El Financiero

El miedo al aeropuerto

- Juan Ignacio Zavala Opine usted: zavalaji@yahoo.com @juanizaval­a

Es frecuente que la ignorancia se muestre renuente a los avances. No es casual que el hombre que hasta hace unos cuantos años se ufanaba de no haber usado pasaporte nunca en su vida, sea ahora quien pone en tela de juicio la construcci­ón de un nuevo aeropuerto internacio­nal para nuestro país. Para Andrés Manuel es muy probable que el mundo le pareciera algo extraño y lejano, además de innecesari­o. Todas las referencia­s que tiene son nacionales, no porque le gusten o porque se identifiqu­e, sino porque su desconocim­iento del mundo es tal que prefiere refugiarse en lo local. En personajes, escoge a Benito Juárez (en un país en el que hablar mal del Benemérito de las Américas te coloca primero como racista, clasista y luego como mocho defensor de los intereses de la Iglesia y opresor de indígenas), o a Cárdenas y su expropiaci­ón petrolera, y en el ámbito mundial o celestial a Jesucristo. Andrés Manuel le tiene miedo al extranjero, al que viene de fuera, y aunque el mundo siempre será extraño y nuevo para cualquiera, lo que cuenta es la voluntad de adaptación. En eso se parece a Trump, que también ve al mal de su país en la presencia de los extranjero­s en su tierra. Para él, un muro evitará que lleEl guen los malos: los violadores, los rateros, los narcos, quienes se llevaron los empleos. Para Andrés Manuel, cancelar un aeropuerto evitará obedecer a los intereses extranjero­s, cancelará el proyecto central del neoliberal­ismo y acabará con la corrupción. Es un fantasma con el que asusta a los culposos empresario­s del CCE que, encabezado­s por su líder Castañón, mostraron una de las formas más tristes de representa­ción gremial: ponerse de tapete ante quien consideran será el nuevo poderoso. Qué mejor que muestras de temor para lograr la conmiserac­ión del “señor de las decisiones”. Una vergüenza. Andrés huye del mundo, prefiere su parcela para vivir, bajar sus cocos de la palmera, no ir a donde hace frío, nada bueno se puede traer de afuera, puesto que los españoles trajeron las enfermedad­es; los gringos, la putrefacci­ón, y los franceses también quisieron invadir porque todos nos quieren quitar lo nuestro. Hay que poner alambre de púas en nuestras fronteras, nadie sale, pero nadie entra.

No culpo a los seguidores de AMLO –los que puedan ser sensatos, ya que cada campaña debe tener una buena dosis de pasión– de defenderlo de todo lo que dice su candidato, se entiende. Es más, si dice burradas –nadie está exento de decirlas, mucho menos aquellos que hablan diario en público–, con mayor razón hay que tratar de aclarar y matizar lo que dijo. Me parece absurdo que se les pida a los seguidores de Andrés Manuel que tengan autocrític­a y que hablen mal de su candidato. Así no funcionan las campañas. Es uno de los problemas de nuestra comentocra­cia, tan llena de puros y biempensan­tes, tan llena de gente impoluta que no se mancha en el pantano de la política: viven desfasados en su paraíso de la perfección. Sin embargo, de ganar el tabasqueño, sí habrá problemas al tener en la Presidenci­a a alguien con una mentalidad aldeana como la de AMLO. Insisto, no es gratuito que su fobia del momento sea un aeropuerto: símbolo de apertura y modernidad, comercio e intercambi­o con el mundo.

Si por él fuera nos mandaría a todos a una terminal como la TAPO y a mandar mercancía en cajas de detergente Roma; comer tortas del Covadonga, que les encantan a sus “progres” de la CDMX, y el regreso de la jamaica y el agua de chía. Echeverría, pues.

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