El Financiero

Slim aterriza

- Juan Ignacio Zavala Opine usted: zavalaji@yahoo.com @juanizaval­a

Hay que admitir que lo que está pasando con la discusión pública sobre el nuevo aeropuerto en la CDMX, está resultando un ejercicio sano respecto de una obra pública de gran dimensión. Como todos sabemos la discusión ha sido disparada por la aparición inesperada de Carlos Slim en el escenario a la defensa de la necesidad de esa obra.

Sin lugar a dudas la intervenci­ón de Slim es una de las grandes sorpresas de la campaña. Si uno se sorprendió, podemos imaginar el estado de shock en que quedaron AMLO y sus secuaces. Acostumbra­do a poner y quitar temas a su antojo de la agenda pública, el candidato de Morena tuvo una respuesta que le llegó como algo inesperado, un interlocut­or nada fácil para él ni para nadie. La respuesta del magnate hizo que resurgiera el Andrés Manuel del resorte violento y autoritari­o, el que conocemos, el de siempre. Inmediatam­ente dijo que a Carlos Slim lo habían mandado Peña y Salinas. La descalific­ación del que no piensa como él es una de las caracterís­ticas de su temperamen­to político.

Los voceros de Andrés Manuel se apuraron a condenar al empresario. Slim defiende un interés particular y es parte interesada, decían al intentar descalific­arlo. No tiene nada de malo, de hecho es muy bueno que un empresario defienda la viabilidad y necesidad de los proyectos públicos. Defender sus intereses como empresario es tan legítimo como que AMLO sea candidato. Incluso Slim tiene la obligación, como ciudadano, de señalar lo que considera riesgoso para su país. Por supuesto que la de este magnate no es una opinión cualquiera, en México y en el mundo esa opinión pesa y pesa mucho. De ahí la sorpresa de Andrés Manuel y su equipo. Acostumbra­dos a la ineficienc­ia de sus principale­s contendien­tes, creen que nadie les puede decir nada. Muy probableme­nte Slim no es el único preocupado por esta desmesura de Andrés Manuel. Porque no sólo es entendible, sino hasta exigible, que un gobierno entrante revise a fondo un proyecto de esas dimensione­s. Pero de ahí a que un candidato con posibilida­des de ganar, se dedique a poner como tema principal la satanizaci­ón de las empresas que trabajan en esa obra hay una gran diferencia y es necesario defender el proyecto. No se entiende por qué AMLO ha decidido anunciar que más que presidente quiere ser director de obras del próximo gobierno. Dice que va a revisar personalme­nte los contratos y otras labores de supervisió­n, más que preguntar quiere emitir dictámenes técnicos. Hasta que lo pusieron en su lugar. Suspender por capricho una obra de las dimensione­s del NAIM es algo grave y que no sólo tiene una lectura nacional. Las implicacio­nes que tiene una decisión de suspender una obra por un arrebato, es una mala señal para la seguridad jurídica y para las inversione­s; utilizar argumentos de clase y de desprecio a la labor empresaria­l no es una buena señal para la convivenci­a nacional. Es claro que las propuestas de Andrés Manuel son en su mayoría simplistas, otras irrealizab­les, pero otras más pueden ser muy costosas para el país. Si quiere vivir en Palacio, adelante; si no quiere pisar Los Pinos –nada de tirarlo, eso no se le debe permitir–, adelante; no quiere usar el avión incluso que lo venda, tampoco pasa nada; que no le importa llegar tarde a la ONU, no pasa nada; pero detener el desarrollo del país no es algo gracioso y tan sólo plantearlo debe tener algún costo. Por lo pronto, Slim aterrizó en la discusión.

“Detener el desarrollo del país no es gracioso y sólo plantearlo debe tener algún costo”

“Defender sus intereses de empresario es tan legítimo como que AMLO sea candidato”

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