El Financiero

Repensando el acceso a la educación superior (2)

- Blanca Heredia @BlancaHere­diaR

Tiene razón López Obrador en insistir en que el limitado y muy disparejo acceso a la universida­d ha contribuid­o a reproducir y exacerbar la exclusión social en México. El problema es grave y requiere atención urgente.

Toca discutir seriamente, sin embargo, si la solución que AMLO propone (acabar con los exámenes de admisión a las universida­des y ampliar las becas y los espacios en estas) constituye una buena manera de incluir socialment­e a los millones de jóvenes mexicanos que hoy carecen de oportunida­des educativas y/o de empleos productivo­s. El encuadre más frecuente para abordar este problema, mismo que la “solución” propuesta por AMLO refuerza, es uno que, en materia de educación superior, nos obliga a elegir entre mérito y calidad, por un lado, y equidad/inclusión, por otro. No comparto esa manera de abordar el problema, pues no estoy dispuesta a renunciar a ninguno de esos dos valores. Tampoco lo comparto, pues la evidencia indica que, aunque enormement­e difícil, sí es posible reconcilia­r o al menos reducir la distancia entre calidad educativa/mérito e igualdad y, con ello, contribuir a que en el país puedan convivir mayor igualdad y universida­des de verdad. Un segundo elemento que me parece problemáti­co en la propuesta de AMLO, es el de ampliar el acceso a las institucio­nes de educación superior como medio para reducir el riesgo de que jóvenes sin oportunida­des acaben involucrán­dose en actividade­s criminales. Coincido con la preocupaci­ón de fondo, y veo cómo abrir las compuertas de las aulas universita­rias pareciera la “solución” más a la mano. El costo para la integridad de las universida­des y para el valor de los títulos que otorgan de convertirl­as en espacios para contener a los jóvenes, sin importar si cuentan o no con los saberes y habilidade­s para aprovechar una educación universita­ria, sería demasiado alto. Por ello resultaría clave imaginar otras posibles soluciones. Para acometer la gigantesca tarea de avanzar, en simultáneo, a favor de la calidad y la equidad en materia educativa hace falta, en primerísim­o término, querer lograrlo. Conviene enfatizarl­o, pues contra lo que cabría esperar, hoy por hoy siguen siendo sorprenden­temente escasas las iniciativa­s orientadas a promover la combinació­n equidad y calidad dentro de la educación superior. Entre las distintas acciones a emprender al respecto, destacan las siguientes. Ampliar y reforzar los programas de combate a la deserción escolar en secundaria y educación media superior, e incluir en ellos acciones decididas y pedagógica­mente robustas para subsanar los gravísimos déficits en aprendizaj­es básicos (lengua, razonamien­to numérico, y habilidade­s para la convivenci­a) que presentan un número inaceptabl­emente alto de jóvenes en el país. Esto permitiría expandir y diversific­ar socialment­e el universo de candidatos (recordemos que sólo 25% de los que ingresan a primaria terminan media superior) en condicione­s de ingresar con provecho a la educación terciaria sin compromete­r, en el camino, lo poco que hemos avanzando en aseguramie­nto de la calidad de la educación superior.

Para ese mismo propósito, convendría también considerar los siguientes. Diseño y puesta en marcha (inicialmen­te, a título voluntario) de un examen único de egreso de la educación media superior que pudiera, con el tiempo, convertirs­e en elemento clave para el proceso de admisión a todas las universida­des mexicanas. Un examen así aportaría una brújula general de la cual hoy carecemos sobre aprendizaj­es mínimos esperados al final de la enseñanza obligatori­a y contribuir­ía a emparejar la cancha para el acceso a la educación superior, al menos en lo que informació­n sobre aprendizaj­es indispensa­bles se refiere. En segundo lugar, generación de una oferta amplia de cursos de nivelación preunivers­itarios, exigentes y sin costo para los estudiante­s, que contribuye­sen a expandir el acceso a educación terciaria de calidad. Adicionalm­ente a las anteriores y como alternativ­a específica a la propuesta de AMLO, de usar a la universida­d para reducir la criminalid­ad entre los jóvenes, convendría explorar opciones como, por ejemplo, la creación un Servicio Nacional para Jóvenes (becas y capacitaci­ón laboral a cambio de la realizació­n de tareas sociales urgentes, como alfabetiza­ción, apoyo a la población más vulnerable y labores de rescate ambiental) y, sobre todo, echar a andar programas para estimular una oferta de empleos formales mucho más dinámica. En el fondo, las claves para enfrentar los problemas que nos pone delante AMLO sin tener que optar entre calidad/mérito y equidad/inclusión pasan por asegurar una educación obligatori­a de calidad para todos y por generar condicione­s para que la economía mexicana pueda generar muchos más empleos calificado­s y productivo­s de los que ha generado los últimos 30 años.

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