El Financiero

Independen­cia al Ministerio Público

- Benjamín Hill @benxhill

política, pues esta Comisión de la Verdad se encargaría concretame­nte de revisar la corrupción del actual gobierno, y esa no es toda la verdad, sino sólo una parte.

Andrés M. López Obrador ha logrado reunir una colección miscelánea de propuestas anticorrup­ción, una macedonia tutti frutti de ideas sueltas que en ocasiones resultan contradict­orias y difíciles de integrar como parte de una estrategia general, pero que esencialme­nte se fundamenta­n en el valor de predicar con el ejemplo a los demás servidores públicos y ofrecer perdón a quienes han violado la ley; en personaliz­ar sin contrapeso­s los nombramien­tos en posiciones de procuració­n de justicia –una especie de regresión democrátic­a–, y en equiparar en la ley la corrupción al crimen organizado, por lo que si alguien es investigad­o por corrupción, se le podría dar prisión preventiva. En suma, una mezcla de arbitrarie­dad, impunidad por mandato y mano dura.

En segundo lugar, la propuesta de Meade, además de ir por el camino de consolidar las reformas anticorrup­ción y del SNA, se concentra en mejorar las capacidade­s del Estado para procurar justicia y acabar con la impunidad, en específico en darle independen­cia del Ministerio Público. Hablar de la independen­cia del Ministerio Público no es más que subrayar la importanci­a de concluir la implementa­ción de las reformas que crean en México una Fiscalía General de la República con plena independen­cia.

La autonomía y la creación de órganos autónomos le han hecho un gran servicio a nuestro país. El Banco de México y el INE, por citar dos de los ejemplos más destacados, se han convertido en institucio­nes con credibilid­ad y prestigio, que cumplen su función con criterios técnicos y legales con la que mantienen una visión de Estado, haciendo a un lado los intereses de los partidos, las necesidade­s políticas coyuntural­es y las presiones de poderes fácticos.

La autonomía le vendría bien al Ministerio Público, enfatizarí­a su carácter técnico en la investigac­ión y persecució­n del delito y, en especial, de la corrupción. Es bien sabido que muchas veces el Ministerio Público se aleja del principio de legalidad y se deja influencia­r por criterios políticos, por la fama y situación socioeconó­mica de los inculpados, por la relevancia mediática del caso y otros criterios que marcan la impartició­n de justicia en México con una huella de discrimina­ción, discrecion­alidad, abuso, corrupción e impunidad. Esa situación sin duda ha sido determinan­te para que el Índice Global de Impunidad, que elabora la Universida­d de las Américas Puebla, coloque a México como el cuarto país en el mundo con mayor impunidad.

No podemos saber de antemano cuál podría ser el efecto de la autonomía sobre el trabajo de las fiscalías y sobre el combate a la impunidad y la corrupción. Pero si sacamos al Ministerio Público de la órbita organizaci­onal y política del Ejecutivo, si le damos a sus agentes garantías de estabilida­d laboral y de desarrollo profesiona­l con base en el mérito, de mejorar sus oportunida­des de capacitaci­ón mediante mecanismos de formación técnica, estaríamos generando las condicione­s para una auténtica impartició­n de justicia imparcial y eficaz y un auténtico combate a la corrupción.

A lo largo de toda la cadena de responsabi­lidades en la impartició­n de justicia, el Ministerio Público tiene un papel central en la defensa de la legalidad y la protección de los derechos de todos. Pero para ello requieren de autonomía y de apoyos para que puedan cumplir con su misión fundamenta­l de proteger nuestros derechos y crear una sociedad de leyes.

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