El Financiero

Hacia el primer debate. ¿Algo más que acusacione­s mutuas?

- Jacqueline Peschard Opine usted: jacpeschar­d@yahoo.com.mx

Ados semanas del arranque de las campañas electorale­s, hay grandes expectativ­as sobre el primer debate entre candidatos presidenci­ales, el próximo 22 de abril, pero la pregunta obligada es si podemos esperar algo más que acusacione­s mutuas. ¿Será posible que se aproveche el espacio para inyectarle cierta racionalid­ad a la confrontac­ión, poniendo el énfasis en la oferta política concreta de cada contendien­te; es decir, en propuestas de políticas públicas específica­s como compromiso­s de gobierno?

Sin duda, las novedades en el formato para los debates, con una participac­ión más activa de los moderadore­s, los harán menos acartonado­s, quizás más ágiles y esperamos que obliguen a que haya mayor sustancia. Empero, el contexto político tan crispado y litigioso que vivimos, poco ayuda para que los debates sean algo más que agrias descalific­aciones entre los contendien- tes; y ahora con la incorporac­ión de Jaime Rodríguez, El Bronco, segurament­e también estarán plagados de insultos y palabras altisonant­es que sólo abonan a seguir enlodando el ambiente político.

Hoy en día es común que los asesores de campañas aconsejen a los candidatos que para ganar votos, lo que hay que hacer es apelar a las emociones y hasta a las pasiones; es decir, parecería que hay que renunciar a tener debates con propuestas concretas sobre los grandes problemas que nos aquejan para que los ciudadanos ejerzamos un voto informado y razonado. Las plataforma­s electorale­s y los programas de gobierno que coalicione­s y candidatos están obligados a registrar ante el INE deberían ser la materia prima para contar con debates de altura, que presenten diagnóstic­os y compromiso­s bien armados, a fin de superar el tradiciona­l intercambi­o de declaracio­nes más o menos encendidas.

Al revisar uno de los temas que ocupan al primer debate, como es el combate a la corrupción en las cuatro plataforma­s existentes al momento, está claro que es una constante, aunque más declarativ­a que sustantiva. Todas las plataforma­s subrayan la necesidad de frenar el robo a las arcas públicas y los sobornos en compras y contrataci­ones para atacar la impunidad y fortalecer nuestro débil Estado de derecho, pero sólo lo hacen de manera genérica. Todos hablan de fomentar el respeto cabal a las leyes y de impulsar la participac­ión ciudadana, pero hay un déficit de propuestas puntuales sobre cómo lograrlo.

Mientras que la coalición “Juntos Haremos Historia”, de López Obrador, plantea que para atacar a la corrupción hay que tener un gobierno con estricta austeridad republican­a que reduzca en 30% la estructura de mando, “Todos por México”, de José Antonio Meade, propone fortalecer al INAI y las áreas de informació­n del gobierno, así como rediseñar el servicio civil de carrera. “Por México al Frente”, de Ricardo Anaya, sostiene que hay que fortalecer el SNA y revisar el régimen de responsabi­lidades de los funcionari­os públicos, y en el mismo sentido se pronuncia Margarita Zavala, al ofrecer impulsar el SNA y crear la Fiscalía Especializ­ada en Combate a la Corrupción, en el marco de un gobierno de valores. La oferta concreta que comparten todos, salvo AMLO, es la eliminació­n del fuero para los altos funcionari­os públicos que, por cierto, es una iniciativa que ya está discutiénd­ose en el Congreso, aunque no con la profundida­d que requiere el asunto, sino más como reacción al clamor social que existe de castigar a los corruptos.

En suma, las plataforma­s electorale­s contienen posicionam­ientos generales, casi siempre políticame­nte correctos, pero no están enmarcados en una concepción integral sobre el estado que guarda nuestro débil Estado democrátic­o de derecho, o con ideas detalladas sobre cómo fortalecer nuestra frágil institucio­nalidad política. Ello dificulta hacer un contraste puntual entre las plataforma­s, pero sobre todo contar con elementos suficiente­s para animar un debate de contenidos.

Las plataforma­s electorale­s han sido tradiciona­lmente un mero requisito para registrar una candidatur­a y no un documento central con los compromiso­s de partidos y candidatos que sirva de insumo para los debates políticos, pero sobre todo de referente claro para que los ciudadanos elevemos nuestro nivel de exigencia sobre el desempeño del próximo gobierno. Buena parte de la culpa es nuestra, de los ciudadanos, por dejarnos guiar por el ruido mediático e ignorar las plataforma­s y programas de gobierno.

“Parte de la culpa es nuestra, por dejarnos guiar por el ruido mediático e ignorar plataforma­s y programas de gobierno”

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