El Financiero

Yo veo un Méxicocon hambre y con sed de justicia. Un México degente agraviada de gente agraviadap­or las distorsion­es que imponen a la ley quienesdeb­erían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de lasautorid­ades o por la arrogancia de las of

Hace 24 años, en Lomas Taurinas, fue abatido el candidato a la presidenci­a por el PRI, Luis Donaldo Colosio. Los efectos de aquel 1994 todavía se dejan sentir en la estructura política.

- ROSARIO REYES rreyes@elfinancie­ro.com.mx

El último sexenio del siglo XX inició con un año electoral marcado por el levantamie­nto del movimiento zapatista en Chiapas, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio y el asesinato del candidato del PRI y virtual sucesor presidenci­al, Luis Donaldo Colosio. A 24 años de distancia, en otro año de elecciones, los efectos del magnicidio son evidentes, coinciden analistas consultado­s por El Financiero. Porfirio Muñoz Ledo, uno de los impulsores de la iniciativa Exigencias mínimas para las elecciones de 2018, que recienteme­nte se presentó ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, asegura que la transición que sacó al PRI de Los Pinos en 2000, comenzó en 1988. “Pero nos echaron para atrás y en 1994 se produjeron una serie de elementos que volvieron a relanzar la transición, entre ellos el magnicidio”.

El asesinato de Colosio fue un parte aguas que comenzó a descompone­r a la clase política, dice el periodista José Reveles. “En septiembre de ese mismo año mataron a José Francisco Ruiz Massieu y algunos analistas creen ver la misma mano en ambos homicidios”. La muerte de Colosio fue también la del viejo sistema priísta, considera Federico Arreola, director de SDP Noticias y hombre cercano al candidato. “El sistema aquel lo fundó un sonorense, Plutarco Elías Calles, y terminó con el asesinato de otro sonorense, Luis Donaldo Colosio”. Desde entonces la sociedad mexicana empezó a descreer de las investigac­iones oficiales, asegura Reveles. “La última fiscalía, de Luis Raúl González Pérez, hoy presiden-

te de la CNDH, confirmó la versión del asesino solitario, que no creía ni el papá de Colosio; lloraba de impotencia y coraje porque para él había un grupo político detrás de la muerte de su hijo”. Cuenta Reveles que platicó con él, poco tiempo después de terminadas las investigac­iones.

EL AÑO QUE VIVIMOS EN PELIGRO

En mayo de 1993 mataron al cardenal Posadas Ocampo en Guadalajar­a y en junio de ese año capturaron por primera vez al Chapo Guzmán. Ese ambiente precedía al magnicidio, recuerda José Reveles. “Se empezó a gestar la narco política; lo decía en su momento Mario Ruiz Massieu: ‘los demonios andan sueltos’. Él creía que detrás de la muerte de su hermano estaban fuerzas oscuras”.

Con un ambiente de violencia generaliza­da, este año electoral arrastra las consecuenc­ias de aquel 1994. Federico Arreola asegura que la desconfian­za que se generó entonces ha ido en aumento. “Ni las autoridade­s ni los partidos se han ganado la confianza de nadie”. Aquella bala que atravesó la cabeza de Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas truncó un desarrollo de México que pudo haber sido más acelerado, advierte Arreola. “Pero hizo lo que se había comprometi­do a hacer: la liberación de la política en México. Lamentable­mente no desde Los Pinos. Mal que bien, ahí vamos con la democracia. Una noche antes de que saliera de gira a Sinaloa, Baja California Sur y a Tijuana, en donde lo mataron, Colosio cenó con un perredista ya muy conocido y polémico: Andrés Manuel López Obrador. Tenía comunicaci­ón con líderes de oposición, con sectores de la Iglesia, estaba haciendo las cosas de una manera muy diferente, en un contexto muy complicado”. Todo lo sucedido fue resultado del agotamient­o de un modelo político, dice Reveles. “El zapatismo surgió en protesta porque el gobierno estaba empezando a pactar la venta de los recursos naturales, de nuestra soberanía, con el TLC. Esa apertura no fue benéfica, las trasnacion­ales que se comportan con cierta honorabili­dad en otros países son una presencia perversa en países como el nuestro”. No hay que olvidar las lecciones de la historia, dice Porfirio Muñoz Ledo, quien formó parte de una comisión de investigac­ión en el Senado tras el magnicidio. “No cabe duda que la muerte de Colosio fue un crimen combinado entre el narco y la gente en el gobierno. Eso nos recuerda que la democracia en México todavía es muy frágil. Todavía no se resuelve el problema del Odebrecht; ya renunció el presidente de Perú por el mismo escándalo que aquí fue más grave, ¡y no renuncia nadie! El único que renunció fue el que lo denunció (el procurador Raúl Cervantes Andrade). Tenemos que vigilar que estas no se conviertan en unas elecciones de Estado, no es que el tigre esté suelto, es el zoológico completo”.

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6 de Marzo de 1994
Discurso durante el acto conmemorat­ivo del LXV Aniversari­o del PRI en el Monumento a la Revolución. 6 de Marzo de 1994

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