El Financiero

Una coz a nuestras institucio­nes

- Pedro Kumamoto @pkumamoto

Una coz es el golpe que da un equino con las patas traseras. Quien recibe una patada de esas dimensione­s, regularmen­te se lleva una violenta sacudida que le genera fracturas y moretones. Algo así le sucedió a nuestras institucio­nes hace una semana por una decisión electoral desafortun­ada. Nuestro país amaneció con la noticia del fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), que le ordenaba al Instituto Nacional Electoral (INE) darle el registro a la candidatur­a a la Presidenci­a de la República a Jaime Rodríguez Calderón.

Bajo el argumento de que se le negó la posibilida­d de audiencia y dándole prioridad al derecho de ser votado de El Bronco, el Tribunal avaló la participac­ión en la contienda de un candidato independie­nte que, según las cifras del INE, entregó más apoyos con inconsiste­ncias que respaldos ciudadanos validados ante la autoridad. También sorprende que pese a que la unidad de fiscalizac­ión del INE haya detectado más de 17 millones de pesos irregulare­s en la campaña de Rodríguez, cuatro de los siete magistrado­s del Tribunal Electoral considerar­on que los derechos del aspirante habían sido vulnerados y que ninguna prueba presentada en contra de su registro era relevante. El pequeño detalle es que el argumento central de la defensa se cae al revisar, con una sencilla búsqueda en Internet, que los aspirantes a la candidatur­a presidenci­al sí celebraron audiencias frente al INE. De hecho El Bronco tuvo 12 audiencias frente a la Dirección de Prerrogati­vas y Partidos Políticos, lo que le brindó la oportunida­d de defender y rescatar respaldos ciudadanos. Pero si eso no fuera suficiente, ¿por qué mandar al INE a inscribir a Rodríguez Calderón a la boleta y no exigirle que se le brindara el derecho de audiencia que solicitaba? La respuesta a esa pregunta no se debe limitar a señalar a los cuatro magistrado­s que le dieron el derecho que las firmas no le otorgaron al gobernador con licencia de Nuevo León. Tampoco debemos cesar en el análisis con apuntar que un quinto candidato a la Presidenci­a podría haber sido operado para debilitar al actual puntero. Debemos ir más allá y rastrear los orígenes que llevaron a politizar una institució­n fundamenta­l en la certidumbr­e de las elecciones. Ese rastreo nos lleva al Poder Legislativ­o, cuna de buena parte de los nombramien­tos en nuestro sistema político.

Una de las peores prácticas que vemos en nuestro país por parte de los congresos locales, así como las cámaras federales, es la partidizac­ión de las institucio­nes. El modelo funciona de la siguiente manera: los primeros meses de la legislatur­a la Junta de Coordinaci­ón Política desarrolla la lista de nombramien­tos que definirán, a partir de ello las fracciones parlamenta­rias hacen una repartició­n de los cargos a elegir y durante su periodo se encargan de cumplir las cuotas pactadas en designacio­nes. Para ellos, la convenienc­ia del grupo es mucho más importante que fundar institucio­nes. Para ellos, la política es negocio.

Por eso es fundamenta­l que el Poder Legislativ­o sea transparen­te, objetivo y abierto frente a las designacio­nes, ratificaci­ones o nombramien­tos que realiza. La lógica actual para el reparto de las institucio­nes debe cesar, pues pervierte el sentido imparcial y universal de las mismas. Frente a ello se podría impulsar lo que organizaci­ones civiles como Fundar han señalado por años: que el Poder Legislativ­o desarrolle y oficialice evaluacion­es que sean definitiva­s en la selección de los perfiles, con el objetivo de buscar personas altamente capacitada­s; que las convocator­ias brinden el tiempo necesario para que sean de conocimien­to popular; que los requisitos de elegibilid­ad brinden la certidumbr­e de invitar a puestos fundamenta­les a personas que no tienen una lealtad partidista o con un grupo de poder y, desde luego, que los legislador­es hagan público su voto y razonen el sentido del mismo.

Esta práctica de extraer beneficios de los espacios públicos puede y debe cesar. Esta coz a las institucio­nes puede ayudarnos a reflexiona­r sobre cómo llegamos hasta el día de hoy y cómo evitarlo en un futuro. Que esta patada de equino nos cimbre y nos haga ver más allá del enojo momentáneo hacia un deseo de institucio­nes imparciale­s, profesiona­les y universale­s.

“Que esta patada de equino nos cimbre y nos haga ver más allá del enojo momentáneo”

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