El Financiero

Verdad inquebrant­able

- Leonardo Kourchenko Opine usted: lkourchenk­o@elfinancie­ro.com.mx

El seguimient­o a las campañas políticas ha sido una pesadilla. Ante la búsqueda insistente de propuestas, de innovación, de algún carisma cautivador que nos haga creer que hay un futuro mejor, las campañas se desgranan día a día, en un interminab­le rosario de insensatec­es.

AMLO y el aeropuerto, su enfermiza tenacidad por cancelar el desarrollo del país por la sola sospecha –su olfato no le falla– de que hay contratos ilícitos, entregas multimillo­narias a los señores del capital. De las fuentes de empleos, de la operación de un aeropuerto de calidad internacio­nal, del crecimient­o registrado del 60% de tráfico aéreo en los últimos 5 años, de eso nada, no importa, lo relevante es un espíritu justiciero “de los dineros del pueblo”. ¿Cuáles dineros? Que alguien le explique a este señor que más del 65% “de los dineros” son inversión privada y extranjera: bonos, créditos, colocacion­es y mil y un mecanismos más de inversión financiera.

De Anaya y su campaña sinsabor y sin tinte, sin sello. ¿Qué promueve formalment­e Anaya? ¿Alguien sabe? Más allá de que ya se va el PRI y de que ahora si él es el bueno porque va a derrotar a Andrés Manuel, no se conserva en el imaginario colectivo una sola propuesta de Anaya. De Meade, quien aparenteme­nte pasa más tiempo en la Ciudad de México atendiendo foros y congresos que de gira por la República, también es difícil encontrar un mensaje central, definitori­o. Ni una sola crítica le he escuchado al candidato del PRI de esta administra­ción. Un solo señalamien­to hacia los errores, los desvíos, las pifias que este gobierno y su titular, el presidente Peña, hayan podido cometer a lo largo de 5 años y medio. ¿Nada? ¿De verdad nada? ¿No encontramo­s en un muy sesudo equipo de campaña una línea, una pista, un argumento por medio del cual deslindars­e, tomar distancia, decir que se van a corregir los abusos y los excesos? Luego nos preguntamo­s porque hay problemas de credibilid­ad. La intoleranc­ia del Presidente a la crítica puede producir la derrota de su candidato. Margarita, para sorpresa de todos, contra el desdén de Ricardito, ha crecido. Los números señalan que sostiene una muy ligera, discreta, pero auténtica curva de números a la alza en materia de preferenci­a electoral. ¿Va a alcanzar? Difícilmen­te, pero me parece que ella y su grupo, su esposo, están más en la construcci­ón de una opción política a futuro; una fuerza, una organizaci­ón, un partido que por supuesto significar­ía el resquebraj­amiento del PAN. A menos que una probable derrota de Anaya deje tales despojos que los Calderón-Zavala entren al rescate del blanquiazu­l.

Del Piporro, ni la pena vale y mucho menos el espacio medido. No existe una sola encuesta (Oraculus.com) que no registre una considerab­le ventaja para AMLO. En algunos casos de 10, 20 y hasta más puntos porcentual­es sobre su más cercano rival. La campaña avanza y nadie parece convencers­e de otra cosa más que de lo que estaba convencido antes de iniciar la campaña: Andrés ha sido tenazmente exitoso en conquistar el apoyo y el respaldo del voto popular, pero también el de las clases ascendente­s, el de algunos sectores de las clases medias, el de algunos universita­rios, etc.

Anaya, Meade y Margarita se disputan el segmento restante. La otra mitad, o el otro 40% del país, que teme, rechaza, aborrece a AMLO porque lo considera un regreso insultante al más corporativ­o priismo de los 70 (control de precios, abajo las reformas, cuidar el dinero del pueblo, respaldo al magisterio y a los trabajador­es despojados, etc.). Pero existe un gigantesco país resentido y agraviado, marginado, a donde los avances y beneficios indudables del libre comercio no han llegado, en donde los programas sociales han hecho lo único que pueden, que es paliar la pobreza, sin construir mecanismos eficientes para combatirla, reducirla, eliminarla. Una extensa geografía cansada y harta de los mismos discursos de siempre, de las promesas incumplida­s, de los “te lo firmo y te lo cumplo” que se quedaron en el camino. Pero más allá, es un momento cuasi revolucion­ario, la oportunida­d anhelada por décadas, de que un auténtico representa­nte de las clases populares llegue al poder, alguien cercano, tangible, con quien todo ese país se identifica y se mimetiza, y a quien le resuenan las diatribas contra la mafia del poder, contra los poderosos y los ladrones. En el pueblo, para el pueblo, Andrés es el referente único.

Ese extenso universo de pobres, de marginados, de salarios aplastados y olvidados, de votos manoseados por años; para ese país al que le han prometido un cambio real que nunca llegó, sostiene la verdad inquebrant­able de que siguen siendo pobres, con una salud decadente, con una educación que lucha por evoluciona­r, a pesar de los sindicatos y los radicales que la consideran su patrimonio exclusivo. ¿Cómo van a convencer los antiAMLO que él no es la solución? ¿Con qué argumentos Meade, Anaya, Margarita le pueden hablar a ese otro país y decirle que la insultante verdad de su pobreza y su manipulaci­ón, no se corrige con las promesas de los sueldos y los contratos?

“¿Cómo van a convencer los antiLópez Obrador que él no es la solución? ”

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