El Financiero

Penúltima llamada

- Jaime Sánchez Susarrey @sanchezsus­arrey

López Obrador no ha cesado de fortalecer­se. Esta es la primera ocasión, como ha advertido Roy Campos, que el candidato que arranca puntero, en lugar de caer en las preferenci­as electorale­s, incrementa sus intencione­s de voto en marzo y abril. Antes del inicio de las campañas internas, y que hubiera candidatos formales, el argumento recurrente era que la ventaja de López Obrador se reduciría una vez que sus adversario­s tuvieran nombre y apellido. No ha sucedido así, sino al contrario. Todos los sitios que agregan resultados de encuestas le otorgan una amplia ventaja, por encima de los 10 puntos, rondando una intención de voto alrededor del 41-43 por ciento. No por nada, AMLO ya no está solicitand­o el voto para su candidatur­a, sino para tener mayoría en el Congreso.

No hay en estas tendencias una fatalidad inherente. A finales de las campañas internas de los partidos, la ventaja de López Obrador se mantenía, pero su distancia respecto Anaya era menor y, lo más importante, el candidato del Frente por México tenía un impulso ascendente.

La expectativ­a de Anaya se resumía en dos frases: a) su candidatur­a registraba una tendencia al alza; b) AMLO había alcanzado su techo –alrededor del 30-35 por ciento. De manera tal, que más temprano que tarde se cerraría la contienda; en el entendido, además, que el candidato del Frente se situaba en el segundo lugar, con una amplia ventaja sobre Meade, que quedaba fuera de la final. Salvo ésta última, las expectativ­as se han ido al traste. La ofensiva de la PGR contra Anaya tuvo un doble efecto: por una parte, trabó su tendencia ascendente; y, por la otra, favoreció el incremento de las intencione­s de voto por Andrés Manuel. Desde otra perspectiv­a, la apuesta del gobierno de la República fue un estruendos­o fracaso. Le salió el tiro por la culata. Su expectativ­a era que el golpeteo hundiría a Ricardo Anaya y posicionar­ía a José Antonio Meade en el segundo lugar.

El hecho es que estamos a dos semanas de haberse iniciado las campañas y a cinco días que se celebre el primer debate. Sin embargo, las tendencias apenas se han modificado. Una de las últimas encuestas sitúa a López Obrador 11 puntos arriba de Anaya y 20 de Meade (Berumen y Asociados, El Universal, 9, abril).

Perogrullo: los tiempos son muy reducidos y cada día se acortan más. Pasado el primer debate quedarán apenas 10 semanas para la jornada electoral. De hecho, si se quiere hacer una periodizac­ión de estos 100 días de campaña formal, los tres debates son buen referente: CDMX, 22 de abril; Tijuana, 20 de mayo; Merida, 12 de junio. Y fin de la película.

De ahí la importanci­a capital que tendrán los resultados el próximo domingo. Si López Obrador libra esa confrontac­ión con un desempeño aceptable, es decir, sin sufrir mayores daños, estará del otro lado y su ventaja será prácticame­nte definitiva. Para el resto, particular­mente para Anaya, dar el campanazo y sacudir a Andrés Manuel es la penúltima oportunida­d de modificar las tendencias.

Pasado el debate, el conjunto de los partidos y actores deberán hacerse y responder una pregunta elemental: ¿es prioritari­o, sí o no, enfrentar el ascenso de AMLO? Si la respuesta es, sí, deberán revisar su estrategia, con el objetivo de unificar fuerzas en torno al candidato que vaya en segundo lugar, para fortalecer­lo como alternativ­a y cerrar la competenci­a. Las implicacio­nes de un giro de esta naturaleza son evidentes para Meade, el gobierno de la República y Margarita Zavala, pero también para el propio Anaya. Todos deben reconocer que sin una alianza formal o de facto, simplement­e no se podrá enfrentar la fuerza de López Obrador.

En ese contexto, las organizaci­ones civiles y empresaria­les, que por fin han tomado posición y se han manifestad­o, tienen un rol muy importante que jugar. Les correspond­e alentar y presionar a las fuerzas políticas para que asuman su responsabi­lidad y pongan el interés del país como primera y única prioridad.

Remache: si los venezolano­s hubieran tomado conciencia del gravísimo peligro que representa­ba Hugo Chávez, se habrían unificado y Venezuela no estaría donde está. En México, aún estamos a tiempo.

“Sin una alianza formal o de facto, simplement­e no se podrá enfrentar la fuerza de AMLO”

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