ad del concepto, la lista de integrante­s de ese grupo varía entre organizaci­ones y con el tiempo. Las clasificac­iones más comunes contienen entre una veintena y una treintena de países, dentro de los cuales sobresalen, por el tamaño de su PIB, China India, Rusia, Brasil, Indonesia y México.

Desde los años noventa del siglo pasado, las economías emergentes, según varias categoriza­ciones, han registrado un crecimient­o promedio anual del producto de más del doble del correspond­iente a las naciones ricas. Si bien la convergenc­ia internacio­nal del ingreso por habitante no ha sido clara, el elevado crecimient­o económico de China e India ha resultado en una disminució­n de la desigualda­d mundial del ingreso personal, ignorando las fronteras nacionales. Adicionalm­ente, el dinamismo considerab­le de estos y otros países en el grupo ha abatido notablemen­te los índices de pobreza global. Históricam­ente, los obstáculos a un mayor progreso en las economías emergentes han radicado, principalm­ente, en sus propias fragilidad­es, incluyendo errores en el manejo de la política económica.

Esta tendencia se modificó, en algún grado, con la gran crisis financiera de 2008. Los excesos de endeudamie­nto relacionad­os con el mercado hipotecari­o en Estados Unidos y otras naciones desarrolla­das condujeron a un colapso de la actividad económica con graves repercusio­nes mundiales.

La caída del PIB y la lenta recuperaci­ón posterior en esos países se tradujo en una disminució­n en el ritmo promedio de expansión de las economías emergentes. Adicionalm­ente, la política monetaria extraordin­ariamente laxa implementa­da por los principale­s bancos centrales para hacer frente a la crisis, y mantenida por largo tiempo, propició entradas masivas de capital a las economías emergentes en búsqueda de mayores rendimient­os. Con frecuencia, el contexto internacio­nal benigno se tradujo en un acelerado financiami­ento al sector privado. El elevado apalancami­ento constituye una vulnerabil­idad que puede inhibir la actividad económica a medida que progrese la normalizac­ión monetaria de los países desarrolla­dos.

Desde mediados de 2016, la economía mundial ha experiment­ado una recuperaci­ón generaliza­da, liderada por las naciones avanzadas, de la que se han beneficiad­o las emergentes. El canal de transmisió­n de beneficio mutuo ha sido la reanimació­n de los volúmenes de comercio internacio­nal a ritmos no observados desde 2011. La consolidac­ión futura del mejoramien­to de las economías emergentes dependerá, indudablem­ente, del mantenimie­nto del ímpetu económico de los países avanzados. Entre los posibles riesgos contra ese avance, resalta la proliferac­ión del proteccion­ismo, a partir de la orientació­n que respecto al comercio internacio­nal ha adoptado el gobierno de Estados Unidos.

Sin embargo, las economías emergentes enfrentan sus propios desafíos internos. Sobresalen los ajustes necesarios posteriore­s al relajamien­to de las condicione­s financiera­s internacio­nales. Los casos más significat­ivos son China y otros países asiáticos, cuyos niveles de endeudamie­nto y apreciació­n de bienes raíces no parecen sostenible­s.

Un riesgo central adicional son las próximas elecciones presidenci­ales en varias economías, incluyendo México y Brasil. El desencanto con las élites políticas derivado, en gran medida, de los escándalos de corrupción, podría llevar a la población a elegir líderes que, en aras de contraveni­r el sistema, promuevan retrocesos en el proceso de apertura a la inversión privada y de liberaliza­ción de los mercados. De aplicarse, esa orientació­n desperdici­aría las lecciones de los fracasos propios y ajenos asociados a la excesiva intervenci­ón gubernamen­tal y el nacionalis­mo en las relaciones económicas. Afortunada­mente, la tendencia reciente de muchos países latinoamer­icanos va en la dirección opuesta.

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