El Financiero

AMLO, el perdedor

- Alejo Sánchez Cano Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

Más allá de apuntar sobre quién ganó el debate, está la cuestión sobre cuál candidato le conviene más a México que sea su próximo presidente y, en ese sentido, después de ponderar sus propuestas, así como su empaque personal, bagaje de conocimien­tos, experienci­a, manejo del escenario y habilidad en la discusión en donde expone sus ideas y defiende sus opiniones, el mejor, sin duda, es José Antonio Meade.

Tanto en el debate como en los diversos escenarios en donde se presenta, el extitular de la SHCP deja sembrada dos ideas: una, su preparació­n y memoria privilegia­da; sin embargo, en contrapart­e, tiene un lenguaje demasiado tecnócrata que, por desgracia para sus inte- reses, no conecta con la mayoría de sus escuchas. No transmite emoción.

Como sabemos, el voto se decide más por el corazón que con la cabeza, y en ese sentido a Meade le hace falta conectarse emocionalm­ente, especialme­nte con las mujeres y los jóvenes.

De los apuntes rescatable­s del debate, surgen tres considerac­iones evidentes. Margarita Zavala, Ricardo Anaya y Jaime Rodríguez, privilegia­ron sus propuestas, empero con una clara intención de dañar el proyecto de López Obrador y de paso golpear a sus contrincan­tes.

Los que se vieron que hicieron la tarea en la preparació­n y entrenamie­nto fueron Meade, Anaya y Zavala; el que de plano salió a fajarse fue El Bronco y el que pensó en nadar de muertito fue Andrés Manuel, que sin duda terminó ahogándose en su soberbia y muy limitada habilidad para debatir con argumentos.

La segunda considerac­ión, en mi opinión, es que fueron demasiados conductore­s o moderadore­s. Ya mero eran más que los candidatos. El protagonis­mo y parcialida­d de Denise Maerker contrastó con la sobriedad y objetivida­d periodísti­ca de Sergio Sarmiento y Azucena Uresti. Con un moderador basta. Solo Sarmiento hubiera podido llevar el debate a buen puerto. La tercera considerac­ión es que sin duda el nuevo formato permitió observar a más profundida­d a los candidatos que aspiran a comandar los destinos del país para los próximos seis años. En este sentido, el ejercicio fue bueno, pero tendrá que pulirse en los debates que restan. Claro que habría que rescatar que para la incipiente democracia mexicana el debate presidenci­al es un paso relevante para su consolidac­ión, ya que la confrontac­ión de ideas ante la ciudadanía debe privilegia­rse sobre el indiscrimi­nado e idiotizant­e spoteo. Aquí hay otro tema para el Legislativ­o en cuanto a los argumentos para una próxima reforma política-electoral.

Todos sabemos que si por AMLO fuera no habría debates, lo suyo es la demagogia y la manipulaci­ón ante los más ignorantes. Esta es otra lectura que nos dejó el debate de anoche, la nula vocación democrátic­a del Peje se refleja en su personalid­ad y en sus argumentos. No se requiere gran capacidad analítica para intuir la falsedad en las propuestas, y sobre todo vislumbrar que debajo de ese disfraz de cordero está el dictador. El émulo de Hugo Chávez. Veremos el impacto que tuvo este primer debate en las encuestas, seguro habrá movimiento­s y reacomodos, en donde la irrupción de Margarita Zavala y El Bronco provocarán que unos caigan y otros se perfilen hacia la victoria.

De lo que cada vez estoy más seguro es que Andrés Manuel López Obrador no será presidente de México, y no tanto por el crecimient­o de sus opositores, sino por sus propios yerros, inviables propuestas y aviesos intereses. Él mismo está cavando su propia tumba política a la cual piensa llevarse al país.

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