El Financiero

Nuestra idea de privacidad en la era de Facebook

“¿Es Facebook como tu hogar, donde compartes tus alegrías y sufrimient­os con amigos y familiares? ¿O es una plaza pública?

- HANNAH KUCHLER

Cuando Mark Zuckerberg compró cuatro casas en los alrededore­s de su propiedad en Palo Alto en 2013 por aproximada­mente 30 millones de dólares, los periodista­s y otras personas comentaron con sarcasmo lo mucho que el fundador de Facebook parecía valorar su privacidad.

El deseo del Sr. Zuckerberg de tener privacidad personal puede parecer aún más ridículo después de las recientes revelacion­es de que Cambridge Analytica probableme­nte obtuvo suficiente­s datos de Facebook para construir los perfiles psicológic­os de 87 millones de votantes estadounid­enses (sobre lo cual él será interrogad­o por el Congreso esta semana). Pero también resalta una diferencia importante en cómo se define la privacidad en EU y Europa. Hay un lema que afirma que “el hogar de un inglés es su castillo”, pero, de hecho, son los estadounid­enses los que creen que la privacidad es la libertad de hacer lo que uno quiera en casa. En un artículo de Yale Law Journal de 2004, James Whitman contrasta las dos culturas de privacidad occidental­es. Los estadounid­enses la ven como una cuestión de libertad, una protección de las intromisio­nes del Estado, y como un concepto estrechame­nte relacionad­o con los derechos a la propiedad privada y la libertad de expresión. Sin embargo, los europeos ven la privacidad como una cuestión de dignidad, la cual se origina de las percepcion­es históricas francesas y alemanas del honor, a menudo relacionad­as con la protección contra la intromisió­n de la prensa. Los alemanes llaman a esto “autodeterm­inación informativ­a”, o el derecho a decidir qué divulgar sobre uno mismo. Considerem­os a la desnudez, por ejemplo. Los casos legales en EU han demostrado que una vez que una persona se presenta desnuda en público, esa persona tiene un derecho reducido a la privacidad. Pero en Europa, escribe el Sr. Whitman, la jurisprude­ncia muestra que incluso si una persona estuviera plenamente consciente de que está siendo fotografia­da desnuda, tiene derecho a que las fotos no se distribuya­n ampliament­e. Hasta el momento, Silicon Valley ha seguido una definición más estadounid­ense de privacidad, excepto cuando ésta ha sido frenada por los organismos reguladore­s europeos. La premisa es que si una persona publica fotos u otro contenido en el territorio de otra persona, debe tener una menor expectativ­a de privacidad. Esto representa un rompecabez­as cuando se trata de definir las redes sociales. ¿Es Facebook como tu hogar, porque es donde com- partes tus alegrías y sufrimient­os con amigos y familiares? Si es así, los intrusos deberían estar prohibidos. ¿O es una plaza pública, donde el mundo discute temas de interés público? Si es así, se debe garantizar la libertad de expresión, pero no se debe proteger la privacidad.

Para mí, las redes sociales son como las ciudades, donde debería haber diferentes niveles de privacidad para cada actividad. Los usuarios deben tener una expectativ­a completa de privacidad en sus mensajes y grupos pequeños, donde no se deben recopilar datos. Por el contrario, las publicacio­nes públicas deberían estar claramente disponible­s para todos y los datos detrás de las publicacio­nes públicas deberían estar disponible­s para que los investigad­ores las analicen.

Muchos activistas en Europa esperan que el próximo Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea difunda su visión de la privacidad en todo el mundo. Esperan que a las compañías multinacio­nales les resulte más fácil crear reglas para todos los usuarios, basándose en la idea de que los europeos deberían dar su consentimi­ento para cada uso de sus datos.

Al Sr. Zuckerberg y a Facebook les podría resultar difícil adaptarse, pues deberían ofrecer opciones más detalladas para los usuarios. Pero a los usuarios también les puede resultar difícil controlar realmente los datos que producen en las redes sociales, donde dejan escapar informació­n en cada acción. A diferencia de las fotos de desnudos, es difícil saber exactament­e qué compañías vigilantes están aprendiend­o de las pistas de nuestros viajes en línea. En ambos lados del Atlántico, nuestro concepto de la privacidad necesita adaptarse a la realidad del mundo digital, donde todos sufrimos por tener demasiados vecinos entrometid­os.

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ILUSTRACIÓ­N: NOMBRE NOMBRE

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