En defensa de la conversación
Es más fácil enviar un mensaje o un correo electrónico que reunirse cara a cara o hacer una llamada telefónica. Hace algunos años parecía una exageración tenerle miedo a la tecnología. Parecía cosa de viejos creer que Internet, los teléfonos inteligentes o los videojuegos sustituirían paulatinamente las interacciones humanas cara a cara y que tendrían un impacto negativo en la capacidad para conversar. Tal vez nadie se imaginó que llegaría un día en el que tendríamos que defender el valor de la conversación, sobre todo si pensamos que textear no es conversar. Hoy es común escribir “lo siento mucho” en el muro de Facebook para dar el pésame. También mandar un Whatsapp que dice “terminamos para siempre”. O mandar un mail para informarle a un miembro de la familia que no soportamos su cercanía y que hemos decidido alejarnos durante un tiempo. Los niños y adolescentes utilizan sus celulares en el patio de la escuela y algunas observaciones apuntan a que el desarrollo de la empatía –que surge gracias a la capacidad de conversar con uno mismo (introspección) y luego se desarrolla al aprender a escuchar y al ser escuchado en una conversación– es más lento hoy en día. Los niños de 12 se comportan como si tuvieran 8 en términos de ser capaces de comprender a los otros o de incorporarse en un juego grupal o en proyecto colectivo. Muchos sacan su teléfono, nerviosos, si la fila en el supermercado avanza demasiado lento o si el tráfico está detenido. Parecen formas para evitar la conversación con uno mismo y con los demás. También parecen formas de esconderse de los otros presentando una imagen del sí mismo súper editada y calculada, para mostrarse no como se es sino como nos gustaría ser. Estamos permanentemente en otra parte: en medio de una comida interrumpimos el flujo de una conversación para contestar un mensaje o para revisar si llegó un mail importante. Los adolescentes han desarrollado a tal grado su capacidad para hacer dos cosas al mismo tiempo, que pueden mantener contacto visual con su madre mientras escriben en su teléfono. El término en inglés es phubbing, y es una huida del intercambio cara a cara, en el que se sienten vulnerables y tienen que estar presentes. Las conversaciones difíciles, indispensables para desarrollar la capacidad de diálogo y negociación, son menos difíciles por escrito y hoy la mayoría de las personas, ante la pregunta de si prefieren conversar en persona o textear, prefieren la segunda opción, controlada, editada, desde un lugar menos amenazante: la pantalla de su celular. Experiencias sin fricción, les llaman los programadores. Es posible que haya llegado el día en que tengamos que replantearnos nuestros hábitos, porque la capacidad de conversar, sentir empatía, escuchar y atreverse a ser escuchados solo puede recuperarse hablando. “La cura para las conexiones fallidas en nuestro mundo digital es hablar”(*).