El Financiero

El progreso económico de India

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

Desde principios de la década de los noventa del siglo pasado, el PIB de India ha aumentado a una tasa promedio anual cercana a 7%, lo que ha convertido a ese país en una de las economías más grandes del planeta.

Este dinamismo, que casi duplica el ritmo observado en los cuarenta años previos, ha implicado un incremento en el ingreso medio de la población, a una tasa anual de más de 5%. Con ello, los indicadore­s de desarrollo social han mejorado significat­ivamente, incluyendo los relacionad­os con la salud y la educación.

Tal vez el principal progreso sea que, durante estos años, millones de personas han salido de la penuria extrema. En particular, el índice de pobreza, definido por el Banco Mundial como el porcentaje de la población con un ingreso diario inferior a 1.9 dólares, se ha reducido a menos de la mitad. Este fuerte descenso ha contribuid­o, junto con el de China, a la disminució­n no sólo relativa sino absoluta de la población mundial en situación de precarieda­d. Ahora bien, ¿qué ha llevado a este mejoramien­to? Aunque generalmen­te los factores detrás de un cambio de rumbo de esta naturaleza son muchos, en India el detonador principal fue la crisis de un paradigma de desarrollo fallido. Específica­mente, tras la independen­cia de la corona británica en 1947, el gobierno de Jawaharlal Nehru decidió aplicar un modelo económico socialista, inspirado en la Unión Soviética, con una economía centralmen­te planificad­a y autosufici­ente. La orientació­n hacia adentro implicó un amplio proteccion­ismo para fomentar la sustitució­n de importacio­nes, severas restriccio­nes a la inversión extranjera y programas de desarrollo sesgados hacia las industrias pesadas.

El intervenci­onismo gubernamen­tal se manifestó de múltiples formas, entre las que destacó el régimen de Licence Raj, que consistía en un complicado sistema de permisos, regulacion­es y trámites para poder abrir y operar negocios, el cual llegó a involucrar hasta ochenta agencias gubernamen­tales. La discrecion­alidad en el otorgamien­to de las licencias y la complejida­d de las regulacion­es se traducían en una elevada incertidum­bre para los negocios y en desperdici­o de recursos a favor de la búsqueda de rentas, lo que propiciaba una corrupción endémica.

Contrario a los beneficios esperados, el enfoque adoptado generó un desarrollo económico modesto, lo que, aunado a la alta expansión poblaciona­l, agravó los índices de pobreza.

En la década de 1980, el gobierno en turno buscó impulsar el crecimient­o mediante la inversión pública, la cual inicialmen­te se financió con el ahorro interno. Sin embargo, la insuficien­cia de esa fuente de financiami­ento condujo posteriorm­ente al escalamien­to de la deuda externa. El ascenso de los precios internacio­nales del petróleo, exacerbado con la guerra del Golfo en 1990, implicó una presión considerab­le sobre la balanza de pagos, al depender esa economía de la importació­n de crudo. La resultante crisis de insolvenci­a y la necesidad de ayuda multilater­al forzaron a esa nación a un drástico giro hacia la liberaliza­ción económica.

Así, en 1991, el nuevo gobierno, con el liderazgo del ministro de finanzas, Manmohan Singh, implantó un programa de reducción de obstáculos a la actividad económica, el cual incluyó la disminució­n de aranceles y barreras no arancelari­as al comercio internacio­nal, la suavizació­n de restriccio­nes a los flujos de capital externo, así como la abolición del sistema de Licence Raj. Los gobiernos posteriore­s han aplicado medidas complement­arias. El extraordin­ario vigor económico en los años recientes ha reflejado, en gran medida, aumentos en la productivi­dad total de factores. El sector más dinámico ha sido el de servicios, el cual parece reflejar una mayor rapidez en la adopción de nuevas tecnología­s.

India enfrenta serios desafíos relacionad­os con los aún elevados niveles de pobreza y corrupción. Empero, los analistas parecen coincidir en que en los próximos años esa economía podría desplazar a China en el liderazgo del crecimient­o económico. Parte de ese optimismo radica en la juventud de su población, así como en el menor nivel de desarrollo. Además, la prolongaci­ón de ese impulso podría reforzarse con reformas que eliminen las abundantes rigideces subsistent­es, como las regulacion­es laborales y de tenencia de la tierra. La lección central de India es que, con frecuencia, las dificultad­es económicas llevan a corregir el rumbo hacia el progreso. Por la misma razón, la bonanza democrátic­a puede invitar a explorar caminos viejos que, con inspiració­n de justicia social, conducen al retroceso.

Exsubgober­nador del Banco de México y autor de

(FCE 2006)

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