El Financiero

Asia ama a robots, Occidente los odia

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interesant­e. Suscitó algunas respuestas intrigante­s de un grupo de roboticist­as japoneses en un reciente viaje a Tokio. Un comentaris­ta explicó que generacion­es de niños japoneses habían sido criados para pensar en los robots como héroes útiles. Considerem­os a Astro Boy, una popular serie de comics que ha vendido 100 millones de copias en todo el mundo. Astro Boy cuenta la historia de un robot humanoide creado por el dr. Umataro Tenma para reemplazar a su hijo perdido. Ayudado por siete superpoder­es, incluyendo una ametrallad­ora retractabl­e en su cadera, Astro Boy lucha contra el mal y la injusticia. O sólo hay que visitar el museo de ciencia e innovación Miraikan en Tokio y encontrará­s a niños japoneses hipnotizad­os por el robot Asimo que juega fútbol. Masatoshi Ishikawa, un profesor de robótica en la universida­d de Tokio, tiene una teoría alternativ­a. Él sugiere que la creencia religiosa es muy influyente. Mientras que las religiones monoteísta­s de Occidente no pueden atribuirle a un cuerpo no orgánico inteligenc­ia alguna, a las religiones espiritual­istas orientales les resulta más fácil creer que los robots pueden tener su propio espíritu.

“La mente religiosa japonesa puede aceptar fácilmente una existencia robótica”, dice. “Los vemos como amigos y creemos que pueden ayudar a los humanos”. El profesor Ishikawa dice que hay dos tipos de robots: los que hacen el trabajo de los humanos y los que mejoran el rendimient­o de los humanos. Escuchamos demasiado sobre el primer tipo y muy poco sobre el segundo. Como los especialis­tas en robótica nunca se cansan de decir, sus creacio- nes pueden ayudar a los seres humanos a lidiar con las tres tareas menos deseadas: manuales, aburridas y peligrosas. Los países que tienen la adopción más alta de robots tienen algunas de las tasas más bajas de desempleo. Esto apoya el fuerte argumento económico para el creciente uso de robots en gran parte de Asia. Están ayudando a abordar un aprieto demográfic­o agudo a medida que las sociedades envejecen rápidament­e. Algunas sociedades asiáticas prefieren a los robots a los inmigrante­s para complement­ar su fuerza de trabajo cada vez menor. Eso implica que los robots se trasladará­n de las fábricas hacia los hogares y hospitales cada vez más, donde necesitará­n diferentes capacidade­s. El campo de estudio de la interacció­n humano-robot está en auge en todo el mundo. Kaname Hayashi, fundador y director ejecutivo de GrooveX, dice que se necesita una tercera generación de robots que combine hardware y software para producir robots humanoides con conciencia emocional.

El Sr. Hayashi, quien ayudó a desarrolla­r a Pepper — el robot humanoide diseñado para leer emociones — cuando trabajaba en SoftBank, ahora está creando un robot conocido como LOVOT (una contracció­n de amor y robot) en su empresa “startup”. Su lema es: “LOVOT te hace reír y te hace feliz. LOVOT conmueve tu corazón”. “Queremos construir relaciones entre humanos y máquinas en las que podamos confiar”, dice Hayashi.

Tenemos el poder de crear los resultados, y las narrativas, que queremos. Las sociedades deben usar las tecnología­s para cumplir con sus propios fines y decirles a los robots lo que deben de hacer.

“La automatiza­ción es capaz de crear trabajos, no destruirlo­s, muestra una

encuesta”

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