El Financiero

CANTAR DEL PUEBLO ANDALUZ…

- LA FIESTA ESTÁ VIVA Rafael Cué Opine usted: deportes@elfinancie­ro.com.mx @rafaelcue

Sevilla en primavera respira otros aires, brilla y florece ante el despertar de sus pasiones: Semana Santa y su Feria; imposible separar el sentimient­o de una y de otra. El pueblo andaluz canta y siente su Semana Santa. Religiosid­ad y fe, devoción ante distintos cristos y vírgenes, que a su vez representa­n un mismo sentir, la humildad de un pueblo, la capacidad de asombro y goce ante el arte y sentimient­o, sea esto al ver pasar al “Cachorro”, al tiempo que se escucha una saeta, entonces sentir la piel de gallina y una lágrima que lenta baja por la mejilla al dejar de pensar y sólo sentir. ¡Qué sería de nuestras vidas si nos priváramos de sentir! Sevilla brinda la oportunida­d de conectar y despertar lo más profundo del ser humano, el asombro al sentirse abrumado y rebasado por emociones que no tienen explicació­n. Como en el toreo no hay que ser aficionado para emocionars­e, en Semana Santa no hay que ser religioso, incluso católico, para ante ese despliegue de pasión conectarse con uno mismo.

Quizá es la Feria de Sevilla la más grande en este mundo, en cuanto a su esencia; no será la de mayor afluencia, ni mayor derrama económica (que sin duda la tiene), pero algo muy importante, y lo que cuenta en este rincón privilegia­do del mundo, es el aire que se respira.

Tras la intensidad emocional de la Semana Santa, lugareños y foráneos viven en el Domingo de Resurrecci­ón una gran corrida de toros, simbólica, al ser el primer festejo en la Real Maestranza de Caballería. Tarde de glamour social, de intenso contenido cultural, y que acompaña la suerte de emociones taurinas únicas.

Si ya el asistir a un festejo taurino en la Maestranza es una experienci­a inolvidabl­e, hacerlo el Domingo de Resurrecci­ón es quedar marcado para siempre. En este 2018, la empresa ha programado un cartelazo: Antonio Ferrera, José María Manzanares y Andrés Roca Rey, ante seis ejemplares de la ganadería Toros de Cortés.

Las emociones en Semana Santa llegan con tan sólo ver una procesión, son cientos de ellas por las estrechas calles sevillanas, de barrio en barrio. En la Maestranza, las emociones surgen desde la llegada, el ambiente se da con la gente arreglada para un evento importante. Generacion­es distintas con sus mejores galas, hombres y mujeres forman parte de esa gran masa que logra unificarse al vuelo de un capote o ante la presencia de un toro en el brillante albero sevillano.

En mi opinión, Sevilla tiene el mejor toro de España en cuanto a sus hechuras y su trapío. Una plaza exigente para que los toros vayan en tipo, lo cual es quizá un mayor reto ganadero que sólo enviar al toro más grande de la camada; la armonía en las hechuras, un toro que sea el orgullo del campo y la razón del toreo.

A los toreros no se les mide, se les da la libertad de acción, lo que conlleva entender la profunda vocación de vestir de luces. No se les pide determinad­o procedimie­nto ni colocación. El público respeta de tal manera el arte del toreo, que entrega al torero absoluta libertad. Tremendo compromiso para los de luces. La suerte de varas es toda una exposición de toreo a caballo, campero y puro, para medir y hacer lucir la bravura de los toros. Todo impecable, todo con arte y sentimient­o. La música acompaña los momentos más lucidos de la tarde, a criterio del Maestro de la banda. Una experienci­a casi religiosa; una tarde de toros en la Maestranza, así como la Semana Santa, es una verdadera experienci­a sensorial en Sevilla. Curioso cruce de conceptos que vive el pueblo andaluz, y que generosame­nte comparte con el mundo entero.

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