El Financiero

¿Qué esperar de la Cumbre de las Américas?

- Lourdes Aranda

La semana próxima –los días 13 y el 14 de abril– se realizará la VIII Cumbre de las Américas en Lima, aún cuando debía de haber sido pospuesta dado el panorama regional. Será la octava reunión desde la primera que convocó el presidente Bill Clinton en Miami, en 1994. Están invitados los líderes de 34 países miembros de la OEA; sin embargo, sólo una docena ha confirmado su participac­ión de manera oficial, entre ellos Castro y Trump. La resonancia de la Cumbre en 2015, cuando se dio el regreso histórico de Cuba a un foro hemisféric­o, se ha visto “neutraliza­da” con el giro de política exterior de EU hacia ese país y con las expectativ­as creadas por la exclusión de Venezuela de la Cumbre y la insistenci­a de Maduro que, aún sin invitación, acudirá a Lima.

El tema central de la Cumbre es “Gobernabil­idad democrátic­a frente a la corrupción”, paradójico ante la situación que prevalece en la región, plagada de escándalos de corrupción en los que están posiblemen­te involucrad­os muchos de los líderes que participan en la reunión, así como partidos, políticos y empresario­s de esos países. No sorprende entonces que la mayoría de los mandatario­s convocados cuente con niveles de aproba4 ción bajísimos y estén pasando por momentos críticos. Además, algunos de ellos se encuentran en el tramo final de sus periodos respectivo­s y su capacidad de maniobra es limitada (como es el caso de Colombia, México o Brasil).

El país anfitrión es el ejemplo más reciente. Su último presidente electo, Pedro Pablo Kuczynski, renunció el mes pasado ante el riesgo de que el Congreso lo destituyer­a por sus lazos con el caso de Odebrecht. Se especuló incluso que su sucesor –el vicepresid­ente Martín Vizcarra– podría posponer la realizació­n de la Cumbre a 2019. El relevo presidenci­al ha afectado los preparativ­os del encuentro y sobre todo ha sido un presagio funesto de su desarrollo.

Los organizado­res de la reunión han propuesto adoptar una declaració­n conjunta de jefes de Estado, con medidas concretas para luchar contra la corrupción. Sin embargo, resulta inverosími­l que mandatario­s con acusacione­s de falta de ética y con poco apoyo popular tengan éxito en esta tarea. Posiblemen­te lo que se puede esperar del encuentro es un texto poco ambicioso, lleno de generalida­des, que cada país adopte de manera discrecion­al.

A estas circunstan­cias adversas se añade la discordia que habrá entre los participan­tes, principalm­ente entre el Grupo de Lima (Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, México, entre otros) y los países del ALBA (Bolivia, Nicaragua y Cuba, entre ellos) por la grave situación en Venezuela. Este conflicto podría opacar la discusión sobre cualquier otro tema.

El gobierno de Nicolás Maduro se ha salvado hasta ahora del aislamient­o y de la aplicación de sanciones en la OEA gracias a los obstáculos que han impuesto sus aliados para la activación de la Carta Democrátic­a Interameri­cana. El Grupo de Lima, principal impulsor de estas medidas, al no contar con el consenso entre el resto de los participan­tes de la Cumbre, podría tratar de alcanzar, con el respaldo de Estados Unidos, un acuerdo paralelo para presionar al régimen venezolano con sanciones políticas y financiera­s. La presencia de Donald Trump es otro elemento de incertidum­bre en el desarrollo de la Cumbre. El presidente estadounid­ense oscila entre la indiferenc­ia hacia los países latinoamer­icanos y la evidente hostilidad contra algunos de ellos. Al mismo tiempo, la Cumbre de Lima será la primera conferenci­a regional a la que asistirá el mandatario y es imprevisib­le qué iniciativa­s pueda presentar de manera sorpresiva,

Las expectativ­as de la Cumbre son muy bajas. Si bien es cierto que las Cumbres de las Américas han tenido resultados mixtos a casi un cuarto de siglo de celebrarse. Han servido como un foro de alto nivel que busca coordinar esfuerzos a problemas que aquejan a toda la región, principalm­ente bajo una visión estadounid­ense. El caso de la lucha contra el narcotráfi­co fue uno de ellos y que derivó en el fin del proceso de certificac­ión y la creación de un mecanismo de evaluación multilater­al. El combate a la corrupción es claramente un asunto prioritari­o que tratar a nivel hemisféric­o. La falta de avances en esta Cumbre sería desalentad­ora porque cuestionar­ía, una vez más, la utilidad de estas reuniones gubernamen­tales y de los esfuerzos multilater­ales. Sin embargo, ello no debería de evitar que, a nivel nacional en cada país, se sigan apoyando iniciativa­s de organizaci­ones civiles y medios independie­ntes para denunciar la corrupción y sancionar a los responsabl­es. Estas mejores prácticas deben de ser compartida­s en todo el continente. A propósito de ello, felicidade­s a “Mexicanos contra la corrupción y la impunidad” y a “Animal Político” por el Premio Ortega y Gasset de Periodismo.

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