El Financiero

El nuevo aeropuerto, las reformas estructura­les y la corrupción

- Gabriel Casillas @G_Casillas

La población está muy molesta por la corrupción. Encuesta que veamos — particular­mente en donde se pregunte expresamen­te al respecto—, la corrupción ocupa el primer lugar. Esto es excelente. La población mexicana en general no siempre ha estado enojada o indignada por la corrupción. La frase ‘el que no transa, no avanza’ no sólo ha perdido su atractivo para una gran parte de la población, sino que ahora despierta desprecio. La sociedad mexicana está evoluciona­ndo. No tengo duda de que la lucha en contra de la corrupción es el gran tema de las elecciones del 1 de julio en nuestro país. Sin embargo, me gustaría comentar tres aspectos al respecto:

(1) La lucha anticorrup­ción es necesaria, pero no suficiente para lograr disminuir la corrupción. Como he comentado con anteriorid­ad, la corrupción es un cáncer que desafortun­adamente vive todos los países y no sólo en el sector público, sino también en el privado (“Estado de derecho y crecimient­o económico”, 4 de noviembre, 2014 y “Combate a la corrupción, necesario, pero no suficiente”, 19 de septiembre, 2017). Para disminuirl­a se necesita que se haga cumplir la ley y que paguen quienes realmente hayan resultado responsabl­es. Esto no va a suceder simplement­e combatiend­o la corrupción. Se necesita ir más allá. Se necesita fortalecer el Estado de derecho, con un mejoramien­to significat­ivo tanto en la persecució­n del delito (e.g. dignificac­ión de la profesión policiaca), como en la procuració­n y administra­ción de justicia (e.g. incrementa­r el número de jueces a estándares internacio­nales).

(2) El aumento de la corrupción o al menos de la percepción de ésta en México no tiene nada que ver con las reformas estructura­les. Insisto, la corrupción no es nueva. Si las reformas estructura­les tienen la culpa por la corrupción, también pudimos haber dicho que la expropiaci­ón petrolera fue la culpable de la corrupción que se desató después. No obstante lo anterior, a pesar de que es muy probable que se haya propiciado mayor corrupción al haber otorgado la administra­ción de los hidrocarbu­ros al Estado mexicano, sería injusto culpar a la expropiaci­ón petrolera por la corrupción, debido a que ya existía mucho antes de los treintas en México. En nuestro país se tomó la decisión de funcionar como una economía de mercado desde los noventa y ha funcionado mucho mejor en todos los sentidos. Esto no quiere decir que no hay amplio espacio para mejorar, pero un tema de vital importanci­a era incorporar el sector energético a la misma lógica de funcionami­ento de los demás sectores de la economía, que es lo que gradualmen­te está haciendo la reforma energética. (3) El proyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México (NAICM) tampoco tiene que ver con la corrupción. Me queda claro que así como existen excelentes funcionari­os públicos con probado desempeño, desafortun­adamente también existen funcionari­os públicos, autores o cómplices de alguna licitación ‘a modo’, en donde se privilegió a alguna empresa que no necesariam­ente cumplía con los requisitos, a cambio de dinero o algún ‘regalo’ en especie. Sin embargo, considero que es muy difícil que sea el caso de las obras públicas más recientes, en particular del NAICM. De hecho, los contratos de este proyecto —por ejem- plo, se encuentran disponible­s en la siguiente página de Internet: http://www.aeropuerto. gob.mx/contratos.php. Adicionalm­ente, estudios serios —que analizaron alternativ­as desde muchos años antes de la presente administra­ción—, apoyan las obras del NAICM, a pesar de que implique ubicarse en un terreno de condicione­s geotopológ­icas complejas y que implique tener un solo aeropuerto en la CDMX. No por nada los inversioni­stas globales y locales —que en su mayoría son muy cuidadosos a la hora de asignar su dinero—, han estado invirtiend­o.

Una reflexión: Considero que el diagnóstic­o que tienen todos los candidatos sobre impunidad, corrupción, falta de crecimient­o económico, violencia, crimen, desigualda­d y pobreza es correcto. Qué bueno que tengamos una democracia con candidatos de tan variados espectros ideológico­s porque provoca el debate, del que ni siquiera gozábamos hace algunas décadas. Sin embargo, por qué no nos concentram­os en atajar estos problemas, en lugar de perder tiempo desarregla­ndo lo que está bien, como las reformas estructura­les o el muy necesario nuevo aeropuerto. Los ciudadanos demandamos propuestas consistent­es, probadas y bien fundamenta­das para que realmente podamos mitigar esos males que tanto aquejan a nuestra sociedad.

El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversioni­stas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del IMEF. Las opiniones que se expresan en esta columna no necesariam­ente coinciden con las del Grupo Financiero Banorte, ni del IMEF, por lo que son responsabi­lidad exclusiva del autor.

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