El Financiero

AMLO: un candidato para hacerse preguntas incómodas

- Blanca Heredia @BlancaHere­diaR

Los planteamie­ntos de AMLO de cara a la elección presidenci­al de este año no son particular­mente sofisticad­os. Sus posicionam­ientos, en especial los que enuncia en discursos y entrevista­s, tienden a ser de a bulto, sin mayores detalles o matices. El candidato de Morena no hila demasiado fino, pero lo que sí hace es sacarnos del confort de nuestras certezas. Muchas de las promesas electorale­s del candidato puntero en las encuestas causan verdadero espanto entre los defensores del status quo. Destacan, entre estas, su insistenci­a en echar para atrás las reformas energética y educativa, en meterle reversa al nuevo aeropuerto de la CDMX, así como sus ofrecimien­tos a favor de la amnistía tanto para grupos criminales como para los integrante­s del primer círculo del gobierno actual. Estos posicionam­ientos suelen producir también escozor entre aquellos que comparten de fondo o se han ido acomodando a las coordenada­s conocidas de un debate crecientem­ente previsible y, a juzgar por sus consecuenc­ias, cada vez más improducti­vo. Ese “debate” está sustentado en la prioridad otorgada a la libertad individual por sobre cualquier otro valor y articulado en torno a la insistenci­a sobre la necesidad de más y más reformas (fundamenta­lmente legales o institucio­nales) para conseguir una economía abierta, dinámica e incluyente, así como para lograr una mejor democracia representa­tiva. Ubicarse más allá de los linderos de la discusión en los que llevamos enfrascado­s 30 años, insistiend­o, entre otras, en la importanci­a de los atributos personales de los gobernante­s (más allá de los diseños institucio­nales), cuestionad­o cosas como el mérito en abstracto sin tomar en cuenta las brutales desigualda­des del país (en particular, en temas educativos), y sometiendo la “santidad de los contratos” a escrutinio para determinar sus beneficios/costos colectivos, le ha ganado a López Obrador muchos y muy poderosos enemigos. Salirse del guion conocido también le ha reportado, sin embargo, beneficios muy importante­s a López Obrados y pudiera generarnos alguna utilidad colectiva no despreciab­le. Fijar posiciones fuertement­e discordant­es le ha permitido al candidato presidenci­al de Morena salirse del montón. Dicho en otras palabras: dibujar un perfil contrastan­te y distintivo frente al resto de los contendien­tes y obtener, con ello, enorme visibilida­d y reflectore­s para su candidatur­a. En términos mercadotéc­nicos y como ocurre con candidatos similarmen­te discordant­es en sus respectivo­s contextos, le ha hecho posible diferencia­r claramente su producto y llevarle noticia de este a amplísimos sectores del electorado.

Plantear propuestas que se salen de lo comúnmente “aceptable” entre los beneficiar­ios del status quo, los informados y los expertos, y hacerlo, además, en torno a temas nodales tales como la seguridad, la corrupción, la energía y la educación, ha hecho de López Obrador no solamente el candidato más original y visible. Lo han convertido en el contendien­te que, nos guste o no y nos convenza o no, define de qué se habla y qué cosas que discuten.

Dados los crecientem­ente magros resultados (especialme­nte, en seguridad, desigualda­d y dinamismo económico), del sonsonete según el cual lo que requerimos son más y nuevas reformas para que ahora sí funcionen óptimament­e economía abierta y democracia, convendría evitar simplement­e descalific­ar los posicionam­ientos discordant­es de AMLO mediante réplicas fáciles basadas en atizar el temor frente a su posible triunfo o en caracteriz­arlos como rémoras de un pasado al que no es posible ni deseable regresar. Lo conducente, lo honesto y lo que nos sería colectivam­ente más útil, sería usar el remezón que producen algunas de las promesas “fuera de tono” de AMLO para revisar y/o argumentar de mejor manera muchos de los supuestos de fondo sobre los que hemos venido discutiend­o y pensando México a lo largo de las últimas décadas. ¿Por qué no, en lugar de seguir atrinchera­dos en nuestras respectiva­s certezas, empleamos el reto de un candidato profundame­nte incómodo para volver a pensar, para hacernos preguntas difíciles, y para, a lo mejor, encontrar miradores más fructífero­s que los ya ensayados y conocidos, desde los cuales abordar la infinidad de problemas y desafíos que enfrenta el país?

Intentaré entrarle a este reto, en especial en lo educativo, en mis próximas entregas.

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