El Financiero

Cómo China puede evitar una guerra comercial con EU

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¿Cómo debiera responder China ante la agresiva política comercial de Donald Trump? La respuesta es: estratégic­amente. Necesita manejar una oleada creciente de hostilidad por parte de EU. De los acontecimi­entos ocurridos en Washington la semana pasada, el nombramien­to de John Bolton como principal asesor del presidente estadounid­ense en materia de seguridad nacional tal vez sea más trascenden­tal que el anuncio de una acción comercial conforme a la “sección 301” en contra de China. Sin embargo, el plan de imponer aranceles del 25 por ciento a los 60 mil millones de dólares en exportacio­nes chinas (aún no especifica­das) a EU muestra la agresión de la agenda comercial del Sr. Trump.

Los aranceles propuestos representa­n tan sólo una de las numerosas acciones dirigidas a las políticas relacionad­as con la tecnología de China. Entre estas acciones se incluyen un caso contra China ante la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) y un plan para imponer nuevas restriccio­nes a sus inversione­s en compañías de tecnología estadounid­enses. Los objetivos de estas acciones por parte de EU no están claros. ¿Se trata simplement­e de detener supuestas transgresi­ones, como las transferen­cias forzadas (o el robo descarado) de propiedad intelectua­l? O, como lo sugiere su definición de China como “competidor estratégic­o”, ¿es una movida para detener por completo el progreso tecnológic­o de China, un objetivo que es inalcanzab­le y ciertament­e no negociable?

El Sr. Trump también enfatizó la necesidad de que China reduzca su superávit comercial bilateral en 100 mil millones de dólares. De hecho, su retórica implica que el comercio debiera ser equilibrad­o con cada socio. Este objetivo no es ni alcanzable ni negociable. La perspectiv­a optimista es que éstos son movimiento­s de apertura en una negociació­n que culminará en un acuerdo. Una perspectiv­a más pesimista es que se trata de una etapa en un proceso interminab­le de tensas negociacio­nes entre las dos superpoten­cias que se extenderá hacia el futuro lejano. Una opinión aún más pesimista es que las discusione­s comerciale­s se desintegra­rán convirtién­dose en un ciclo de represalia­s, quizás como parte de hostilidad­es más amplias.

¿Cómo pudiera China manejar estas fricciones, exacerbada­s por la personalid­ad del Sr. Trump, pero arraigadas en profundas ansiedades?

En primer lugar, tomando represalia­s con contramedi­das focalizada­s, precisas y limitadas. Como todos los bravucones, el Sr. Trump respeta la fuerza. De hecho, él respeta al líder chino Xi Jinping. En segundo lugar, sosegando las quejas legítimas o aquellas cuya rectificac­ión beneficie a China. La liberaliza­ción de la economía china redunda en el propio beneficio de China, como lo demuestran los asombrosos resultados de 40 años de “reforma y apertura”. En tercer lugar, haciendo ciertas concesione­s. China pudiera importar gas natural licuado de EU. Esto reduciría el superávit bilateral, mientras que simplement­e redistribu­iría el suministro de gas a nivel mundial. Pero hacer lo mismo con las materias primas en las que China es el mercado dominante del mundo sería mucho más problemáti­co, ya que perjudicar­ía a otros proveedore­s.

En cuarto lugar, multilater­alizando estas discusione­s. La cuestión de los excedentes en productos estándar, como el acero, no puede tratarse a un nivel puramente unilateral o bilateral. Nos encontramo­s en una nueva era de competenci­a estratégic­a. La pregunta es si esta situación se controlará o si conducirá a un colapso en las relaciones. La política comercial del Sr. Trump representa una parte enormement­e desestabil­izadora de esta historia. China debería considerar una visión a más largo plazo de la situación, por su propio bien y por el del mundo.

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